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¿La industria del porno tiene la solución a la monitorización de afectados por el coronavirus?

Desde hace más de una década, la industria estadounidense cuenta con un protocolo de análisis del sida a sus actores para conocer rápidamente positivos y saber sus contactos en las últimas semanas

El código QR de salud verde es como se denomina al pasaporte COVID en China.
El código QR de salud verde es como se denomina al pasaporte COVID en China.WU HONGEFE

El famoso código QR que está implementando el gobierno chino para monitorizar a la población y confinar inmediatamente a los casos que hayan podido tener contacto con un afectado despierta muchos interrogantes en el mundo occidental. ¿Rompe o no los derechos de privacidad de los ciudadanos? ¿Saber que están monitorizando todos nuestros movimientos, aunque sea por motivos de salud, no nos hace sacrificar demasiado nuestra idea de libertad?

En el caso de China, toda la población está obligada a tomarse la temperatura a diario y reflejar los datos en una aplicación popular, una especie de whatsup nacional. Allí, el gobierno informa con tres iconos de tu estado. El icono verde indica que puedes moverte con libertad. El icono amarillo indica que puedes haber entrado en contacto con un afectado, así que no puedes abandonar tu casa en siete días. El icono rojo indica que ese periodo se aumenta a 14. Nadie podrá volver a salir hasta que el icono vuelva a ponerse en verde.

¿Qué ocurriría si estos protocolos fueran hackeados poniendo en riesgo la información recogida por el sistema? Esto es lo que ocurrió con la industria del porno, cuando en 1998 empezó a recoger, en un protocolo de sanidad propio, los datos de los actores y actrices de la industria. Auspiciado por la ex actriz Sharon Mitchell, se estableció la Fundación de Atención Médica para Adultos (AIM), que creó un monitoreo de la actividad profesional de los intérpretes porno y la obligación del test del sida cada 30 días. De esta forma, si alguien daba positivo, se podía rastrear sus contactos del último mes y poner en cuarentena a los afectados hasta certificar su daban o no positivo. El problema surgió en 2011, cuando un ataque informático hackeó la cuenta e hizo público el estado de salud de hasta 12.000 actores.

Esto obligó a la cancelación de un sistema imperfecto ya que no era obligatorio y se centraba en la industria californiana prácticamente. Aún así, los casos cayeron exponencialmente. Algunos actores trabajaban en Europa, donde no había control alguno, cuando no querían participar en una monitorización tan estricta. Eso sí, al caer la AIM, surgieron nuevos modelos más seguros que pasaron a ser aplicaciones móviles como el Performer Availability Screening Services (PASS), creado por la Free Speech Coalition. Los actores pueden demostrar a través de la aplicación que han dado negativo en los tests y esa información llega a los productores a través de una página web segura bajo contraseña.

¿Cuál es el nivel de seguridad exigible para asegurar que no puede haber ninguna brecha en estos códigos QR? Todavía es difícil cuál puede ser el protocolo a seguir para monitorizar a los asintomáticos y minimizar futuros contagios de la enfermedad. El ejemplo chino parece complicado, pero también se decía que sería imposible confinar a toda la población en países occidentales. Cuando estalló el brote de Wuhan y 760 millones de chinos fueron encerrados en sus casas, nadie creyó que medidas así pudieran implementarse con éxito aquí. Pero la necesidad crea imperativos que rompen con cualquier pensamiento preestablecido. ¿Necesitamos monitorizar ahora a la población para poder desconfinarnos? Los expertos dicen que sí. Veremos.