Cataluña

Laia Aguilar: «Queremos proyectar una imagen de felicidad que nos convierte en personaje»

La escritora y guionista ganó el Premi Josep Pla con “Pluja d’estels”

Laia Aguilar
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Vivimos en una especie de dictadura de la felicidad que nos lleva a no saber cómo comportarnos ante los momentos difíciles. Mientras colgamos imágenes en las redes de nuestros momentos alegres, ocurren al mismo tiempo la muerte, la enfermedad, el dolor, la crisis, el fracaso, pero eso no se quiere documentar, sino olvidar cuanto antes mejor para mostrar nustra mejor sonrisa. Eso obliga a mirar a otro lado y fingir que no existe problema alguno, lo que multiplica la vulnerabilidad del ser humano. Porque existe el dolor, existe el fracaso y existe la tragedia. Laia Aguilar es una escritora y guionista cansada de esta estúpida dictadura que ella ve por todas partes y sufre en sus propias carnes. Por eso ha escrito la novela «Pluja d’estels», que le ha servido para alzarse con el Premi Josep Pla. No está mal la ironía de vivir un momento de máxima alegría con una historia que critica los estragos de la dictadura de la felicidad.

-¿Cómo ha sido el salto a la novela adulta después de su éxito en las series y la literatura juvenil?

- La verdad es que no ha sido una idea preconcebida. Me interesaba hablar de un grupo de amigos que se reúne después de cinco años, momento en que sucedió un hecho trágico que los marcó a todos pero que la mayoría no quiere afrontar todavía. Es una novela que habla del paso del tiempo, de echar una vista atrás y no reconocerse, y para ello necesitaba adentrarme en la intimidad de los personajes, profundizar en sus motivaciones y ver qué les llevaba a reaccionar cómo lo hacían.

- Es una novela sobre todo de personajes

-Sí, no hay elementos de thriller ni ningún misterio que resolver, sólo cinco amigos que se reúnen en Port Lligat y entre salidas en barco, borracheras, cenas, bromas existe ese sustrato subterráneo que los está marcando y al que no saben cómo enfrentarse. Cada uno responde al mismo hecho de una manera diferente y a partir de esta idea irán desnudando su interior.

-¿Son personajes con muchas cosas que esconder?

- Son diferentes formas de enfrentarse al dolor. Lo que queda claro es que lo que dicen no se corresponde con lo que sienten. Esto se ve en los diálogos, que el lector puede ver que la mayoría de las veces son falsedades o llanas mentiras. El narrador omniescente me permitía jugar con estas dos caras.

-¿Ha sentido en primera persona esta dictadura de la felicidad?

- Claro, es imposible huir de ella, está en todas partes. Existe esta voluntad de proyectar nuestro rostro feliz, colgamos en las redes la mejor fotografía, prácticamente creamos un personaje que no existe, en una exosición pública que mezcla intimidad con espectáculo. Por eso somos más vulnerables ante las situaciones difíciles y preferimos fingir que no pasa nada. Esto es lo que les pasa a los personajes, que que ya no saben cómo seguir fingiendo que no pasa nada.

- ¿Es también, por tanto, un canto a la amistad?

- Sí, por supuesto. En mis novelas juveniles había hablado mucho sobre la familia y me apetecía hablar de otro núcleo fundamental en nuestra vida, estos amigos que son una familia contruída. Lo saben todo de ti y si quieren pueden ser realmente crueles. Te han visto hacer de todo y son tu apoyo principal. Y sin embargo, puedes ser incapaz de hablar de forma sincera de sentimientos con ellos. Vivimos en una época que parece que nos cuesta mucho hablar de emociones.

-¿Y es una historia generacional?

- No, o al menos no es lo que he pretendido, porque el problema que quería presentar nos sucede a todos, en cualquier momento. Tampoco tiene nada de autobiográfico, salvo mi incomodidad ante esta dictadura de la felicidad. Mis amigos de la universidad pueden estar tranquilos, no hablo de ellos, ni de otros grupos de amigos de la infancia.

- Las novelas de reencuentro de amigos son prácticamente un subgénero literario. ¿Ha tenido algunas en cuenta?

- La verdad es que en este sentido tengo más referentes cinematográficos, desde «los amigos de Peter», «Reencuentro» o «Pequeñas mentiras sin importancia». Me encanta la idea de encerrar a unos personajes en un espacio y ver cómo interactúan. La variación aquí está en el quién y el cómo. La novela transcurre en un solo día, desde que se encuentran por la mañana hasta que acaban en la playa de noche en esta lluvia de estrellas.

- ¿La concentración temporal ha sido difícil?

- Ha sido un reto porque te obliga mantener una tensión constante. He suprimido capítulos porque afectaban a este ritmo trepidante, pero sí que quería mover a mis personajes en un espacio en constante vibración.

-¿Tiene la siguiente novela en la cabeza?

- Ahora lo que quiero es disfrutar del premio e iniciar la promoción del libro, ver cómo respira. Se publica el 5 de febrero y estoy ansiosa a ver qué respuesta tiene.