Mujeres silenciadas
«Góticas y tenebrosas»: ellas pueden dar miedo
Este libro recoge relatos escritos por las principales autoras del XVIII a principios del XX
En los últimos años hemos visto como se han hecho importantes esfuerzos editoriales por recuperar a aquellas mujeres que han sido silenciadas literariamente hablando. Eso ha ocurrido en muchos géneros, incluso en el relacionado con el terror. Ellas son precisamente las protagonistas de una voluminosa antología que acaba de publicar dNX Libros bajo un título que es toda una declaración de intenciones: «Góticas y tenebrosas». En sus dos volúmenes podemos encontrar nombres conocidos y otros que conviene reivindicar, desde Mary Shelley a Alfonsina Storni pasando por George Sand, Charlotte Brontë, Louisa May Alcott, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, Virginia Woolf o Edith Wharton, entre muchas otras hasta formar un listado de cuarenta escritoras.
El editor, librero y escritor argentino Carlos Santos Sáez ha sido el encargado de seleccionar estas más de mil páginas dedicadas al terror firmadas por escritoras que «ya contaban sus historias oscuras para fundarse y rechazar las reglas de un mundo injusto que las obligaba a ceñir sus cinturas hasta la asfixia, las excluía y las sojuzgaba». Para Santos Sáez, si ellas optaron por hacerse «góticas y tenebrosas» en sus diferentes prosas fue para «iluminar las vidas de muchas mujeres. Cumplieron fantasías para exorcizar miedos». Todo ello en un largo camino literario que se inicia a mediados del siglo XVIII.
Estas «Góticas y tenebrosas» se inician con «Un cuento provenzal», un fragmento de «Los Misterios de Udolfo» de Ann Ward, una autora que necesitaba escribir historias de ficción para narrar su propia experiencia. Todo ello lo contaba con relatos en los que aparecían inocentes muchachas encerradas en oscuros castillos por maléficos y perversos señores. Sus obras fueron muy leídas y aplaudidas por las mujeres de la alta sociedad de su tiempo. Admirada por Jane Austen, Walter Scott, Mary Wollstonecraft, Edgar Allan Poe, las hermanas Brontë o Charles Dickens reconocieron que debían mucho a los libros de Ann Ward.
Probablemente la gran revolución en el terror vino de la mano de Mary Shelley, la niña que jugaba sobre la tumba de su madre, Mary Wollstonecraft, en el cementerio de Saint Pacras. Con solamente dieciséis años dejó Inglaterra para recorrer Europa de la mano de quien sería su pareja, el poeta Percy Shelley con quien se casaría, una pareja a la que se uniría Lord Byron. A la gran pionera de la ciencia-ficción le debemos la inmortal historia de Víctor Frankestein que aparece en esta antología, además de los cuentos «Metamorfosis» y «Mortal inmortal».
Pero no todo son nombres anglosajones en estos dos tomos. También podemos acercarnos a América Latina de la mano, por ejemplo, de Juana Manuela Gorriti, una autora del siglo XIX. Internada en un colegio religioso a los seis años. enfermó y se vio obligada poco después a volver a casa. Fue el final de sus estudios formales y el inicio de su formación autodidacta como gran lectora, además de una gran necesidad de escribir. Está considerada como la primera novelista argentina al publicar en 1848 «La quena», además de una autobiografía titulada «Lo íntimo». En la antología aquí reseñada encontramos su breve relato «Espiritismo».
La condesa Emilia Pardo Bazán forma el cuento de horror gótico «Un destripador de antaño». La escritora se definía asegurando que «yo soy una radical feminista; creo que todos los derechos que tiene el hombre debe tenerlos la mujer».
Virginia Woolf tampoco podía faltar, en este caso con «La dama en el espejo: un reflejo», un texto publicado originalmente en 1929 en la revista «Harper’s» y que se recuperaría de manera póstuma en la antología «La casa embrujada».
«Góticas y tenebrosas» se cierra con el breve cuento «Cuca» por la gran autora argentina Alfonsina Storni, publicado en el diario «La Nación», de Buenos Aires, en 1926.
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