A fondo
El independentismo activa la autodestrucción
La eterna pugna entre ERC y Junts se agrava después de que Rufián validara la conexión de Puigdemont con Rusia. La posible suspensión de Borràs, el siguiente choque
En la pasada legislatura y con Junts aún al frente de la Generalitat, varios cargos del Ejecutivo acostumbraban a observar con cierta distancia las dificultades para formar Gobierno en la Moncloa y los posteriores recelos entre el PSOE y Unidas Podemos, ambos pujando por su parcela de poder. «Es lo que tiene una coalición, hay diferencias, roces. Pasa en toda Europa, nosotros llevamos años de experiencia», repetían con sorna desde la plaza de Sant Jaume. Es decir, Cataluña era como Europa y España era otra cosa, malacostumbrada a las mayorías que dictaban las urnas. Ahora, apenas un par de años después, el independentismo entra en otra fase de hostilidad permanente y activa la autodestrucción tras cruzar una de sus líneas rojas: Carles Puigdemont.
Las palabras de Gabriel Rufián (ERC) validando los contactos del expresident con el entorno de Kremlin en pleno conflicto internacional han abierto la caja de Pandora en un movimiento que ya no presume de alianzas. “Las coaliciones conllevan tensiones, pero las palabras de Rufián son inaceptables”, ha asegurado esta semana el nuevo portavoz de Junts, Josep Rius, hombre de la estricta confianza de Puigdemont, tras negarlo por completo. Un cambio de discurso y de tono evidentes ante una crisis difícilmente comparable, con Puigdemont en el centro de la diana y blindado por Junts y una parte de las bases independentistas.
A nivel político y pese a los avisos de los posconvergentes alimentanto el fantasma de la ruptura, parece prácticamente imposible que los posconvergentes salgan del Govern. Junts es un partido imberbe, que cumple dos años de vida este verano y que no goza de una estructura territorial ni fuerte ni asentada. Su prueba de fuego serán las municipales del año que viene, un test de supervivencia a nivel local ante el PDeCAT y los nuevos espacios que van surgiendo en el centro político catalán.
Por tanto, la posición de Junts en el Ejecutivo y su parcela de poder en la primera institución de Cataluña se antojan claves para una formación en desarrollo. Además, ocupar prácticamente la mitad de la Generalitat implica una bolsa de unos 200 altos cargos en puestos estratégicos, un botín que los posconvergentes no pueden dejar escapar. Es decir, necesitan la estructura que tienen a nivel de Govern para lograr redefirnirse en el mapa catalán.
A nivel estratégico y mediático, la eterna crisis del independentismo ha entrado en una nueva etapa con la vista puesta en 2023 después de que la legislatura arrancara con un gran choque: Junts y Esquerra no comparten la hoja de ruta que debe asumir a partir de ahora el «procés» y sigue el profundo desacuerdo con la mesa de diálogo. La propuesta estrella de los republicanos no es bien vista por los posconvertentes, que continúan con su particular boicot ante las evasivas de Pedro Sánchez. Tampoco están presentes en el foro ni se les espera en breve.
Por tanto, tras batirse en duelo en las urnas hace justo un año (14-F) y no compartir ni la hoja de ruta ni la mesa de diálogo como mecanismo para resolver el conflicto político, la siguiente batalla llega ahora por Carles Puigdemont, líder moral y político de parte del independentismo. Tanto que el vicepresidente Jordi Puigneró (Junts) tomó cartas en el asunto esta semana y maniobró en el seno del Govern para exigir a Esquerra y a Pere Aragonès una rectificación pública que llegó un día después y a medias.
“Ha cruzado muchas líneas rojas”, señaló la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie sobre las críticas de Gabriel Rufián justo cuando el Parlamento europeo ha pedido investigar los vínculos del independentismo catalán con Rusia y el Kremlin.
Desde el entorno del expresident también han aprovechado la polémica para presentar a ERC como el partido que da “altavoz a las cloacas del Estado” con Rufián y para cuestionar su estrategia en un dardo a la línea de flotación republicana . “Los datos del CEO [la encuesta del Govern que constata un desplome del apoyo a la independencia, ahora en su mínimo histórico] demuestran que el falso diálogo con el gobierno español y la retórica del ensanchamiento de la base sólo han servido para desmovilizar internamente (aparte de hacer creer en el exterior que esto está medio resuelto). Si ha sido útil seguro que no está en clave independentista», valoró esta semana Aleix Sarri, dirigente muy cercano a Puigdemont y que dirige la oficina que el expresident abrió en el centro de Barcelona como europarlamentario.
De hecho, el objetivo de Puigdemont no es otro que impulsar su estrategia internacional –cuando su causa ante las instituciones europeas sobre las euroórdenes entra en la recta final– para autoerigirse en líder del independentismo completamente al margen de ERC y de los partidos con el fin de preparar otro «embate» contra el Estado. Es más, justo coincidiendo con la crisis provocada tras las palabras de Gabriel Rufián validando la conexión Rusa de Puigdemont, el Consell per la República aprovechó para lanzar un vídeo del expresident en el que reivindica que actúa «de forma libre y sin servidumbres para «culminar la etapa final del procés». «Y actuamos sin frenar por razones tácticas», zanjó en referencia velada a ERC.
Desde las filas republicanas se han desmarcado en todo momento del ente parainstitucional que ha impulsado el posconvergente desde Waterloo, e incluso lo ven como un intento de restar legitimidad al Ejecutivo de Aragonès.
A nivel interno, otro de los choques que se avecinan entre ERC y Junts es la situación de Laura Borràs tras ser procesada por cuatro delitos de corrupción. La Fiscalía tiene 10 días para presentar su escrito de acusación con el que el TSJC puede abrir juicio oral. De ocurrir, el reglamento del Parlament prevé sea suspendida aunque aún no haya condena. Un extremo que la dirigente busca evitar a través de dos argucias, una más política y otra a través de los letrados, que necesitarán sí o sí del concurso de ERC. Y Esquerra siempre se ha mostrado muy crítica y beligerante contra Borràs y su imputación. Qué hacer con la presidenta del Parlament será el próximo caballo de batalla en esta nueva fase próxima a la autodestrucción.
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