Declaración de la Renta

Curiosidades
España, desde la época de Viriato, apodado como el capitán de los bandoleros por sus emboscadas a los romanos, ha sido desde siempre un país de bandoleros y bandidos, de pillos y facinerosos, salteadores de caminos, proscritos, fugitivos o forajidos que se ganaban la vida como podían mediante la violencia y el hurto.
Aunque l bandolerismo como tal se e conoce tuvo su apogeo en los siglos XVIII y XIX, en el periodo que comprende desde la Guerra de Sucesión hasta las Carlistas, pasando por la de Independencia.
Sobre todo en tierras andaluzas y en Sierra Morena, que lideraban bandas que además de dar su vida por España y sus valores y principios o ideales, se paseaban por la península ibérica al margen de la Ley robando a los ricos para dar lo que recaudaban a los pobres, como el popular arquetipo de héroe y forajido del folclore inglés medieval, Robin Hood.
Y es en esta época cuando los bandoleros de renombre dejaron una enorme huella entre los españoles, aunque si bien no es menos cierto que la figura del bandolero se ha ido transformando a lo largo de la historia pasando por ser cruel y mezquino a convertirse en el gran héroe y la esperanza de las clases desfavorecidas, que les protegía de la ley que en este caso era la Guardia Civil, e incluso elevarlo a los altares y transformar a estos malhechores en leyenda, como se hizo en la televisión con Curro Jiménez en la serie protagonizada por Sancho Gracia.
El cordobés José María Hinojosa, «El Tempranillo» o el rondeño Juan José Mingolla, «Pasos largos», son algunos de estos forajidos de renombre del sur de España. Eran bandoleros que montaban a caballo y que portaban trabucos y navajas de grandes dimensiones. Se escondían en lugares de complicado acceso y de orografía difícil y asaltaban con violencia y sin miramientos las diligencias de la época para hacerse con las pertenencias de los viajeros, la mayoría ricos y pudientes, para después huir y escapar de la Ley amparados por los vecinos de las poblaciones cercanas que veían en estos forajidos con cierto halo de romanticismo y como una especie de benefactores sociales.
Pero en Castilla y León también los ha habido, y de armas tomar, sobre todo entre las provincias de Ávila, Valladolid, Salamanca y Zamora.
Al menos así se recoge en documentos como uno que se encuentra en la Diputación Foral de Álava fechado el 19 de abril de 1800, en el que se revela una carta escrita por el presidente de la Real Chancillería de Valladolid, Francisco de Berruezo y Portillo, pidiendo ayuda para plantar cara a la creciente bandolería del momento. Una misiva en la que reclamaba policías fiables para encauzar la situación ante la enorme cantidad de «facinerosos que saquean a la mayor parte de vecinos».
Vivillo y Pernales, dos de los afamados bandoleros del país, o la banda de forajidos de los Fernandines, capitaneada por Bernardo Blanqueta, tuvieron su eco en la provincia de Valladolid. Los primeros, se cuenta que mataban a los burros de los obreros y luego les daban dinero para que compraran caballos.
Y en la pequeña localidad vallisoletana de Traspinedo, ubicada en el Valle del Valcorba, presumen de su particular bandolero de la época o Robin Hood, convertido en personaje de leyenda: el tío Musilas, un bandolero de los buenos, según se cuenta de generación en generación desde hace más de doscientos años entre los vecinos de Traspinedo.
Un "forajido" que actuó a finales del siglo XVIII que robaba a los ricos en cuanto tenía la ocasión por estas zonas castellanas para después repartir entre los pobres el botín obtenido.
El Tío Musilas solía esconderse en los pinares junto al arroyo Valcorba y cerca del Duero que hay en esta zona de la provincia de Valladolid, que hoy es una área recreativa conocido como "Puente Hinojo", en el término municipal de Traspinedo, traducido como "tras los pinos", un lugar de esparcimiento para disfrutar en familia de un espectacular jornada campestre.
Poco más se sabe de este tío Musilas salvo algunos textos como este en el que se menciona al personaje en cuestión y del que se da cuenta en la lapizarradegaude.blogspot.com y dice así:
"Un vendedor ambulante transita con su carro por el camino que une Montemayor con La Parrilla. Al llegar al Picón de la Arena le salió al paso un hombre a caballo. Tras un breve saludo el caballero pregunta: ¿adónde se dirige usted con el carro? Pues ya ve usted, vendiendo por los pueblos para sacar un dinerillo para la familia. ¡Pero hombre! siguió desde su cabalgadura, ¡con ese macho no puede llegar muy lejos! Ya ve usted, los tiempos están muy malos y hay que aguantar como se puede. Pare el carro, ordenó desde su caballo. El vendedor, asustado, paró el carro y esperó. El inesperado compañero de viaje se apeó de su caballo y sacando un arma ordenó: ¡Pegue usted un tiro al macho! El vendedor se deshacía en ruegos ¡no haga usted eso, este animal es el pan de mi familia! El caballero, enfadado le respondió: ¡si usted no pega un tiro al macho se lo pego yo a usted! Con lágrimas en los ojos al vendedor no le quedó otra opción que cumplir el capricho del caballero.
Cumplidas las ordenes de aquel personaje, (que a nuestro vendedor ya no le cabía duda de que estaba en presencia del bandolero), éste echó mano a sus alforjas y sacando de ellas una bolsa se la entregó al infeliz vendedor, que seguía llorando, y le ordenó: con esta bolsa se va usted a la primera feria que encuentre y se compra el mejor macho y carro que haya. Pero atienda lo que le digo: soy Musilas, y si la próxima vez que le vea no ha cumplido lo que acabo de decirle, cuéntese entre los muertos."
También cuentan que otro muchacho se topó con el tal Musilas cuando regresaba de vender la uva y que éste le preguntó por su rumbo. El niño le contestó que venía de finiquitar el viñedo, pero que su padre le había recomendado que tuviera cuidado con el dinero por si se encontraba con el Tío Musilas. Entonces le replicó: «Soy Musilas y le dices a tu padre que yo no robo a los pobres, si no a los ricos para dárselo a los pobres».
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