Misterios

El curioso pleito que anuló la venta de una casa porque en ella vivía el diablo

La historia de España está llena de casos de viviendas embrujadas habitadas por duendes, fantasmas, trasgos e incluso por el demonio que aterrorizaban a los inquilinos obligándoles a marcharse de allí

Imagen de la página 52 de este curioso pleito de la casa encantada de Peñafiel (Valladolid)
Imagen de la página 52 de este curioso pleito de la casa encantada de Peñafiel (Valladolid)Archivo de la Real Chancillería de ValladolidLa Razón

España está llena de lugares misteriosos y encantados en los que se han producido hechos extraños e incluso escalofriantes a lo largo de la historia.

Se trata de palacios, casonas, mansiones, castillos, antiguos sanatorios o manicomios donde se acogía a los locos, tullidos o personas con enfermedades incurables, y así hasta un largo etcétera de sitios e inmuebles, muchos de ellos con siglos de antigüedad, en los que han habitado personas de todas las clases sociales porque el miedo no entiende de estas cosas, en los que solo el hecho de acercarse a ellos pone los pelos de punta hasta el más valiente y pintado de los mortales si rascas un poco en su intrahistoria.

Lugares en los que era normal y habitual también la presencia de curas, párrocos u otras instancias eclesiales para tratar de remediar el asunto mediante exorcismos varios.

Entre ellas, es conocida la historia de una familia leonesa de clase alta que a principios del siglo pasado se fue a vivir a una casa de Rayán, en Asturias, en la que se produjo uno de los episodios de Poltergeist más famosos de la historia de España.

Según queda reflejado en una denuncia ante la Guardia Civil, cuatro hombres estuvieron en una habitación de esa casa intentando sujetar la cuna que se balanceaba con fuerza de un lado al otro de la habitación sin que el bebé se inmutara. Una vivienda en la que las puertas y las ventanas se abrían sin explicación y en la que también se han escuchado voces y visto figuras extrañas en la oscuridad.

Y qué decir de la famosa casona neogótica de la localidad malacitana de Campanillas, de 2500 metros cuadrados de superficie dispuestos en torno a un patio central y que tenía la friolera de 365 ventanas, en la que vivían varias familias adineradas de la época, a finales del siglo XIX y principios del XX.

Un lugar donde ocurrieron varios sucesos dramáticos desde mujeres que aparecieron asesinadas, hasta fusilamientos en la Guerra Civil pasando porque este lugar sirvió de hospital e incluso de calabozo en sus sótanos. Y cuentan también que se han oído espeluznantes psicofonías en las que se escuchan gritos y sonidos de latigazos e incluso han visto neblina arrastrándose por el suelo lleno de escombros o siluetas que se asoman por las ventanas.

Y así podríamos seguir hasta mañana contando innumerables casos más propios de ser analizados en Cuarto Milenio por Iker Jiménez y su equipo, que en estas líneas.

Pero en esta ocasión, LA RAZÓN quiere centrase en un curioso caso que acabó en un pleito con la Justicia de la época -corría el año 1589 y el siglo XVI-, en un pequeño pueblo de la España de interior, hoy popularmente conocido por su medieval castillo del siglo X, así como por sus vinos de la DO Ribera de Duero, su cordero lechal, o por ser el lugar donde reposan los restos del Infante Don Juan Manuel, notable escritor y autor de El Conde Lucanor, nieto de Fernando III "El Santo" y sobrino de Alfonso X "El Sabio".

Hablamos de la peña más fiel de Castilla, como así la definió el conde Sancho García en el año 1013 tras derrotar a los árabes y reconquistarla para los cristianos. O lo que es lo mismo, Peñafiel, en la provincia de Valladolid casi al límite de Burgos y Segovia. Una villa con más de mil años a sus espaldas, en la que no podían faltar historias singulares y curiosas como la que se explicará en estas líneas.

Portada del proceso judicial de la casa encantada
Portada del proceso judicial de la casa encantadaReal Chancillería de ValladolidLa Razón

Un caso documentado e incluso digitalizado que se encuentra al alcance de cualquiera que tenga interés o curiosidad por saber más en la web del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid.

Se trata del conocido pleito de la casa encantada de Peñafiel, que estaba situada en el barrio de Santa María de Mediavilla de la Villa en el siglo XVI.

Con fin de anular la venta del inmueble, que se produjo en enero de 1588, y conseguir la devolución del dinero pagado por ella, un tal Lorenzo López, el comprador, interpone el 23 de septiembre de 1589 una demanda ante el corregidor de Peñafiel contra Diego Martínez Bernal, el dueño de la casa.

El demandante y su familia, procedentes de la vecina localidad segoviana de Ayllón, y varios testigos, entre los que se encontraban antiguos moradores de esa casa, alegaban que en ese lugar habitaba una presencia extraña que no sabían definir muy bien si se trataba de un duende, un trasgo e incluso del mismo diablo, como así se menciona en los textos del juicio, que les hacía la vida imposible.

De hecho, durante el pleito se apuntaba que ese "demonio" les lanzaba todo tipo de objetos y muy peligrosos, desde cantos, piedras, monedas, lumbres de fuego, sartenes e incluso cuchillos por las escalerasy ventanas a cualquier hora del día, aunque tenía predilección por la media noche y especialmente en la parte alta y la bodega de la casa, además de hacer ruido constantemente y formar alborotos.

Este "diablo", incluso, llegó a golpear a los miembros de la familia, dejándoles amoratados y desmelenados. La hija del demandante, Mariana López, en su declaración ante el juez, aseguró haber sido fuertemente golpeada por una fuerza extraña que definió como una especie de bulto blanco en la bodega que le hizo perder el conocimiento.

Y un antiguo morador de esa casa, de nombre Antonio Ruiz, afirmó durante el pleito haber salido espantado de allí, después de que una noche, estando en la cama acostado, escuchó que alguien bajaba por una escalera que estaba junto al dormitorio haciendo un ruido como de calderas o cerrojos, además de oír jadeos propios de una persona. También declaró que oyó y vio como lanzaban piñas de casca de pinares, una barra de silla de mula o caballo, cuchillos, y otras cosas.

No dejaba ni hacer las "necesidades"

Otro antiguo inquilino, cuyo nombre era Diego López de Marquina, declara ante el juez que estando una vez en lo alto de la casona para hacer sus "necesidades" le dieron un golpe por detrás, aunque sus palabras textuales fueron que le dieron un çurriagaço, que no supo ni vio con qué porque era noche cerrada.

Y cuenta también este testigo que, con un miedo atroz, cuando huía del lugar aterrorizado, tanto que no acertaba a bajar las escaleras y casi se cae, le lanzaron bloques de adobe que le pasaron rozando por encima del hombro.

También quedó reflejado en la transcripción del juicio que entre los vecinos de Peñafiel se conocía desde siempre que en esa casa pasaba algo, que estaba encantada o embrujada "al menos desde hace más de diez y seis años al día del pleito". Asimismo, se decía en el pueblo que en ese lugar, y especialmente en la bodega, andaba y anda un duende.

Igualmente, en la vista quedó patente que a este trasgo o diablo morador de la casa le gustaba la buena vida y especialmente las viandas que había en ese lugar.

Y es que, según contaban los inquilinos, a veces, cuando preparaban la mesa para comer con los manteles puestos, pero también con el pan, el vino, el queso u otras viandas que comían en la época, cuando iban a sentarse a dar cuenta de los manjares, estos habían desaparecido.

Si bien, al menos, el "demonio de Peñafiel" abonaba lo consumido ya que no le gustaba irse sin pagar. Y es que se cuenta en este caso que "hasta en dos ocasiones" los inquilinos se encontraron con que encima de la mesa vacía de los alimentos había dos cuartos, antigua moneda fraccionaria de España realizada en cobre que tenía un valor de cuatro maravedís cada uno.

Todas esta situaciones, tanto propias como las que que contaban los testigos que presentó el demandante, habían provocado en él y en su familia un estado constante de pánico y de terror, por lo que todos ellos decidieron marcharse de ese lugar fantasmagórico y alquilar otra casona en la Villa, no sin antes requerir al juez la anulación del contrato de compraventa y la devolución del dinero que habían pagado y que ascendía a la cantidad de 500 ducados que se debían de pagar en dos plazos.

Imagen de la página 36 del juicio de esta casa encantada
Imagen de la página 36 del juicio de esta casa encantadaReal Chancillería de ValladolidLa Razón

El propietario de la casa, por el contrario, que también presentó sus testigos correspondientes, aseguraba, contundente, que en la vivienda en cuestión no solo no vivía ningún duende, trasgo, fantasma o demonio, sino que lo que estaba pasando es que el inquilino o arrendatario andaba un poco escaso de fondos cuando decidió denunciar para evitar tener que pagar los 250 ducados del segundo plazo por el que había sufrido ejecución en sus bienes por no hacer frente al pago. Cuenta el propietario que el huésped nunca se había quejado hasta entonces y estaba convencido de que ese era el motivo del follón que montó y la demanda que planteó al juez.

El corregidor, escuchadas las partes implicadas, decidió desestimar la demanda por sentencia un 9 de marzo de 1590, si bien el aterrado inquilino apeló dicha resolución ante la Real Chancillería de Valladolid, que le dio la razón en una primera sentencia de vista, obligando al dueño de la casa a que le devolviera 250 ducados y, finalmente, los consabidos 500 ducados totales de la venta por sentencia de revista de 19 de diciembre de 1590, solicitando Lorenzo López a la Chancillería carta ejecutoria de la misma, la cual sería expedida el 24 de diciembre de ese mismo año.

Lo que queda patente con este y otros muchos casos es que en esa época del siglo XVI existían muchas supersticiones, pero también es un periodo en el que abundaban los pícaros, y ya se sabe que estos, que surgieron con el empobrecimiento de la población española y europea de ese siglo, utilizaban todo tipo de artimañas para poder subsistir, y entre ellas, como no, aprovechaban estas supersticiones para sus objetivos.