Opiniçon
Dichos curiosos (¿y ofensivos?)
Cabeza de turco, hacerse el sueco, hay moros en la costa…
Se trata de expresiones fijas e invariables que forman parte, desde hace mucho tiempo, de la lengua, razón por la cual su conocimiento está ampliamente difundido y su uso resulta habitual entre los hablantes.
Algunos de esos dichos hacen referencia a gentilicios, y puede percibirse en ellos un cierto sentido más o menos despectivo, que se atenúa o se desvanece en muchos casos al conocer su origen.
Así, con “cabeza de turco” se designa a la persona sobre la que recaen las culpas de un error o de un fracaso cometido por muchos. A raíz de la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453, se extendió entre los cristianos la costumbre de achacarles todos los males y acusarles de cualquier delito que se cometía.
“Hay moros en la costa” se emplea a modo de advertencia para recomendar precaución y cautela. En su origen, allá por los siglos XVI y XVII, fue una expresión de alarma con la que se advertía de la presencia de piratas berberiscos en las costas españolas del Mediterráneo, algo muy frecuente en aquellos tiempos. Al grito de ¡Hay moros en la costa!, las gentes del litoral se avisaban para prevenirse del peligro que ello representaba, armándose si era preciso para hacerles frente o retirándose hacia tierra dentro.
“Hacerse el sueco” equivale a desentenderse de algo, fingir que no se ve o no se oye o no se entiende alguna cosa. La frase bien podría aludir a los suecos, y particularmente a los marineros de ese país, que, por no entender el castellano, no se darían por enterados de lo que se les decía cuando llegaban a los puertos españoles.
“Despedirse a la francesa” es hacerlo repentinamente y sin decir una palabra de despedida, algo que, al parecer, se consideraba como un acto de finura y buena educación en la Francia del siglo XVII, pues de ese modo no se interrumpía la reunión.
Un “cuento chino” es un embuste, una mentira, y es probable que provenga de las asombrosas e increíbles historias que contara Marco Polo en El libro de las maravillas, escrito a raíz de sus viajes a China en el siglo XIII. De un trabajo muy difícil y que requiere mucha paciencia se dice que es un “trabajo de chinos”, que, según algunos, empezó a aplicarse a los trabajadores chinos que emigraron a Estados Unidos en la época de la fiebre del oro, en la segunda mitad del XIX.
“Hacer el indio”, con el sentido de “dejarse engañar tontamente”, remitiría a la época de la conquista de América, cuando los soldados españoles intercambiaban cualquier baratija con los nativos a cambio de oro y otras piedras preciosas, y el mismo origen histórico se le ha de suponer al otro significado de la expresión, esto es, “divertirse o divertir a los demás con travesuras y bromas”, en referencia al llamativo modo de vestir y gesticular de los aborígenes.
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