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Desescalada: ¿Cómo puedo hacer que mis vecinos respeten el distanciamiento social?

Cuando las calles vuelve a abrirse a niños y corredores, crecen las dudas de cómo hacer que los demás respeten los límites marcados por el desconfinamiento

Coronavirus disease (COVID-19) outbreak in Arnhem
Pruebas de los nuevos protocolos para poder comprar en un McDonaldsPIROSCHKA VAN DE WOUWReuters

El pasado domingo, Clara salía con su hija a pasear por primera vez en 45 días. Su marido se había quedado en casa ya que el Gobierno había dicho que sólo podía ir un adulto por, como máximo, tres niños. Cuando llegaron a la calle, se preguntaron, sinceramente, si eran idiotas. Allí había gente por todas partes, familias enteras que se reunían juntas, incluso personas de la tercera edad conversando con jóvenes madres que les mostraban a sus hijos recién nacidos. Clara cogió de la mano a su hija e intentó ser ajena a las multitudes que veía alrededor, pero respetar la distancia de seguridad se hacía cada vez más difícil.

En más de una ocasión llamó la atención de alguna persona que sintió que invadían su espacio de seguridad hasta tal punto que ya no sabía se estaba siendo una de esas “brujas amargadas" de las que se ríen en las películas o de verdad tenía un problema que buscar una solución. Intentó mantener la calma en todo momento, pero al final no pudo más que chillar a una señora mayor que parecía querer seguir a su hija. “¡Señora, no se acerque más, por favor!”, exclamó. La mujer se quedó blanca, avergonzada. Estaba claro que no tenía muy claro qué podía hacer y qué no y que la llamasen la atención le hizo sentir mal.

¿Cómo podemos pedir a nuestros vecinos que respeten el distanciamiento social sin dar por sentado nada y con educación? Según los psicólogos, las reglas del distanciamiento social están evolucionando día a día y dependen, en cierta medida, en cómo las personas a nuestro alrededor las interpretan. Es decir, lo importante no es tanto tener una idea clara de nuestros valores, sino ser capaces de valorar el contexto en que nos movemos y adaptarnos a ello.

Por ejemplo, las mascarillas son recomendables en todas las situaciones, pero no son obligatorias, así que si vemos a alguien cerca nuestro sin mascarilla, no podríamos recriminarle nada. Podríamos no estar de acuerdo con su opción de no ponérsela, pero no podríamos recriminarle falta alguna. En primer lugar, porque no sabríamos el motivo que le lleva a no llevar mascarilla. Quizá no tiene y va a recoger una a la farmacia; quizá sufre de algún tipo de alergia al tejido o quizá acaba de caérsele al suelo y ha preferido no recogerla por temor a contagiarse. “En circunstancias de estrés, no podemos dar por sentado nada, así que nuestra capacidad de juicio a de ponerse en cuarentena y no actuar al primer impulso”; asegura el psicólogo Fernando García Mayoral.

Habrá otras veces que la confrontación sea inevitable, y estará bien señalar la infracción de convivencia. Lo primero que hay que intentar a la hora de interactuar con nuestros vecinos irresponsables es comprobar nuestros niveles emocionales y de ansiedad. Los psicólogos recomiendan tomar aire cinco veces con una respiración profunda y empezar a hablar con calma, “como si tu cabeza estuviese volviendo a tu cuerpo”. Porque los impulsos de rabia a veces provocan la sensación de pérdida de control, como si te estuvieses iendo lejos de ti mismo, y eso es lo que hay que evitar. Una persona en calma siempre tiene más legitimidad de dar lecciones que otra que está gritando, que evidentemente ha perdido el control.

Por lo tanto, a la hora de hablar siempre hay que hacerlo con educación para que el otro no vea en ti a un antagonista, sino a un igual. Con el inicio de la conversación, hay que apelar a los intereses comunes y centrarse en lo que tú sientes y no censurando su comportamiento. Hay que recordar que todos estamos “viviendo juntos” esta nueva experiencia y esta “nueva normalidad” y que el bien común es que todos sintamos los mismos niveles de seguridad y confort.

Ahora bien, nadie es el policía de nadie. Si a pesar de nuestras amables señalizaciones, nuestros vecinos persisten en su actitud o incluso la exageran, lo más aconsejable es aplazar la conversación para el día siguiente. Entonces, ellos habrán tenido tiempo de procesar nuestras quejas y comprobar que no era invasivas con sus libertades, con lo que lo más seguro es que sientan cierta vergüenza. Si volvemos a insistir al día siguiente, su actitud será otra.

Si todavía no reaccionan, ya puedes plantear el problema de forma más directa. A partir de aquí es cuando se puede llegar a la denuncia. Lo que está claro es que todos estamos sufriendo el estrés de tener que adaptarse a esta nueva realidad y tenemos que hacer frente juntos al problema para no convertir el nuevo mundo en un estado policial.