Cultura

Ignacio Fernández Sobrino: “La comunicación cultural tiene que afrontar su intersección con el turismo, el gran movimiento económico migratorio de las sociedades modernas”

El periodista palentino afronta como “un desafío” su nueva etapa como presidente de la Fundación Santa María la Real

Ignacio Fernández Sobrino, presidente de la Fundación Santa María la Real
Ignacio Fernández Sobrino, presidente de la Fundación Santa María la RealMiriam Chacón/Ical

La “inquietud por aportar” siempre ha sido una seña de identidad del periodista Ignacio Fernández Sobrino (Palencia, 1962). Premio Antena de Oro y Premio Francisco de Cossío por su trayectoria profesional. Fue fundador de Antena 3 Radio y Antena 3 Televisión antes de dirigir ambas cadenas en Canarias, Andalucía y Aragón, y de crear en 1999 la Delegación de Antena 3 Televisión en Castilla y León, que compatibilizó entre 2004 y 2021 con la dirección de la delegación regional de Onda Cero. El pasado mes de marzo se incorporó al patronato de la Fundación Santa María la Real, y desde finales de junio asumió el “desafío” de ejercer como presidente de una institución que tiene ante sí “grandes retos”, entre los que cita la necesidad de consolidación en términos organizativos y económico-financieros, aprovechar las “grandes posibilidades” que ofrece la sociedad digital y “seguir creciendo”.

¿Qué le animó a sumarse al patronato de una institución con el recorrido de la Fundación?

Por un lado fue una cuestión puramente coyuntural: en marzo hubo una renovación importante del patronato y accedimos a él profesionales desde diferentes sectores. En lo personal se trataba de adoptar un compromiso respecto de algo sobre lo que hemos teorizado mucho: ver de qué manera somos capaces de materializar en cosas concretas lo que concierne a la cultura, entendida como un acervo heredado que tenemos que poner en valor y sofisticarlo para ‘aggiornarlo’ para tiempos futuros. Siempre hemos sabido que Castilla y León tiene una amplia condición cultural, pero tenemos que buscar la piedra filosofal para convertir eso en ‘oro’ y que resulte útil para la sociedad en la que nos movemos. Poder hacerlo desde una plataforma tan prestigiosa como la Fundación Santa María la Real es perfecto, porque la propia institución fue producto de un sueño tan metafórico y tan simbólico como la recuperación de un monasterio caído, fruto del desastre económico pero también cultural que supuso la desamortización para España.

¿Le sorprendió su elección por unanimidad como presidente?

En principio te sorprende, porque de entrada no sabes si vas a poder aportar lo suficiente, pero dado que hubo unanimidad y que se me pedía ese nivel de compromiso, rápidamente pasé de la sorpresa a la aceptación.

¿Qué puede aportar un periodista de raza como usted al proyecto?

Por afición profesional y también por obligación, estoy muy pendiente de los grandes cambios que se están produciendo en el consumo de la comunicación, en un mundo donde los periodistas tenemos un cierto protagonismo. Esto no solo concierne a los medios de transmisión o a los formatos, que también, sino a los contenidos. Estamos ante un gran momento si somos capaces de dotarnos de contenidos correctamente armonizados. Me da la impresión de que cada vez se leen más libros y se consume más audiovisual, sea cual sea el formato; es una parte sustancial del ocio de cientos de millones de personas en el mundo. Ser capaz de intervenir en los contenidos debería ser una obligación de los periodistas, y yo creo que ahí puedo aportar, porque la Fundación tiene mucho que contar. Igual que los arquitectos románicos en su momento fueron los modernos, los que traían una forma de construir que los visigodos no conocían, nosotros tenemos que intentar ser los modernos en esas aportaciones.

Este vínculo le ata más si cabe a su tierra palentina natal, ¿será otra forma de luchar para visibilizar su riqueza y potencialidad?

Castilla en general se ha visto abocada durante toda nuestra historia, pero especialmente en un siglo XX muy duro, a la idea latina de ‘primum vivere deinde philosophari’, siendo que filosofar era todo lo demás que fuera no conseguir alimento. Entonces ya ha llegado el momento en que podemos filosofar. ¿Y qué cosa es filosofar? Filosofar es hacer abstracciones sobre lo nuestro, pensarnos y repensarnos, ver cuál es nuestra posición en el mundo, en España y en el futuro. Y ese repensamiento es muy importante para provincias como Palencia, Zamora, León o Burgos, que tienen una capacidad reputacional enorme, un prestigio espectacular, pero en su día a día atraviesan ciertas dificultades. Es cierto que la Fundación tiene una vocación global, con sedes en Sevilla, Madrid o Valladolid por ejemplo, pero el esencialismo sería reivindicarnos como castellanos y leoneses. La Fundación es una cosa que nació en Palencia, y que por tanto Palencia tiene que reivindicar como algo propio, no ajeno.

Atesora una trayectoria profesional jalonada con importantes galardones, ¿esta nueva responsabilidad tiene un sabor especial al centrarse en un área ajena al periodismo?

Claramente es un desafío y tiene un fuerte componente identitario en lo que concierne a mi genealogía palentina y profesional. Viví la pérdida de Santiago Amón, Rosa Manzano y Alberto Acitores el mismo día que la reina Sofía le entregaba a la Fundación su primer gran reconocimiento, el Premio Europa Nostra por la recuperación del monasterio. Por otra parte, esta nueva tarea concierne a algo que yo he hecho todo el tiempo: gestionar en ámbitos de la comunicación. Esa doble faceta, de gestión y de poder ser capaz de hacer cosas vinculadas con el mundo que nos rodea, es algo en lo que tengo cierta experiencia y eso me animó a aceptar el reto.

¿Qué retos se marca al frente de la Fundación?

Hay dos muy claros. El primero es de consolidación. Tenemos que corroborar que la trayectoria de la Fundación se asienta en estos años pospandémicos y es capaz de seguir funcionando con la brillantez que lo ha hecho hasta ahora. Esa consolidación pasa por ser conscientes de que vivimos un momento en el que la sociedad digital nos ofrece grandes posibilidades, que tienen que ser objeto de una decantación. El segundo desafío por tanto es incorporar la Fundación a la sociedad digital, pero en la línea adecuada. Hay un factor esencialista que tiene que ver con el Románico y con la recuperación patrimonial, pero entendiéndolo no como un cimiento, sino como una plataforma que nos permita proyectar eso hacia la sociedad y convertirlo en algo útil para la gente, que no esté solamente en los libros, en las paredes o en los capiteles, sino también forme parte de las conversaciones y los consumos de ocio. Estoy convencido de que la comunicación cultural tiene que afrontar un plano de intersección con el turismo, que es el gran movimiento económico migratorio de las sociedades modernas y marca un antes y un después en los territorios donde se produce. Tenemos que ser capaces de atraer hacia el propósito fundacional de la Fundación, que es la recuperación patrimonial del lugar donde nos asentamos.

Desde la Fundación, cuando se anunció su nombramiento, se señaló que su elección buscaba “garantizar la independencia de la entidad y potenciar su carácter emprendedor y colaborativo”.

La independencia de la Fundación es clara, se trata de una entidad que cuando nació tenía sus fines y propósitos y que esgrimía una autonomía que sigue ejerciendo. Dentro de los propósitos de independencia se trató de asegurar su solvencia y por tanto también de perpetuarla, y ese sería el gran propósito fundamental: seguir dotándola de recursos, seguir haciéndola amigable o confortable en la sociedad. Me ha sorprendido comprobar cómo la Fundación tiene una faceta reputacional muy potente y hay que ponerlo en valor, porque contribuirá a su independencia y solvencia.

El espíritu colaborativo forma parte del ADN de la institución, como se puede ver al analizar la heterogénea procedencia de sus patronos.

El patronato es multidisciplinar y eso permite que nos movamos en distintos niveles de la sociedad: hay economistas, empresarios, arquitectos, periodistas, profesores de la universidad... Cuando nació la Fundación en 1994, el fenómeno fundacional en España no era todavía muy boyante; ahora ya lo es. La independencia y experiencia nos permite diseñar proyectos cooperativos más ambiciosos y liderar propuestas de grupos de fundaciones para poner en marcha proyectos en común.

¿Personas, patrimonio y paisaje seguirán siendo los tres ejes de la Fundación?

Esos tres ejes tienen que seguir vigentes en la expansión territorial de la Fundación. Como cuenta muy bien Peridis, cuando él era pequeño y jugaba entre las ruinas del monasterio Unamuno visitó Aguilar de Campoo y le sorprendió cómo el paisaje era maravilloso, pero el patrimonio estaba hecho un desastre y las personas no colaboraban mucho para cambiar la situación. El paisaje, la peña, la Montaña Palentina... siguen allí. Yo creo que la montaña más que un hecho geográfico es un hecho etnológico. Eso lo aprendí en mis años en Aragón: la montaña necesita al valle y los de la montaña tienen una forma de ser específica. Esas son las personas y ese es el paisaje, y esa realidad conlleva ciertas virtudes que son activos, que conciernen a la perseverancia y a la capacidad de subsistencia en condiciones difíciles.

¿Qué es lo que más le ha sorprendido de la Fundación desde su nombramiento como patrono en marzo?

La Fundación abarca mucho más que su vertiente estrictamente cultural: tiene las lanzaderas de empleo, las residencias de tercera actividad, la agencia de viajes… Por otra parte tiene equipos de personas muy capaces, gente muy joven que derrocha vocación por su trabajo. Y me ha sorprendido mucho su capacidad de resiliencia, ya que ha soportado bien el terrible terremoto de la COVID y eso demuestra que tiene cimientos muy potentes.

Ha superado la crisis de la COVID pero antes fue también decisiva para resistir a otro terremoto, el que supuso la extinción del modelo de cajas de ahorro, que llevó en 2014 a la fusión con la antigua Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León.

La institución fue capaz de ofrecer una solución estable a la encrucijada de la Fundación del Patrimonio, que fue un rompeolas de la gran crisis de las cajas de ahorros. En este momento las fundaciones son otra cosa, algo distinto de lo que eran hace treinta años, cuando eran un instrumento principalmente fiscal. Ahora se han convertido en un ‘hinterland’ de gestión del mecenazgo, y son capaces de articularse en torno a proyectos cuyo fin primero no es empresarial ni la obtención de un beneficio inmediato.

Ha comentado las fortalezas, pero ¿qué debilidades ha detectado en la Fundación?

Cuando ya alcanzas una cierta edad o estás pendiente de ello o incurres, incluso de modo involuntario, en algunas carencias. Yo creo que todo el mundo es consciente de esto. La Fundación no es mayor pero tampoco es joven, y tiene que saber hacerse más ágil. Es una de las más antiguas que hay en Castilla y León, lo cual es una ventaja, pero si no nos cuidamos como personas mayores puede ser también un riesgo. Debemos tener el espíritu joven que le es propio a todo aquel que quiera prosperar, tenga 40, 70 o 200 años.

¿Cómo marcha la elaboración del plan estratégico 2024-2026 de la entidad?

Estamos ante un trimestre clave para su culminación y es un momento decisivo porque vivimos tiempos de cierta intersección: ya terminó la pandemia, pero estamos expectantes ante lo que está por venir. Aún tenemos inflaciones muy altas y dicen que viene una crisis que no acaba de llegar, y eso hace que no acabemos de estar tranquilos.

¿En qué aspectos hará especial hincapié?

El fundamental, que antes ya citaba, es la consolidación de la Fundación en términos organizativos y económico-financieros. Por otra parte estaremos muy pendientes de la gran batalla de contenidos que se está produciendo, porque queremos que la Fundación sea capaz de resultarle útil a su entorno, con más eventos y publicaciones, con mayor presencia digital, y siendo capaces de escuchar más a los movimientos sociales para materializar lo que la sociedad nos demande. Y luego hay un tercer factor, que es que la Fundación no tiene alternativa sino crecer y seguir creciendo. El futuro no pasa por quedarnos donde estamos, sino por hacer más cosas saliendo y conectándonos fuera. Tenemos que tomar el testigo de los grandes retos que están por venir, como por ejemplo el año Gaudí que se avecina en 2026, con el centenario de su fallecimiento. Él hizo en Castilla y León dos de sus grandes trabajos y debemos ser conscientes de que nosotros podemos estar donde otros ya están.

Habla de crecer pero para eso sería también preciso incrementar el presupuesto de la Fundación.

Si crecemos con nuevos ámbitos de actividad y llegando a nuevos nichos de mercado será preciso crecer en todos los aspectos, está claro. Los nichos de mercado están ahí; lo que hay que saber es interpretarlos y ver de qué forma participar en ellos. Lógicamente, no se puede crecer con los mismos mimbres. Necesitamos hacernos hacer más grandes.