Cultura

La danza del hierro forjado de los 'Bichos' de José Castrillo se instala en Carrión (Palencia)

Una exposición transforma insectos en arte, fuionando fuerza artesanal y creatividad local

Exposición 'Bichos' de José Castrillo en el patio del museo de arte contemporáneo de Carrión de los Condes (Palencia)
Exposición 'Bichos' de José Castrillo en el patio del museo de arte contemporáneo de Carrión de los Condes (Palencia)BrágimoIcal

Los artistas tienen cada día más difícil sorprender al público con sus obras. En un mundo donde la IA poco a poco copa el interés de las personas, artistas como José Castrillo se hacen un hueco para dar a conocer una obra excepcional que surge en el corazón de la Montaña Palentina, donde los campos se extienden hasta fundirse con las montañas y el silencio solo se rompe por el canto de los pájaros o el zumbido de los insectos. Este artista y herrero guardense, ha dedicado casi 25 años a moldear el hierro forjado en piezas que trascienden lo funcional para convertirse en arte puro. Su última exposición, titulada ‘Bichos’, se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Carrión de los Condes hasta el 5 de agosto de 2025, como parte de la iniciativa ‘Con estas manos del norte’, una extensión del festival ‘En un lugar del norte’. Esta muestra no solo celebra la creatividad de Castrillo, sino que también pone en valor la riqueza cultural de Palencia, integrando arte, música y artesanía en un diálogo que resuena con la esencia de la región.

José Castrillo creció en Guardo bajo la tutela de su padre, un maestro ceramista con profundos conocimientos en el trabajo del metal. Aunque su padre era más ceramista que herrero, su experiencia en soldadura y calderería marcó el camino de Castrillo, quien encontró en la forja un medio para canalizar su creatividad. “Mi padre tenía muchos conocimientos del metal porque había trabajado mucho en montaje. Cuando montaron el grupo Alforja en los 90, se fusionó con un herrero tradicional, y esos conocimientos los aplicó a la forja. Ese es nuestro emblema: el trabajo artesanal, manual, la conformación de nudos en la fragua”, relata.

Con casi 25 años de experiencia, Castrillo ha perfeccionado un estilo que fluctúa entre la escultura pura, el diseño de mobiliario y la decoración. Su taller, ubicado en Tarilonte de la Peña, un pueblo de apenas 24 habitantes, es un refugio creativo donde el hierro cobra vida. “Es un sitio paradisíaco para vivir. Me gusta lo cotidiano, lo que veo a través de la ventana o de la puerta del taller: campos, montañas, animales”, confiesa. Esta conexión con la naturaleza es el hilo conductor de ‘Bichos’, una exposición que transforma insectos y pequeñas criaturas en obras de arte que desafían los prejuicios y celebran la belleza de lo aparentemente insignificante.

La exposición no es solo una muestra de esculturas, sino una invitación a replantear nuestra relación con los insectos, esos seres que a menudo generan rechazo o temor. Castrillo, con su maestría en el manejo del hierro, da vida a hormigas gigantes y otras criaturas que combinan la robustez del metal con la delicadeza de sus formas. “El concepto está basado en los insectos y el miedo que tiene la gente hacia estos animalillos. He intentado hacerles de forma agradable y cercana, con colores atractivos, para que nos vayan quitando esos temores, porque en realidad hacen una labor maravillosa para la humanidad”, explica a Ical.

Cada pieza de Bichos cuenta una historia. Las hormigas de un metro de altura, por ejemplo, no solo son esculturas imponentes, sino que también pueden transformarse en mesas de salón, demostrando la versatilidad que caracteriza el trabajo de Castrillo. Una flor de hierro se convierte en una lámpara, y un perchero adquiere la forma de una criatura viva. “Siempre quise transformar la escultura en arte útil. En las viviendas, los espacios son pequeños, y no siempre hay cabida para la escultura pura. Darle un punto útil no le quita, sino que le aporta”, asegura. Esta fusión de lo funcional y lo artístico es una de las señas de identidad de su obra, que busca no solo ser contemplada, sino también vivida.

Lo que hace que Bichos sea una experiencia única es la invitación de Castrillo a interactuar con las piezas. En un mundo donde las obras de arte suelen estar protegidas por la advertencia de “no tocar”, él rompe con esa norma. “Quiero que toquen mis piezas, que las palpen, que no haya miedo de que se rompan. Las esculturas son para disfrutarlas, para que el tiempo pase por ellas y se vea el trabajo de las manos que las han realizado”, afirma. Esta filosofía se refleja en la instalación de las obras en el jardín del Museo de Arte Contemporáneo de Carrión de los Condes, un espacio que conecta el arte con la naturaleza y permite a los visitantes sentirse parte de la exposición.

La forja como metáfora de la vida

El proceso creativo de Castrillo es un reflejo de su filosofía de vida: trabajo, constancia y aprendizaje continuo. “Como todo es trabajo y oficio. Hay que tener oficio para poder defender lo que realizas”, dice. Sus 25 años de experiencia no solo le han dado destreza técnica, sino también una libertad creativa que le permite experimentar sin temor al juicio externo. “Igual hace 10 años tenía miedo de qué dirán o cómo lo verán. Todavía tengo esas luchas con la familia, preguntándoles ‘¿tú cómo ves esto?’. A veces me mosqueo y pienso: ‘¿para qué pido opinión?’”, bromea.

El hierro, un material que podría parecer rígido e inflexible, se convierte en sus manos en un medio para explorar la delicadeza. “Son los años de experiencia e ir buscando esa libertad creativa. Lograr el equilibrio entre la robustez del material y la delicadeza de las formas de los insectos es un reto, pero es lo que me apasiona”, explica. Cada torsión, cada nudo, cada soldadura lleva consigo una parte de su esencia, una “impronta” personal que hace que cada pieza sea única. “No es solo hacer una mesa o una lámpara. Quiero que quede mi firma, que se vaya un pedacito de mí en cada obra”, añade.

La exposición Bichos forma parte de la iniciativa ‘Con estas manos del norte’, un proyecto que busca integrar arte, música y artesanía para poner en valor la creatividad de la montaña palentina. Organizada como una extensión del festival ‘En un lugar del norte’, esta iniciativa apuesta por crear sinergias entre disciplinas, rompiendo las barreras entre la pintura, la escultura, la música y otras formas de expresión. “Me parece algo imprescindible y bonito. No tiene por qué ser solo un concierto o una exposición de pintura. Se puede aunar todo, fundirlo en uno. Es un proyecto muy interesante que está creciendo y está abierto a nuevas ideas”, destaca Castrillo.

La colaboración con el grupo musical Mabü, que participó en la inauguración de Bichos, es un ejemplo de estas sinergias. “Tener la oportunidad de que vengan a la presentación de una exposición es muy conmovedor. Que los músicos se sienten encima de las hormigas, que interactúen con las piezas, es maravilloso”, cuenta. Este enfoque interdisciplinario no solo enriquece la experiencia del visitante, sino que también pone el foco en el talento local, demostrando que la montaña palentina es un hervidero de creatividad.

Un futuro lleno de proyectos

Aunque Bichos es el centro de atención este verano, Castrillo no descansa. Su agenda está repleta de proyectos, desde una exposición itinerante que llevará las piezas de Bichos a Saldaña con nuevas incorporaciones, hasta una muestra en Aguilar de Campoo en agosto, donde planea sorprender con una instalación inspirada en la habitación de Edgar Allan Poe. “Va a ser participativo, para que la gente se saque fotos y se involucre. No había hecho nada así, y me hace mucha ilusión”, adelanta. Además, prepara una sorpresa para otoño en la capital palentina, demostrando que su creatividad no tiene límites.

El trabajo de Castrillo es también un homenaje a la montaña palentina y a la “España vaciada”, un término que él matiza con orgullo: “En verano se nos llena el pueblo, y siempre hay ganas de que vengan, aunque también de volver a esa soledad buscada”. Su arte, profundamente enraizado en la vida rural, es una celebración de lo cotidiano, de la belleza que se encuentra en los detalles más pequeños, como el vuelo de un insecto o la torsión de un trozo de hierro.

Bichos no es solo una exposición; es un manifiesto de la pasión de José Castrillo por el oficio, la naturaleza y la conexión humana. A través de sus esculturas, invita a los visitantes a tocar, a sentir, a maravillarse con la transformación del hierro en criaturas que respiran vida. En un mundo cada vez más dominado por la tecnología, su trabajo es un recordatorio de la importancia de lo artesanal, de la huella de las manos que moldean el material con esfuerzo y dedicación. Hasta el 5 de agosto, el Museo de Arte Contemporáneo de Carrión de los Condes será el escenario de esta experiencia única, donde el arte, la música y la naturaleza se entrelazan para contar una historia de creatividad y arraigo. Como dice Castrillo: “Disfruten, toquen, palpen. Que no haya miedo”. Y con cada pieza, él deja un pedacito de su alma, forjada en el fuego de la fragua y en el amor por su tierra.