Cataluña
¿Está bien odiar a tu familia?
La ficción siempre ha dejado claro que la idea que hay que amar a la familia por encima de todas las cosas es falsa y es la única que se atreve a señalar con el dedo a los miserables y dar libertad para despreciarlos
Cuando Tolstoi dijo que todas las familias felices se parecen, pero todas las familias infelices lo son en su propia manera, lo que estaba diciendo es que la felicidad homogeniza, es decir, diluye todo significado, borra todo valor, y tu familia ya no es ni siquiera una familia, sólo una felicidad. Por eso no importan las familias felices, porque niegan a la familia, la borran por completo. ¿Esto quiere decir entonces que sólo existen familias infelices? Según Tolstoi sí, según Tolstoi familia es infeliz en ruso por lo menos. El significado de familia en el diccionario debería ser infelicidad. ¿Está bien entonces odiar a tu familia? Siempre hay que odiar la infelicidad, porque es lo único propio que tienes, la felicidad es lo que te borra por completo, ya lo hemos visto. Así que quien no odia a su familia simplemente no la quiere y eso sí que es horrible. ¿Está bien no querer a tu familia? Allá tú, claro, pero lo que está más claro aún es que odiar no es lo mismo que no querer.
La vida tiene estas contradicciones. Para no querer a tu familia necesitas odiarla, es decir, darle un valor, devolverle una necesidad, y protestar ante ella. Por eso existen tantas y tantas novelas, películas, cómics, obras de teatro, incluso óperas sobre familias odiosas e infelices, porque la familia es importante, quererla es importante, y si para conseguirlo tienes que odiarla, pues la odias con toda tu alma y lo escribes y así le otorgas valor y su significado vuelve a tocar tu corazón, aunque sea sólo para rabiarlo, para acelerarlo hasta la catarsis y llorar y reír a un tiempo con la visita de tus familiares más cretinos.
Pensemos, por ejemplo, en la serie de novelas del pobre desgraciado Patric Melrose de Edward St. Aubyn. Melrose necesita odiar a su madre ausente y a su padre cruel y abusador. Toda la serie de cinco novelas no es más que un intento de redención del amor a partir del odio. Es decir, su única forma de poder creer en la familia, en la suya propia, en su mujer y sus hijos, es odiando a su infancia y otorgarle una importancia más allá del dolor, la humillación y el abandono. Y lo consigue porque odia a su familia con ligereza, pero con fruición, con determinación e incluso con furia.
La literatura está llena de familias odiosas. George Bernard Shaw lo tenía claro, «si no te puedes deshacer del cadáver escondido de tu familia, lo mejor que puedes hacer es hacerlo bailar». Está claro, hay que odiar a tu familia, hay que interpetar para todos ese odio, hay que darse cuenta que si existe el amor, entonces el odio tiene que ser algo así como su contrario, o sea, su efecto revelador. El odio es aquello que reafirma el amor, sin duda. Odiar a tu familia es reafirmar el amor a la familia.
Miremos a dos matrimonios con altos ideales y ambiciones de vida que se les escapan de las manos. Una es la de «Jude el oscuro», de Thomas Hardy. La otra es «Revolutionary Road», de Richard Yates. Los dos matrimonios acabarán por culpar a sus hijos de sus propia incapacidad para cumplir sus sueños. En la primera, los hijos tomarán la iniciativa y les demostrarán el horror de pensar así. En la segunda, la mujer tomará la iniciativa del horror y cuando se invoca al horror, nunca se sabe cómo se presentará. Sino, no sería horror. Las dos son absolutas obras maestras de la necesidad de odiar a la familia.
Aunque el horror de unos padres terribles llega al paroxismo en «Las vírgenes suicidas», de Jefferey Eugenides. Aquí las niñas protagonistas de la tragedia se ven incapaces de odiar a sus padres, de otorgarles valor real, y al intentar esa ficción de amor hacia unas personas terribles acabará por enloquecerlas hasta el horror y ya sabemos que cuando uno invoca al horror, nunca sabe cómo aparecerá.
El cadáver escondido
La madre Teresa aseguraba que lo único que podía hacer para promover la paz en el mundo era ir a casa y amar a tu familia. Y ya lo hemos visto, odiar y amar es el mismo sentimiento, así que la madre Teresa aseguraba que la único que podías hacer para promover la paz en el mundo era ir a casa y odiar a tu familia. ¿Alguien pone en duda la sabiduría y la bondad de la madre Teresa? La princesa Diana, gran amiga de la madre Teresa, decía que la familia era lo más importante de la vida. ¿Eso incluía la Reina de Inglaterra? ¿Y el príncipe Carlos? La princesa Diana se separó de Carlos porque creía que la familia era lo más importante de la vida.
A partir de aquí, la lista de familias disfuncionales y odiosas es múltiple, pero pocas tan reveladoras y espeluznantes como la de «Flores en el ático», de V. C. Andrews, que da inicio a la saga de la familia Dollanganger. El no amor de la madre es tan brutal que es capaz de encerrar a sus propios hijos en un ático. Ah, pero el odio de estos hacia su madre les devolverá la cordura y les hará más fuertes para intentar desvincularse de esa familia que no quiere, no odia, sólo baba.
En conclusión, la familia es de por sí, de forma abstracta, importante, así que hay que quererla, hay que querer esa idea de personas que están ahí para confortarte y procurar tu bienestar, así que todas las familias que no lo otorgan, todas las familias que designifican su valor, todas las familias odiosas hay que odiarlas con toda tu alma para volver a otorgarles valor, sentido y amor.
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