Política

Suárez Illana desmonta el trampantojo de la amnistía

"El debate que deberíamos estar abordando es otro mucho más importante y que hace referencia a la mismísima moralidad política de la medida"

Adolfo Suárez Illana
Adolfo Suárez IllanaIcalIcal

Soñar y opinar no es ilegal. Faltaría más. Por eso, el sueño del independentismo, no es ilegítimo ni ilegal; lo que si es ilegítimo e ilegal “es intentar imponerlo, quebrando la ley que nos dimos todos. Ese es el delito cometido, no soñar ni opinar”, así lo ha defendido, en las últimas horas, Adolfo Suárez Illana, de palabra y por escrito, con tan admirable rigor jurídico y lucidez, que me ha parecido valía la pena detenerse en sus reflexiones y darles una vuelta, por la claridad que aportan.

El debate sobre la constitucionalidad de la tan discutida amnistía “es un trampantojo. No tiene encaje en nuestra Constitución. Es una aberración jurídica”, en opinión de este abogado valiente que siempre ha estado allí cuando su partido lo ha necesitado, aunque fuera a costa de sus intereses personales. Sostiene Adolfo Suárez que, la aberración jurídica de una amnistía, ahora mismo, “no sería nada, en comparación con la magnitud de la inmoralidad política que alberga, especialmente para unas fuerzas de izquierda que defendieron, en su momento, la igualdad, la justicia y la ley”.

Por ello, sostiene, el debate que deberíamos estar abordando es otro mucho más importante y que hace referencia a la mismísima moralidad política de la medida. Porque La amnistía,” tal y como se utilizó en la transición, recordemos que fue la primera ley emanada de Las Cortes Constituyentes surgidas de las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977, es un instrumento jurídico para borrar aquellos delitos que, cometidos con intención política contra una ley antidemocrática en una dictadura, no pueden tener sanción en un sistema democrático”.

¿Quién podría no estar de acuerdo en esto? La esencia política de la amnistía, es borrar aquellos delitos cometidos contra una ley ilegítima, por dictatorial, en aras de alcanzar una ley democrática, una ley legitimada por el pueblo, en una votación limpia, libre y contrastada. “Esa ley, en España-recuerda Suarez-, se llama Constitución española, y fue votada y aprobada por la inmensa mayoría de los españoles en 1978, para asombro del mundo entero”.

Recojo, para rematar, en esta gacetilla, algo que destacabatambién ayer Suárez y que parecería importante no olvidar: El Partido Comunista de España, que había sido triste protagonista de la contienda (in) civil española, en 1956, veinte años después de su inicio, aludía ya al espíritu de Concordia en un documento titulado ‘Manifiesto por la Reconciliación Nacional’.

Manifiesto que, con toda razón, argumentaba que ya existía una generación de españoles que “no participó en la Guerra Civil, que no comparte los odios y las pasiones de quienes en ella participamos. Y no podemos, sin incurrir en tremenda responsabilidad ante España y ante el futuro, hacer pesar sobre esta generación las consecuencias de hechos en los que no tomó parte”.