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“En otoño no tiene por qué haber más covid, habrá más sospechas. Hay que reforzar la atención primaria para evitar otra oleada ”

Pedro Gullón, epidemiólogo y médico especialista en salud pública, es coautor junto a Javier Padilla, de "Epidemiocracia. Nadie está a salvo si no estamos todos a salvo", que reflexiona sobre el origen de las epidemias y edita Capitán Swing

Pedro Gullón es epidemiólogo y médico especialista en medicina preventiva y salud pública. Ha escrito "Epidemiocracia" junto a Javier Padilla donde reflexiona sobre el origen de las epidemias, que edita Capitán Swing
Pedro Gullón es epidemiólogo y médico especialista en medicina preventiva y salud pública. Ha escrito "Epidemiocracia" junto a Javier Padilla donde reflexiona sobre el origen de las epidemias, que edita Capitán SwingCristina Candel

La historia de cómo se escribió «Epidemiocracia. Nadie está a salvo si no estamos a salvo todos» (Capitán Swing) daría juego para rodar uno de los cortos de la serie «Relatos con-fin-a-dos», en AmazonPrime. La cuarentena sorprendió a Pedro Gullón y Javier Padilla cuando acababan de trazar el esquema de su nuevo libro, una obra en la que reflexionan sobre las epidemias y sus causas. Lo escribieron a cuatro manos, por skype y con nocturnidad, para que Padilla pudiera cuidar a su hija, que para eso tiene jornada reducida. Ambos son médicos de las dos especialidades más castigadas por los recortes. Padilla es médico de familia en la atención primaria y Gullón es epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva y salud pública. Hace un tiempo estudiaba cómo los elementos físicos de la ciudad influyen en las desigualdades sociales en salud, ahora se pasa el día hablando del nuevo coronavirus. Las diferencias no son tantas. Las epidemias no salen de la pipeta de un científico, parten de unos contextos sociales y políticos concretos. Y «comprender este sustrato político, económico, sanitario y social es clave para analizar cómo afectan», resume Gullón.

-Los expertos en salud pública y epidemiólogos hace años que advertís de la posibilidad de que un virus cause una pandemia. ¿Qué abono ha tenido el SARS-CoV-2 para convertirse en global?

-En el mundillo de la salud pública se hablaba de la posibilidad de una pandemia causada por un virus tipo gripe. En los últimos años hemos tenido avisos, el MERS, el SARS o la gripe aviar. El sustrato del que parten estos virus y el nuevo coronavirus es similar. Hay tres aspectos fundamentales. En primer lugar, la invasión de ecosistemas provoca una interacción entre ser humano y naturaleza que hace que enfermedades que tienen algunos animales salten a las personas con más facilidad. Pero además, como vivimos en un mundo globalizado y somos muy dependientes de los viajes internacionales, tanto para turismo como para negocios, al final, una enfermedad que surge en un mercado de China, en dos semanas la tienes en todo el mundo. Y, por último, hay que comprender cómo el sistema sanitario responde a una enfermedad. Los países asiáticos tenían la experiencia previa con el SARS o la gripe aviar y estaban más preparados. Pero en general, en los últimos diez años, los sistemas sanitarios europeos han descapitalizado los servicios de salud pública porque cuando funcionan y las enfermedades están controladas parece que sean servicios poco necesarios.

- En “Epidemiocracia”, preferís hablar de poblaciones “supercontagiadoras” más que de individuos “supercontagiadores”. ¿Qué características tiene España para ser uno de los países más golpeados por la primera ola del virus?

-No es casualidad que el virus llegara primero a Italia, Francia y España que son tres países que reciben 40 millones de turistas al año. Esto nos hace vulnerables. Pero además, España no supo dar una respuesta adecuada al virus antes del confinamiento. Falló el rastreo porque los servicios de salud pública estaban famélicos. Salud Pública llegaba con al lengua fuera sólo con la notificación de las enfermedades de declaración obligatoria y el sistema de rastreo no fue capaz de lidiar con un aumento de la demanda. A Italia le pasó lo mismo.

- Y ¿por qué España está otra vez a al cabeza de países en los que el virus se expande con más fuerza ?

- El sentido de la desescalada más que con reducir la vida social tenía que ver con reforzar los servicios de salud pública. Se debía de contratar a los famosos rastreadores, reforzar la salud publica y la atención primaria. En mayo y junio, cuando los rebrotes eran pequeños, el sistema funcionó bien. Pero algunas regiones donde no hicieron un refuerzo suficiente, no fueron capaces de controlar los contagios. Cuando un brote se descontrola y hay casos más allá del foco, ya tienes la famosa transmisión comunitaria. En sí, que haya numerosos brotes no es tan preocupante, como que en Barcelona o Madrid haya un aumento de casos de origen desconocido. El descontrol se debe a que no se ha reforzado el sistema sanitario, aún estamos a tiempo.

-Los brotes de Lleida y L’Hospitalet parten de focos donde hay precarización. ¿Es una muestra de que el virus entiende de clases?

- Las condiciones en las que viven los temporeros de Lleida o familias de un barrio obrero de L’Hospitalet hacen que tengan más riesgo de contraer la enfermedad si alguien cercano se contagia. Además, tienen más riesgo de enfermar. Una diabetes o la obesidad también siguen un patrón social y pueden complicar una covid. Además, tendrán más riesgo de sufrir las consecuencias sociales y económicas que deje la crisis sanitaria.

-En 2011, se aprobó una Ley General de Salud Pública que acabó en el cajón. ¿Sigue sin entenderse que prevenir la obesidad o epidemias a largo plazo ahorra costes?

- Salud Pública es el servicio que más se redujo con los recortes porque la prevención no tiene efectos inmediatos Ahora, tampoco hay que caer en la tentación de reforzar sólo la vigilancia epidemiológica, porque las políticas preventivas salvan vidas y ahorran costes a medio y largo plazo.

-Si fuera asesor de Salvador Illa, ¿qué le diría que debe hacer para controlar los brotes en otoño?

- En otoño, no tiene por qué haber más casos de covid, pero sí habrá muchos más casos sospechosos de covid, porque aparecerán enfermedades estacionales que tienen síntomas similares como resfriados o gripes. Habrá más presión sobre la atención primaria y sobre los laboratorios. Hay que anticiparse: huir de la tentación de construir camas de UCI hasta el infinito, mejor ampliar en función de la demanda y reforzar la primaria.

-¿Qué más hay que reconstruir?

-Es necesario un «Public Health New Deal», un acuerdo de país para reformar a salud pública basada en nuevos derechos, de modo que, la siguiente epidemia nos coja preparados o incluso podamos frenar su aparición. Todas las políticas tienen un efecto en la salud, una medida que ofrece recursos económicos a personas necesitadas puede hacer mucho por su salud. La mayor medida sanitaria de este Gobierno es la aprobación del Ingreso Mínimo Vital.

-La crisis sanitaria ha descubierto otras crisis, pero también un trato injusto a ancianos y niños.

-La crisis sanitaria se encuentra dentro de una crisis social y económica, que interaccionan con una crisis ecológica y la crisis de cuidados. La covid-19 ha destapado crisis que ya existían. Hace años que las residencias son lugares con unas condiciones bastante precarias. Las desigualdades en salud no sólo afectan por clase social, también afectan por género y edad. Hemos creado unos sujetos de derecho, las personas en edad productiva y hemos dejado fuera de la desescalada a los preciudadanos, los niños, y a los postciudadanos, los ancianos. Y ahora, con los rebrotes se está criminalizando a los jóvenes y no todo es mascarilla y botellón.

-Cuando haya vacuna, no habrá para todos. Como epidemiólogo, ¿ha pensado a quién debe administrarse primero, después de los sanitarios?

-Hemos puesto unas esperanzas enormes en la vacuna, pero no sabemos qué efectividad tendrá, aún soy escéptico. Y una vez la tengamos llegan las dos preguntas: cómo la producimos y cómo la repartimos. Hay una percepción diferente en cómo nos gustaría repartirla y lo que va a ocurrir. Deberíamos pensar en algún sistema de justicia global, porque los países europeos, por ejemplo, podemos recurrir a confinamientos u otras herramientas que aunque tienen impacto económico, sirven para contener los contagios. En cambio, países que dependen de una economía informal no pueden recurrir a estas medidas porque la gente enferma no tiene cobertura alguna. Países como Méjico o Perú deberían ser prioritarios. Pero creo que habrá un reparto a dos o tres velocidades, aunque la respuesta a un virus global, debe de ser global.