Sin president
La última vía de ERC: pacto en diferido
Los republicanos piden atar la investidura y seguir negociando después para sumar a JxCat. Ultimátum de la ANC a falta de 9 días
«Unas nuevas elecciones no las quiere nadie, nadie». Es la frase más repetida la semana pasada en los pasillos del Parlament por parte de ERC. Tras ganar la partida a JxCat e imponerse en su particular lucha en las elecciones del 14 de febrero, los republicanos no quieren ni oír hablar de un nuevo paso por las urnas. Tocan la Generalitat con la punta de los dedos después de su primera victoria parcial ante la posconvergencia en unas autonómicas y reclaman la investidura de Pere Aragonès.
Sin embargo, la ruptura entre ambos partidos por el mando del «procés» que exige Carles Puigdemont y la estrategia a seguir en el Congreso han abocado a Cataluña a un escenario límite: quedan 9 días justos para que se convoquen elecciones de forma automática si el miércoles 26 no hay president. Una cuenta atrás endiablada a la que ERC se enfrenta con las negociaciones bajo mínimos, las posturas enconadas –Esquerra busca un Govern en solitario y el apoyo externo del partido de Puigdemont, mientras los posconvergentes fijan como línea roja entrar en el Ejecutivo y no cederán sus votos «gratis» para la investidura de Aragonès–, varios escollos por resolver y las últimas cartas encima de la mesa si nadie cede.
Una de ellas la apuntó el dirigente Sergi Sabrià, miembro del equipo negociador de los republicanos, el viernes en una entrevista a «El Nacional» y la ratificó la portavoz del partido, Marta Vilalta el sábado: que JxCat apoye la investidura de Aragonès –algo imprescindible para que salga adelante–, arrancar en solitario y plantear la «posibilidad» de sumar a los posconvergentes en el Ejecutivo después. Vilalta habló de «seguir negociando», aunque Sabrià puso un ejemplo concreto, el del Gobierno vasco de 2001 que incorporó a IU/EB dos meses después de la investidura de Ibarretxe.
De hecho, en ERC siguen apostando por gobernar en solitario, aunque remiten a las palabras de Aragonès de que negociará con todas aquellas formaciones que den apoyo a su investidura y se acogen al pacto de mínimos atado con JxCat y la CUP para defender su postura: impulsar un «espacio para el debate de la estrategia independentista –el gran escollo– más allá de la gobernabilidad», una «base» para «desencallar el inicio de legislatura». Los republicanos también se escudan en el acuerdo de reciprocidad alcanzado con el nombramiento de Laura Borràs como presidenta del Parlament y Aragonès apuntando hacia la Generalitat.
Llegados a este punto, los acontecimientos se precipitarán conforme avance la semana. El calendario requiere pericia y agilidad y los tempos coinciden con la segunda fecha en el horizonte de ERC: el 20 de mayo. Un día después, el viernes 21 debería celebrarse el primer debate de investidura si se prevé ir a dos rondas de votación –la primera requiere mayoría absoluta y la siguiente, simple– para escoger a Aragonès, quien debe dar el paso y pedir a la presidenta del Parlament, Laura Borràs, que inicie la ronda de consultas pertinente. En este caso, la segunda votación tiene que producirse dos días hábiles después de la primera. Sin embargo, el lunes 24 es festivo y la sesión pasaría al miércoles 26, justo en el límite. Eso sí, existe la posibilidad de que Borràs habilite la cámara para celebrar el pleno en día festivo. Los últimos precedentes son las investiduras de Puigdemont (en domingo) y de Quim Torra (la primera sesión en sábado). O que el independentismo apure con un solo debate y votación el 26.
Si los partidos no logran ponerse de acuerdo, los comicios quedarían fijados para el 13 de julio y la convocatoria se publicaría en el boletín del 27. Ayer, la ANC presionó con una manifestación y no dudó en lanzar un ultimátum y amenazar a JxCat y ERC con retirarles su apoyo si no logran pactar: «Si hay elecciones, nunca más estaremos a vuestro lado».
Otra de las claves es la diferencia de opiniones dentro de JxCat, con un sector que bebe de la extinta convergencia y presiona por seguir en el poder y llegar a un acuerdo, y otro que no ve con malos ojos volver a las urnas. Además, los posconvergentes someterán cualquier decisión a la votación de sus bases, otro factor que puede ser determinante.
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