Opinión

Marinos de España

El autor habla de la importancia que ha tenido el Mediterráneo en su vida

Blas de Lezo murió en 1741 víctima de la enfermedad contraída en el sitio de Cartagena de Indias
Una imagen de Blas de Lezo larazon

“Soplen serenas las brisas, ruja amenazas la ola, mi gallardía española...”

Así empieza el himno que cantan nuestros marinos. Así se canta en la Armada Española y así lo cantaremos en Barcelona el próximo viernes con motivo de la celebración de su Patrona la Virgen del Carmen.

Todos cuantos amamos el mar, la mar, todos cuantos vemos en su inmensidad el refugio de paz que necesitamos, todos los que en algún momento hemos surcado nuestros mares, hemos pasado en ellos momentos inigualables de tranquilidad o dificultad en una travesía, sabemos que es allí donde el ser humano se encuentra consigo mismo.

Somos sí, país de mar y de grandes marinos de gestas heroicas inverosímiles, como las de Blas de Lezo o el Almirante Cervera.

Quiero pensar que somos todavía de aquellos que preferimos la “honra sin barcos, que barcos sin honra”.

Muchas veces me han preguntado por qué no me he ido a vivir, por ejemplo, a Madrid, y mi respuesta es siempre la misma: no concibo la vida lejos del mar, lejos de ese Mediterráneo al que cantó Serrat y que tan bien nos define, como marcan el Cantábrico o el Atlántico a sus gentes. Nacer y vivir cerca del mar te lleva a su embrujo indefinible, que es una necesidad imperiosa de ver el mar, aunque sólo sea eso.

El Mediterráneo fue mi “refugio en el infierno” cuando volvía de los juicios duros en el País Vasco o en la Audiencia Nacional. Era mirar sus olas en Sitges o en Barcelona. Olvidarme de todo, reponer fuerzas para volver a empezar.

Por eso valdrá la pena compartir ese día con nuestros hombres y mujeres de blanco, de impoluto uniforme, marcados de por vida de la sal que un día se incrustó en sus pieles.

Algo debe tener la Marina, cuando un hombre, un gran hombre, como mi tío Álvaro, que lo fue todo en la vida y nos dejó el año pasado, sólo quiso que en su esquela pusiera: “Álvaro Fuster-Fabra, Teniente de Infantería Marina”.

El próximo viernes, querido tío, miraré al cielo, cantaré para ti “La Muerte No Es El Final” y junto a tus compañeros marinos, allí junto al mar, te recordaré.

Que Dios y la Virgen del Carmen guarden siempre a nuestros marinos de piel con restos de sal.