Economía

Industria 4.0., ¿oportunidad para relanzar la economía?

Los expertos destacan las bondades del sector secundario, pero enfatizan en la necesidad de invertir en formación e infraestructuras y abaratar costes energéticos para potenciarlo

Economía/Motor.- Nissan confirma el cierre de la planta de Barcelona, con cerca de 3.000 empleos directos
Planta de Nissan en BarcelonaNISSAN (Foto de ARCHIVO)01/01/1970larazonNISSAN

La crisis del coronavirus y el cierre de Nissan han destapado de nuevo la debilidad de la industria española. Descapitalizado y sin un entorno favorable, el sector secundario español lleva años perdiendo fuerza -ahora representa en torno al 16% del PIB cuando a inicios de siglo estaba cerca del 19%-, circunstancia que también repercute sobre la economía en su conjunto porque, si algo aporta la industria, es competitividad, productividad y empleos de calidad –genera clase media-. Son muchas las causas que explican este declive, aunque también hay margen para la esperanza en el futuro: expertos consultados por este diario atisban oportunidades en la industria 4.0 -cuarta revolución industrial, caracterizada por la automatización de los procesos productivos- para que España pueda situarse entre los países punteros y el Gobierno la sitúa como “palanca” para relanzar la economía tras la emergencia sanitaria.

La industria ha vuelto al centro del debate tras años en el olvido, pero ¿por qué es tan importante? “La industria es motor de igualdad social porque genera riqueza real y, acompañada de políticas redistributivas, mejora el entorno social. También genera empleo de calidad y estable: la mayoría de productos industriales requieren de personal cualificado y estable porque no puedes cambiar a un trabajador cada medio año y formar a otro”, explica el secretario general de CCOO de Industria en Cataluña, José Antonio Hernández.

Eduard Calvo, profesor de IESE en Barcelona y experto en industria, también se posiciona en la misma línea: “La industria es muy importante para lo que necesita un país, que es clase media. En la industria, el sueldo de entrada de un operario –en torno a 20.000 euros- se parece al sueldo de entrada de un ingeniero, aunque luego el recorrido laboral de uno y otro sea diferente. También es importante el efecto tractor que tiene sobre la economía – sobre operadores de logística, consultoría u hostelería de apoyo-.”. “La capacidad de generar valor añadido de la industria es muy grande y mucho mayor que en otros sectores. Es la industria lo que te hace crecer como país”, apunta el Catedrático de Economía en la Universitat Rovira i Virgili, Josep Maria Arauzo.

Todos reivindican el valor de la industria –ahora incuestionable-, aunque también advierten de la necesidad de crear un marco propicio para atraer inversión o que las propias compañías españolas crezcan y ganen competitividad. El objetivo es mejorar el peso del sector secundario para que alcance el 20 por ciento del PIB, como marcan los objetivos europeos. Entre el abanico de condiciones para favorecer la actividad industrial aparecen el abaratamiento de los costes energéticos, cambios legislativos o recursos humanos cualificados.

Los tres expertos consultados destacan, por encima de todo, la necesidad de volcar recursos en formación -Formación Profesional- para generar mano de obra cualificada, sobre todo, de cara a la industria 4.0., que ya es una realidad. Es tal el déficit y tan necesario hacer esfuerzos en esta línea que Calvo (IESE) apunta, por ejemplo, a la falta de operarios de CNC (máquinas de control numérico), que “van súper buscados”. En este sentido, el profesor también alerta sobre la falta de “prestigio social” de la industria: “Doy clases en nuestro programa MBA y los estudiantes se decantan por las finanzas, la consultoría o la emprendeduría, mayoritariamente. Pero ninguno me dice que quiere dedicarse a la industria. Eso es preocupante”.

Hernández (CCOO) cree que hay que ajustar la formación profesional a las necesidades de la industria. “En el momento que estamos, avanzando hacia la industria 4.0, es fundamental apostar por la formación. No solo porque sea necesaria más mano de obra, sino porque la que tenemos actualmente va a requerir de formarse permanentemente. Muchas de las competencias requeridas en los próximos cuatro años aún se desconocen”, añade. “La inversión en trabajadores formados es básica para evitar estrangular la capacidad de crecimiento que tiene la industria”, considera Arauzo (Universitat Rovira i Virgili), quien también avisa de problemas de ámbito salarial: “No hay una cultura de remunerar la mano de obra cualificada y esto también es parte del problema. Si no das incentivos salariales, la capacidad de atraer personal cualificado es menor”, agrega.

Por tanto, la mano de obra cualificada es un factor clave para el porvenir industrial, pero ¿cuál es el potencial de España para impulsar su sector manufacturero en los próximos años? "Si no hubiera habido la crisis del coronavirus, las tendencias de largo plazo nos favorecen porque la industria va hacia el modelo del 4.0.”, expone Calvo, quien cree que nuestro país reúne buenas condiciones para atraer inversión extranjera. Por un lado, porque los costes laborales serán menores que en los países de nuestro entorno. Por otro, por la ubicación geográfica de España, ya que las fábricas se instalarán en lugares donde los productos “no tengan que viajar mucho” y la economía europea está orientada al consumo. Asimismo, el profesor de IESE advierte de que la nueva industria requerirá cada vez de más energía y aboga por un abaratamiento de los costes: Calvo prevé que los costes energéticos superarán a los costes laborales porque “las máquinas consumirán más”.

Hernández, por su lado, cree que España tiene una “gran oportunidad” en la industria 4.0., aunque cree que es necesario que haya más empresas de matriz española.

En este sentido, ¿dónde cabe situar el origen de la descapitalización industrial (pérdida de empresas españolas)? Arauzo lo situaría en 1986 con el ingreso de España en la Unión Europea y la apertura a la economía global, porque ahí es cuando los centros de decisión empezaron a dispersarse por el mundo -muchas empresas fueron adquiridas por grupos multinacionales-: "Ahora es difícil encontrar una sociedad que tenga plena autonomía de decisión y no tenga una interferencia de capital exterior”. Ante este escenario y tras el anuncio del cierre de Nissan, la pérdida de soberanía industrial se ha convertido en uno de los principales asuntos de debate.

Arauzo, sin embargo, cree que ahora “no es necesario” empezar de cero -es decir, crear nuevas empresas o nacionalizar, como han sugerido algunos grupos políticos durante los últimos días- y considera que hay margen para un retorno de la actividad industrial ya existente tras la crisis del coronavirus. En este sentido, apunta a la industria 4.0. y a los problemas que ha dejado al descubierto la emergencia sanitaria. “Con la Covid-19 ha habido muchos problemas en las cadenas de suministro. Se ha comprobado que es mucho más difícil servir a los mercados cuando tienes las fronteras internacionales cerradas. La idea sería recuperar aquella parte de la industria más intensiva en conocimiento que perdimos hace años”, afirma. “Es decir, aquellas empresas que deslocalizaron y se fueron a China o sudeste asiático han notado un ahorro de costes, pero han tenido también más problemas de coordinación y de calidad para servir en un mercado europeo", añade.

Y, ¿en qué sectores? El catedrático de economía cree que en sectores como la robótica, nuevas tecnologías o equipamientos médicos, donde se necesitan “operarios cualificados”. En cambio, “sectores tradicionales como metales o los muebles” es “muy difícil” porque son sectores donde la mano de obra cualificada “no es tan importante”.

Para Hernández, la receta es encontrar el equilibrio entre crear un entorno favorable para la inversión y poner todas las dificultades posibles para la deslocalización -es decir, para evitar que suceda lo que ha ocurrido con Nissan-. Así, por un lado, apuesta por un plan industrial general con inversiones en infraestructuras para que los productos puedan circular de forma ágil, en formación para tener personal preparado para los retos y en un marco energético que dé seguridad y estabilidad para atraer a las empresas. “Así das un mensaje a las empresas de que es rentable invertir. Las multinacionales no invierten o dejan de invertir por el marco legal –fiscal o laboral-. Es un problema de retorno de la inversión”, afirma. Por otro lado, y a cambio de toda esa inversión pública, exige una normativa laboral “que no facilite la desinversión”.

En este sentido, Hernández asegura que en nuestro país es mucho más asequible que se marchen las empresas, ¿por qué? Por ejemplo, compara a España con Francia: allí, para cerrar plantas tienes que empezar a trabajarlo con un año de antelación. “Necesitas autorización de la autoridad laboral y tienes que presentar un plan sobre qué va a pasar con los trabajadores y la capacidad productiva”, asegura. En cambio, aquí en España, lamenta que con notificar al comité de empresa un mes antes, ya es suficiente. Y si la empresa y los trabajadores no llegan a un acuerdo sobre el cierre en un mes, “deriva en la vía judicial”, pero, en ningún caso, la autoridad laboral -la administración pública- puede impedir el cierre tras la reforma laboral de 2012.

En este punto, Calvo subraya que la “hiperregulación laboral y fiscal” sí que influyen –es decir, el anuncio de la derogación de la reforma laboral es una andanada en este sentido-. Además, y pese a las dificultades aparentes para ganar soberanía industrial, el profesor de IESE también apuesta por las empresas españolas, aunque advierte de déficits importantes. Por ejemplo, el tamaño medio de nuestras compañías industriales es “mucho más bajo” que el de países de nuestro entorno. "Eso es un lastre para la competitividad, porque una empresa pequeña no se puede permitir según qué proyectos o inversiones que mejoran su capacidad de crecer”, afirma.

Una de las razones que atribuye a esta circunstancia es la poca tradición de las empresas familiares a dar entrada en el capital a accionistas exteriores que puedan darle un impulso a la compañía. “En otros países se deja entrar a alguien con un 30 por ciento, que está un tiempo, gana su rentabilidad y después entra otra”, explica. “Estamos a años luz de países de nuestro entorno, sobre todo, en cuanto a gobierno corporativo. Lo normal es que en una compañía de tamaño medio haya una desvinculación clara entre propiedad y gestión”, concluye.