Cargando...

Historia

Montjuïc, la montaña donde vivieron 30.000 personas en barracas: la historia que Barcelona quiso borrar

Antes de convertirse en el pulmón verde y cultural de Barcelona, la montaña de Montjuïc fue hogar de miles de personas que, en condiciones precarias, construyeron sus vidas en sus laderas

La montaña de Montjuïc larazon

Montjuïc, uno de los grandes pulmones verdes de Barcelona, es hoy sinónimo de museos, jardines, eventos culturales y vistas espectaculares al mar. Pero no siempre fue un lugar para turistas y exposiciones.

Durante gran parte del siglo XX, la montaña fue el hogar de miles de personas que, en busca de una vida mejor, construyeron allí sus casas con sus propias manos. Una Barcelona olvidada que existió al margen de la ciudad oficial y que hoy apenas conserva rastros visibles.

El barrio invisible de las barracas

Desde los años 20 hasta finales de los 60, Montjuïc fue uno de los focos más extensos de infravivienda de la ciudad. Según datos del Museu d’Història de Barcelona (MUHBA), en la cima de la crisis habitacional, más de 30.000 personas vivían en unas 6.000 barracas repartidas por las laderas de la montaña.

Muchas de estas familias procedían de otras zonas de España —Andalucía, Murcia, Castilla— y llegaron a Barcelona durante las grandes oleadas migratorias del siglo XX, especialmente tras la Guerra Civil.

El terreno accidentado, la falta de servicios básicos y la nula planificación urbanística no fueron impedimento: allí se levantaron barrios enteros como Can Valero, Tres Pins, La Cadena o Can Tunis. Montjuïc se convirtió en un barrio no oficial, un mundo dentro del mundo.

Huertos, animales y una vida autosuficiente

La vida en Montjuïc no era fácil. Las casas se construían con materiales reciclados, y la mayoría no contaba con agua corriente ni electricidad. Sin embargo, lo que había era comunidad.

Los vecinos se ayudaban entre ellos, compartían herramientas, comida y consejos. Muchos tenían huertos, gallinas, cerdos y hasta cabras, en una especie de vida semi-rural a pocos minutos del centro urbano.

Los niños iban a pie a escuelas del Poble-sec o del barrio de la Marina, y los adultos trabajaban como obreros en el puerto, en la construcción o en fábricas cercanas. La montaña era también un espacio de libertad, donde los coches no llegaban y donde los juegos infantiles eran improvisados entre caminos de tierra.

Las Olimpiadas y el final de un mundo

La transformación definitiva de Montjuïc comenzó con la erradicación de las barracas durante los años 70 y 80, aunque muchas resistieron hasta principios de los 90. La gran excusa llegó con los Juegos Olímpicos de 1992, cuando el Ayuntamiento apostó por una profunda renovación del entorno para convertirlo en un gran centro deportivo y cultural.

Miles de familias fueron realojadas en barrios como Canyelles, Verdum o la Zona Franca. Algunas aceptaron con alivio dejar atrás la precariedad; otras lamentaron tener que abandonar la que había sido su casa durante generaciones.

Hoy, pasear por los jardines de Montjuïc o visitar el MNAC oculta una historia que se niega a desaparecer. El paisaje ha cambiado, pero en el recuerdo de muchos barceloneses aún habita esa otra montaña: la de los huertos, las barracas y la vida comunitaria.

Un legado que no debe olvidarse

En los últimos años, iniciativas como la exposición "Barraques, la ciutat informal" del MUHBA o las rutas guiadas de memoria han intentado recuperar ese pasado invisible.

Exvecinos se han reunido para contar sus historias, recuperar fotografías y preservar la memoria colectiva de un barrio que ya no existe pero que fue esencial en la construcción de la ciudad actual.

Montjuïc, como tantas otras partes de Barcelona, no solo guarda historia en sus monumentos. También la guarda en lo que fue destruido para dar paso al progreso. La montaña que hoy subimos para ver una puesta de sol, un concierto o un partido, fue durante décadas el hogar de quienes construyeron Barcelona desde abajo.