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«La sanidad española invierte en investigación, pero luego no desarrolla el medicamento para el paciente»

Javier Padilla es médico de familia y acaba de publicar “¿A quién vamos a dejar morir?” (Capitán Swing), un ensayo crítico sobre el estado de la sanidad española tras el que hay 14 años de trabajo

El médico madrileño Javier Padilla, autor del libro "¿A quién vamos a dejar morir?", cuya presentación en Sevilla suspendió por el coronavirus
El médico madrileño Javier Padilla, autor del libro "¿A quién vamos a dejar morir?", cuya presentación en Sevilla suspendió por el coronavirusShooting _Serveis _Fotografics

Como JK Rowlling, la autora Harry Potter, Javier Padilla (Madrid, 1983), escribió su último libro «¿A quién vamos a dejar morir?» (Capitán Swing), en una cafetería. Aunque tiene nombre de thriller, es un ensayo sobre el estado de la sanidad pública española, tras el que hay 14 años de trabajo. Padilla es médico de familia y tiene tantas historias que podría escribir una saga sobre la sanidad española. La clave es encontrar tiempo. Es uno de los pocos hombres que tiene jornada reducida para cuidar a su hija y además, se ha metido en política, ha ido en las listas de Más País. La presentación de su libro en Barcelona coincide con el aniversario de la huelga de los médicos de familia que, un año después, denuncian que siguen sin tener tiempo para dedicar a sus pacientes la atención que merecen.

- ¿Qué problema tiene la atención primaria?

-Le llegan pocos recursos y no tiene el reconocimiento que merece. Los presupuestos en la atención primaria cada vez son más exiguos, sobre todo, si se compara con los de los hospitales, que captan dinero a través de la innovación tecnológica y la factura farmacéutica. Y esto hace que no se le dé el papel que merece. Los hospitales cuentan con gran tecnología e inversión para desarrollar medicamentos. En cambio, la principal tecnología que tiene la atención primaria es la humana. Y la tecnología humana necesita de un apuesta política para poder desarrollarse. Hoy, la eficiencia se consigue a base de apretar los recursos humanos con el riesgo de rebajar la calidad y dar pie a cometer errores. Urge cambiar.

-¿Por qué cuando llega la crisis, los recortes se ceban en la primaria?

-En los peores años de la crisis, en 2011 y 2012, la inversión en los hospitales se mantuvo constante. Esto no quiere decir que corriera el dinero como si fuera el Banco Central Europeo. Hubo un cambio cualitativo del gasto: aumentó el gasto destinado a tecnología y medicamentos, y disminuyó el gasto en personal. La crisis supuso una deshumanización del sistema sanitario, entendida como pérdida de capital humano.

-¿Qué otro diagnóstico hace del sistema sanitario español?

-Hay varios aspectos que fallan. Pero destacaría tres significativos. Uno es la incapacidad de generar conocimiento y recursos propios. El sistema tiene capacidad de generar investigación básica, pero no logra convertirla en un medicamento que llegue al paciente, de tal forma que acabamos pagando dos veces por un medicamento, cuando se lo compramos a la industria farmacéutica y cuando invertimos en forma de I+D. Otro problema es que tenemos un sistema sanitario tremendamente ineficiente porque es muy asistencialista. No hay una visión 360. Desarrollar políticas para atender la soledad en las personas mayores, por ejemplo, aporta salud a la población. Luego está la desnutrición crónica del sistema, a la que hay que sumar un sistema contracíclico. Si queremos un sistema público capaz de disminuir las desigualdades, sería mejor actuar de forma expansiva cuando hay crisis para amortiguar sus efectos y moderar el gasto cuando hay vacas grasas.

-Avanzamos hacia una sociedad más envejecida, con más enfermedades crónicas. ¿Un sistema diseñado hace 40 años es capaz de abordar ambos retos?

-Las necesidades han cambiado. Por ejemplo, es un error tratar a las enfermeras como hace cuatro décadas porque están más formadas. El sistema debería girar en torno a los cuidados. Hay que cambiar políticas preventivas por promotoras, en vez de luchar en negativo contra la posible llegada de una enfermedad, hemos de generar salud.

-Si uno fuma, en caso de caer enfermo, debería participar en el copago del tratamiento

-Uno tiene responsabilidades en base al catálogo de opciones que se presentan, pero ese catálogo no es igual para todo el mundo cuando nos encontramos de forma sistemática que las personas de renta más bajas y nivel educativo más bajo fuman, tienen una alimentación menos saludable y hacen menos ejercicio. Tenemos un sistema donde una persona no puede faltar un día al trabajo, si no tiene un papelito que lo justifique. En otros países de Europa, esto es visto como una barbaridad y sin embargo, una persona que se levanta con un cuadro gripal, tiene que ir al médico, esperar en una sala, contagiar a unas cuantas personas para conseguir el sellito del médico.

-¿La desigualdad se perpetua en la consulta?

-El perfil de renta más baja de Cataluña tiene una esperanza de vida diez años menor que el de renta más alta. La renta es un estratificador social, pero estas desigualdades sociales son presanitarias, se generan en la educación o los entornos habitacionales, antes de llegar al sistema sanitario. Ahí es donde se deben revertir las desigualdades.

-¿Seguimos sin tener una sanidad universal?

-El real decreto de 2012 expulsó de la sanidad a los inmigrantes indocumentados. A raíz de esta decisión política, aumentó la mortalidad en 70 personas al año. El real decreto de 2018 dejó la operatividad en manos de la Comunidades Autónomas, de manera que las que estaban de acuerdo con el decreto previo no incorporan el nuevo. Si finalmente hay Gobierno, una de las prioridades debería ser poner orden para universalizar el acceso a la sanidad. Para tener un sistema sostenible, hay que ser inclusivo, así se garantiza que las personas sean atendidas donde les toca y no como ocurre ahora que hay gente que acude a urgencias porque no tiene derecho a otro tipo de asistencia.

-Dice que la sanidad debe decrecer, que le sobra grasa

-Estudios sobre el tema, calculan que el 30% de la actividad sanitaria no aporta salud. El problema sería identificarlas para recortar en grasa y no músculo. La crisis disminuyó un 20% el gasto sanitario, pero el corte se hizo lineal. No tiene sentido gastar millonadadas en medicamentos para el alzheimer que no han demostrado que ser efectivos y que las familias se desvivan para acceder a ayudas para sus cuidados, cuando sabemos que ese cuidado aporta más salud.

-Entonces, ¿la sanidad necesita más presupuesto o desgrasar?

Es difícil saberlo. Cada comunidad gestiona un presupuesto. La diferencia entre el gasto sanitario por persona entre Andalucía y País Vasco es del 50%. En Andalucía, los gobernantes dicen que son muy eficientes, pero si esto fuera así, en Euskadi estarían tirando el dinero por la borda. Estas diferencias tienen un correlato en la realidad que no están justificadas por dispersión geográfica. España sale bien en la relación que hace la Unión Europea de gasto/eficiencia. Pero el gasto es bajo a expensas del gasto en personal. Los salarios son bajos y estas grandes eficiencias se consiguen a base de apretar los recursos humanos con el riesgo de rebajar la calidad y dar pie a cometer errores.