Autobiografía rescatada
La inglesa que vivió la Edad de Plata... y la contó
La Residencia de Estudiantes recupera las imprescindibles memorias de Irene Claremont de Castillejo
En 1995 llegaba a las librerías un libro de título hermoso, «Respaldada por el viento», y de contenido único al tratarse de la memoria de una testigo de excepción de la llamada Edad de Plata, ese renacer cultural y científico que se vivió en nuestro país en las primeras décadas del siglo pasado. Su autora se llamaba Irene Claremont de Castillejo, una inteligente inglesa que en 1922 se casó con el pedagogo y jurista José Castillejo, secretario de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas desde su creación. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, en coedición con la Institución Libre de Enseñanza, ha tenido la buena idea de recuperar aquella autobiografía, aunque cambiando su título por el que originalmente pensó su autora: «Me casé con un extraño. Mi vida con José Castillejo, un español enigmático».
El texto, traducido por su hija Jacinta Castillejo, nos aporta una visión luminosa y libre de tópicos de una época irrepetible y que fue un verdadero impacto para la joven inglesa que llegó al Madrid de los años veinte procedente de Londres. Irene, simpatizante de las sufragistas en su país de origen, era una mujer que, antes de poner los pies en España, se había licenciado en Historia y Economía por la Universidad de Cambridge. Una vez casada con el «desconocido» Castillejo, como lo llamaba con fina ironía, se encontró con el mundo intelectual de una España que intentaba salir de la oscuridad intelectual. Su mirada es imprescindible: «La exageración es la nota clave de España. El clima, la formación de las rocas, la gente, todo está fuera de medida. Hace demasiado calor o demasiado frío, demasiada sequía o lluvia torrencial. Yo vivía sobre una colina pero, durante los días más o menos secos de verano, un aguacero de diez minutos ahogaba a las gallinas y se veía nadar a los patos entre los olivos».
Por las páginas del libro aparecen algunos de los protagonistas de esos años, como Ramón Menéndez Pidal, «el filólogo de fama mundial que frecuentaba la Junta (era vicepresidente), no era para mí más que el bondadoso calvo de barba negra que se estaba construyendo una casa al lado de la nuestra». De Ortega y Gasset apunta que «me fijé algo más porque sus ensayos eran lo único en literatura española que me apetecía leer; y, además, nos había regalado un par de bellas, revoltosas palomas blancas para iniciar nuestro palomar». Del Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal recordaba que era «hombre corpulento y brusco, pero con sentido del humor y la reputación de hablar claro».
Pero en los capítulos de estas memorias, el nombre que más brilla es el de José Castillejo, un gran intelectual, discípulo de Giner de los Ríos, pero también, en palabras de su esposa, «un hombre profundamente de campo». En el libro queda retratada esa doble perspectiva que culmina con el hoy conocido como Olivar de Castillejo, en Madrid, y que fue punto de encuentro de amistad y conocimiento, con la naturaleza como imprescindible telón de fondo.
Todo aquel paraíso se vino al traste con el estallido de la Guerra Civil que llevó a los Castillejo hasta el exilio en Londres.
Uno de los capítulos más interesantes de «Me casé con un extraño» es el centrado en la Guerra Civil. Gracias al testimonio de Irene podemos saber que la tragedia ya planeaba en el ambiente desde la primavera de 1936. «El miedo yacía como un manto sobre la ciudad. Yo me abstuve de llevar sombrero cuando iba al centro, porque el sombrero era símbolo de “señora”. No me ponía joyas, ni siquiera un broche», apunta en el libro.