Enoturismo

La bodega subterránea que aúna historia, tradición y diversión en el corazón de la Ribera del Duero

Bajo las faldas del medieval castillo de Peñafiel se encuentra La Olmilla, una cueva castellana con acento andaluz que ofrece al visitante una experiencia vitivinícola y artística placentera repleta de sensaciones

Silvia Camacho, a la entrada de la bodega con un tradicional jarrillo de vino
Silvia Camacho, a la entrada de la bodega con un tradicional jarrillo de vinoRodrigo OrtegaLa Razón

En la localidad vallisoletana de Peñafiel, cuna de la Ribera del Duero, y bajo las faldas de su medieval castillo -Monumento Nacional desde hace más de un siglo y sede hoy en día del Museo Provincial del Vino- hay una zona repleta de bodegas subterráneas, antiguos vendederos de vino, que son menos conocidas por el turista que se acerca a esta villa milenaria, pero que son oro puro para los amantes de todo lo que rodea a la cultura del Dios romano Baco.

La mayoría de ellas son comunitarias, o lo que es lo mismo, pertenecen a varias familias que las usan y disfrutan, en las que se guarda el prodigioso caldo que se extrae de la uva recogida en vendimia y que sirven también de merenderos para que los autóctonos y foráneos con suerte se junten para compartir unas chuletillas de lechazo y un jarro de vino tinto de la zona, y gozar de una experiencia única y ancestral.

Pero dentro de esta amalgama de cuevas bajo tierra, como si fuese la Galia, esa irreductible aldea para los romanos que lideraban Astérix y Obélix, se encuentra una bodega subterránea que está emergiendo con fuerza hacia el exterior y se ha convertido poco a poco, sin prisa pero sin pausa, en uno de los reclamos turísticos más importantes de este municipio.

Y eso que Peñafiel ya tiene unos cuantos. Desde la fortaleza que abraza y protege a los peñafielenses y turistas en lo alto, pasando por la plaza del coso, donde se desarrollan los festejos taurinos de las fiestas de agosto o la tradicional Bajada del Ángel del Domingo de Resurrección; hasta llegar a las iglesias de San Pablo, donde descansan los restos del Infante Don Juan Manuel: la de San Miguel de Reoyo; o la Iglesia de Santa María, sede del Museo de Arte Sacro, sin olvidar lo gastronómico con el cordero lechal como protagonista y los excelentes vinos de la DO Ribera de Duero que se elaboran y crían en los alrededores.

Silvia Camacho, en interior de la bodega antes de bajar a la cueva
Silvia Camacho, en interior de la bodega antes de bajar a la cuevaRodrigo OrtegaLa Razón

Nos referimos a la "Bodega La Olmilla ", situada frente a la Torre del Reloj, el edificio más antiguo del pueblo, al frente de la cual se encuentra Silvia Camacho, una joven e inquieta emprendedora sevillana con estudios y conocimientos en Imagen y Sonido que llegó al interior de Castilla por amor y para arrancar un nuevo proyecto de vida tras 18 años en Madrid, que ha dirigido hacia el mundo del vino pero con un toque cultural y artístico que lo hace diferente al resto y, sobre todo, único en esta zona.

"Soy una mujer emprendedora y me gusta probar y aventurarme en cosas nuevas. Por eso cuando descubrí las bodegas subterráneas de Peñafiel, lo tuve claro", asegura Silvia a La Razón, mientras reconoce que se quedó prendada por estos lugares que considera mágicos y que han perdurado durante años, por lo que ocurre en ellos.

"Cuando vi en esos vendederos de vino, hoy merenderos, en los que se juntan familias y amigos a compartir comida, bebida y, sobre todo, alegría, y de repente alguien coge una guitarra, otro se lanza a cantar y los demás acompañan y se lo pasan bien, fue entonces cuando me dije que esto no podía quedarse ahí escondido y que le gente de fuera debía conocerlo también", apunta.

Silvia tiene claro que Peñafiel se encuentra en el corazón de la Ribera del Duero y no entendía tampoco que una cueva de estas características no estuviera abierta al público. "Ahí decido y me pongo a investigar a ver qué se puede hacer", señala.

La mayoría de bodegas subterráneas son de varias familias a la vez pero tiene la suerte de que una de ellas, pertenece a una familia solo, y que precisamente es la de su pareja. "Me puse muy pesada y dieron el visto bueno a lo que quería hacer con la condición de que enseñara las costumbres y tradiciones de esta tierra, y es lo que estoy haciendo, aunque llevándolo también un poco a mi terreno", afirma.

El jarrillo siempre por delante

Y es que si por algo se caracteriza la Bodega La Olmilla es, aparte de por su sabor a tradición y a terruño -con el Jarrillo de vino como protagonista de excepción y la decoración típicamente agrícola que puede verse a la entrada, parte de ella elaborada por su padre-, es por el arte que se respira dentro a través del concepto de microteatro que ha introducido Silvia en sus visitas. Y, además, aprovechando a artistas de la zona, lo que es un valor añadido.

"El Jarrillo es tradición, es recuperar lo que es una bodega y siempre va por delante en todas las visitas ya que hace piña y la gente se suelta", señala esta joven empresaria, quien destaca las buenas amigas que hacen los grupos que acuden a la bodega gracias al Jarrillo y lo que lleva dentro, un vino estupendo de la zona, y que ha forjado grandes amistades entre todos ellos. De hecho, muchos de estos grupos después de la visita se han ido de vinos y a comer juntos.

Las visitas suelen ser de una hora y media más o menos contando el espectáculo. Las hay teatralizadas también o las que solo incluyen el Jarrillo y una cata de queso o productos de la zona además de la explicación histórica de lugar. Pero a veces estas experiencias se han alargado hasta las dos horas al calor del vino y el buen ambiente "porque la gente se encuentra a gusto", apunta.

Uno de los grupos que ha visitado la bodega brindan con el tradicional jarrillo
Uno de los grupos que ha visitado la bodega brindan con el tradicional jarrilloLa OlmillaLa Razón

Este proyecto está saliendo adelante con mucho tesón y esfuerzo, ya que no ha sido fácil su puesta en marcha. De hecho, Silvia tenía pensado abrirlo en julio de 2020 pero la pandemia lo truncó, y cuando empezó a recibir las primeras visitas tuvo que dejarlo hasta en dos ocasiones por sendos brotes. Pudo seguir gracias a que se llevó las visitas a la calle y por los ahorros que tenía de sus años en Madrid, pero también a su optimismo y positividad natural.

"Siempre he pensado que la covid no iba a ser para siempre", señala, mientras destaca que ahora lleva ya un año y medio sin cerrar salvo por vacaciones y que las cosas empiezan a cuajar.

"Mi objetivo inicial era poder dar cinco pases al día y de momento he conseguido llegar a los tres en muchas ocasiones", destaca. De momento solo abre los fines de semana y festivos y algún día de diario si tiene algún grupo que haya reservado, ya que entre semana, dice, es más complicado llenar.

El aforo de la bodega es de 44 personas pero nunca ha metido a más de 26 porque quiere que la gente esté cómoda. Todas sus visitas incluyen la explicación de cómo se vendía antes el vino, de las tradiciones de la zona, de las luceras y su importancia a la hora de ventilar las galerías bajo tierra de las bodegas antiguas y todo ello mientras se degustan productos típicos.

"Es una experiencia de inmersión al origen", destaca.

Silvia ultima los preparativos en la bodega subterránea antes de un espectáculo
Silvia ultima los preparativos en la bodega subterránea antes de un espectáculoRodrigo OrtegaLa Razón

Las visitas teatralizadas son la joya de la corona, ya que los visitantes recorren la zona de las bodegas subterráneas y se van encontrando personajes del pueblo durante el recorrido, como dos abuelos que se juntan para almorzar o merendar y beber vino o un pregonero... y todos ellos cuentan chascarrillos en clave de humor, "aunque siempre hay sorpresas y cambios durante el trayecto", señala.

La mayoría de las visitas que recibe proceden de Madrid y son sobre todo grupos de amigos de entre seis y ocho personas y familias con niños. Además, está empezando a probar con actividades paralelas dirigidas a los más pequeños, relacionadas con el vino y el arte, como una actividad que ha hecho hace poco con una familia en la que los menores hacen una cata de colores con pigmentos de la zona, que ha gustado y que prevé reforzar y ampliar.

Al principio, venían recomendados de bares, restaurantes y alojamientos rurales y hoteles, pero ahora cada son más los que acuden a esta bodega por las buenas reseñas que tiene en internet y por el boca a boca. E incluso tiene visitantes "vip", bromea, en alusión a una chica del pueblo que ha visitado la bodega ya con amigos en más de cinco ocasiones.

De cara al futuro, avanza nuevas y sorprendentes actividades que no dejarán indiferente a nadie. Y es que en la Bodega La Olmilla ha habido y sigue habiendo desde teatro, espectáculos de magia, recitales de poesía, pasando por flamenco, conciertos de jazz y blues e incluso de música tradicional y hasta guateques.

Además, promueve la cultura local por cuanto varios de los artistas que actúan en sus espectáculos son del pueblo y alrededores.

Crear sinergias

"O nos movemos o nos mueven", señala Silvia, convencida de que Peñafiel y su comarca tienen magia y mucho duende, mientras advierte de que la gente, a pesar de que viene a espuertas a la Villa, hay que trabajarla cada día y ponerse las pilas para atrapar al turista y evitar que se canse.

"Se hacen muchas cosas en el pueblo pero hace falta más y, sobre todo, más unión entre todos, preguntar al visitante y probar algo nuevo para ver qué ocurre", asegura esta joven, otro espíritu libre de la Ribera del Duero con acento andaluz que transmite alegría y ganas de vivir, y que apuesta también por crear sinergias con empresas, artesanos, artistas u otros emprendedores de la zona.

Recital poético de Miriam Villabón en La Bodega La Olmilla
Recital poético de Miriam Villabón en La Bodega La OlmillaLa OlmillaLa Razón

Algo que ella promueve y ya ha hecho, como por ejemplo colaborando con Villa Serendipia, un proyecto literario que impulsa otra mujer emprendedora, librera de la localidad, Almudena Ojosnegros, facilitando la bodega para que se pudiera realizar allí un recital poético durante el Día Internacional de la Poesía el pasado 21 de marzo, con los versos de la poeta Miriam Villabón como protagonistas.

"Tenemos que ayudarnos los unos a los otros porque soy de las que piensan que si al de al lado le va bien a mi también me irá estupendamente y no nos haremos competencia sino que seremos más fuertes", finaliza.