Opinión

Nuestra circunstancia

La frontera entre España y Marruecos en Ceuta.
La frontera entre España y Marruecos en Ceuta.Javier FergoAgencia AP

Es célebre la frase del maestro Ortega y Gasset “yo soy yo y mis circunstancias”. Nosotros somos nosotros, España, y entre nuestras circunstancias, una muy importante Marruecos.

No hemos escogido vecino, sencillamente es el que nos ha tocado y con los vecinos sean como sean conviene llevarse lo mejor posible.

Marruecos no es ni mucho menos un país democrático como el nuestro, pero sí es un potente aliado de occidente con apoyo especifico de Estados Unidos y un freno eficaz contra el yihadismo. Nuestros servicios secretos tienen muy buena relación y una eficaz colaboración con sus homónimos marroquíes, obviamente no exentos de problemas, pero que a la postre han permitido operaciones importantísimas que han evitado atentados en nuestro territorio y, además, nos han proporcionado información que los nuestros, que son buenos, muy buenos, debidamente complementada y analizada han hecho llegar a otros servicios occidentales. Es en parte por esa colaboración por la que España es una autentica potencia mundial en este área de inteligencia, muy por encima de otros servicios europeos con mayores estructuras y presupuestos.

Pero Marruecos es como es, y no lo vamos a cambiar y con ellos desde hace años tenemos una posición diferenciada sobre el Sahara Occidental, antigua parte del territorio español. Para ellos es sagrado el hecho de que forma parte de su territorio, cosa que nosotros no podemos aceptar. Ahí queda el problema y bien se han cuidado todos nuestros presidentes, menos Sánchez, que su primer viaje oficial fuese a este vecino peculiar, pero que tiene en sus manos una parte importante de nuestra situación en lo relativo a política migratoria.

Marruecos ha realizado un ensayo de unos hechos que, si se lo proponen, pueden llegar a ser peores. El gobierno torpemente le ha dado la excusa y hemos visto las orejas al lobo, por si alguien no lo tenía claro.

Al final, junto a la diplomacia que habrá actuado lo suyo, quienes sí han estado, como siempre, a la altura han sido nuestros soldados en una tarea a la vez humanitaria e intimidatoria, facetas que sólo los ignorantes pueden considerar antitética.

Dicho esto una última reflexión, que bien nos hubiese venido un embajador con peso para hablar con Marruecos, que bien nos hubiese venido Don Juan Carlos para apoyar a su hijo y ayudar a España.