Cataluña
El misterio de las manos cortadas de Perón
Pervive el enigma sobre uno de los robos más extraños en la historia reciente argentina
En julio de 1987, Argentina trataba de renacer de las cenizas de la dictadura militar. Tras unos años oscuros marcados por una represión que se llevó por delante a numerosos desaparecidos, el país luchaba con fuerza por mostrarse ante el mundo como una democracia presidida por Raúl Alfonsín. Fue en ese momento cuando Argentina quedó impactada por un oscuro suceso que nunca ha logrado ser esclarecido. Habían transcurrido trece años desde la muerte del general Juan Perón, uno de los grandes símbolos de la historia reciente del país americano, y fue este el objetivo de un hecho tan misterioso como absurdo.
En algún momento de ese mes, un grupo de cinco o seis personas entró en el mausoleo donde descansaba Perón, en el popular cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires. Durante horas, probablemente días, estuvieron trabajando como si de operarios del camposanto se trataran hasta lograr abrir la bóveda con varios cristales blindados donde el hombre que había dirigido Argentina estaba enterrado. Una vez abierto el féretro, arrancaron con una sierra las manos al cuerpo sin vida y las hicieron desaparecer, al igual que su sable y su gorra de general. Nunca ha vuelto a aparecer nada de lo sustraído en esos días. Lo que sí ha pervivido es el estupor y la indignación por aquel suceso.
Muchas han sido las teorías sobre los autores materiales. Lo único cierto a día de hoy es que al poco de saberse que a Perón le habían robado las manos, tres antiguos colaboradores del general y político recibieron una carta firmada por Hermes IAI y los 13, un grupo que reclamaba ocho millones de dólares como rescate a cambio de devolver todo lo robado. Como prueba de que decían la verdad, cada misiva iba acompañada del fragmento de una carta de María Estela Martínez de Perón, su viuda, dedicada a su marido y que se encontraba junto a la tumba. No se pagó y empezaron las especulaciones sobre quiénes podrían ser los autores, cada una de ellas más absurda. Una de las que hizo más fortuna tenía tintes esotéricos y hablaba de la implicación de la logia masónica P2, dirigida por el misterioso Lucio Gelli, un nombre que aparece en no pocas intrigas, desde el asesinato de Aldo Moro a la muerte del Papa Juan Pablo I. Igualmente se ha señalado el móvil económico argumentando que las huellas digitales de Perón habrían permitido el acceso a las cuentas corrientes que el general tendría en Suiza o, incluso, un anillo encriptado que había en una de las manos. Sin embargo, las autoridades financieras helvéticas hace tiempo que desmintieron que Perón tuviera dinero en ese rincón de Europa.
Argentina ya tenía tras de sí una extraña relación con los cuerpos sin vida de algunos de los personajes más sobresalientes de su historia durante el siglo XX. El de Evita, el símbolo del peronismo, fue embalsamado y estuvo preservado en Buenos Aires hasta que Perón tuvo que huir al exilio en 1955. El nuevo gobierno militar decidió esconder a Evita enviándola a una tumba con nombre falso en un cementerio de Génova (Italia) durante catorce años. Pasado ese tiempo y como muestra de buena fe, se entregó el cadáver de Evita a Perón en su domicilio de Madrid donde se dice que fue víctima de algunos extraños rituales. El militar, ya enfermo, volvió a su país como jefe de Estado, pero al cabo de diez meses en el poder murió el 1 de julio de 1974. Evita se quedó en Madrid, pero los montoneros -una organización armada peronista- secuestró el cadáver del general Pedro Eugenio Aramburu, el presidente argentino opuesto a Perón. Como rescate se pidió el regreso del cuerpo de Evita. Y finalmente así se hizo.
El caso de las manos de Perón ha provocado varias muertes en extrañas circunstancias. Tras conocerse la noticia del robo, todo este asunto fue investigado por el juez Jaime Far Suau. A lo largo de 17 meses intentó separar las muchas pistas falsas de las pocas auténticas, además de entrevistar a todos los testigos posibles. Tras mucho tiempo dedicado a indagar sobre este tema y conocer no pocas amenazas de muerte, Far Suau decidió tomarse unos días de descanso. Al regresar de esas vacaciones, él y su pareja murieron en un extraño accidente de automóvil. Se afirma que las ruedas fueron manipuladas, infladas con gas.
La cosa no acaba aquí. Una mujer que acudía regularmente a la Chacarita a llevar flores al general y que vio cosas extrañas en torno a la tumba en los días del robo fue asesinada de una paliza, al igual que uno de los guardianes del cementerio. Asimismo la documentación de la investigación judicial fue robada y nunca ha vuelto a ver la luz. Si queremos más misterio, la CIA ha admitido que guarda papeles sobre el caso, pero siguen pesando sobre ellos el sello de “secreto”.
Hoy todavía nadie sabe dónde están las manos de Juan Domingo Perón.
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