Memoria histórica

"Perdóname, Federico, perdóname"

Manuel Vicent rememora su encuentro con uno de los protagonistas de la persecución a Lorca

Una imagen de Federico García Lorca
Una imagen de Federico García LorcaLa Razón

Cuando Federico García Lorca quiso evitar la muerte que lo acechaba en los primeros días de la Guerra Civil buscó, como es sabido, ayuda a su amigo Luis Rosales. El poeta permaneció en la casa de la familia Rosales poco tiempo, hasta el 16 de agosto de 1936, cuando un grupo de hombres armados, encabezados por el radical Ramón Ruiz Alonso, lo detuvo y lo trasladó al Gobierno Civil donde estuvo unas pocas horas. Esa madrugada fue asesinado al amanecer, convertido en un desaparecido, algo que todavía es hoy.

En el momento de la detención solamente estaban las mujeres de la casa. Ninguno de los hombres, tan vinculados a Falange, permanecía en el domicilio en el número 1 de la calle Angulo de la ciudad de la Alhambra. La madre de los Rosales pudo localizar a Miguel, uno de sus hijos, quien acompañó al comando hasta el Gobierno Civil. Poco después empezaron a llegar el resto, entre ellos José, también conocido como Pepiniqui. Él había sido uno de los responsables del golpe de Estado en Granada, pero poco a poco había empezado a distanciarse del gobernador civil José Valdés Guzmán, el responsable directo de la brutal represión que padeció Granada y sus alrededores.

Al saber que Lorca había sido detenido en casa de sus padres, José, acompañado de su hermano Luis y Cecilio Cirre, entre otros, se presentaron en el Gobierno Civil. Luis redactó un documento de queja en el que protestaba por la detención, además de tener un altercado con Ruiz Alonso. José, por su parte, siempre aseguró que esa noche se enfrentó al gobernador civil, que lo amenazó desenfundando su pistola, pero que se dio cuenta que no podía hacer nada porque había una denuncia interpuesta contra Lorca, redactada por Ruiz Alonso y aprobada por Valdés. Pese a todo, a la mañana siguiente, bien temprano, Pepiniqui volvió al despacho de Valdés con una orden de libertad para Lorca redactada por el Gobierno Militar, pero no sirvió de nada: el poeta ya estaba muerto.

Al tener la posibilidad de hablar ayer con el escritor Manuel Vicent quien esto escribe no pudo evitar la tentación de preguntarle sobre una vivencia suya, relacionada con sus años estudiantiles en Granada: «Era 1958 o 1959. Cuando fui a Granada, Lorca me sonaba, pero no se hablaba de él. La palabra Lorca no existía. En la ciudad había un barrio llamado La Alcaicería lleno de tabernitas. Me daba cuenta de que alguna vez, los sábados había un hombre borracho, medio llorando que decía: “Perdóname, Federico, perdóname”. Era Pepiniqui Rosales que tenía mala conciencia de no haber arriesgado la vida por Lorca». Vicent rememoró que un amigo le identificó días después a José Rosales. Tantos años después, el autor de “Tranvía a la Malvarrosa” no ocultaba cuanto le impresionó ese grito desgarrador, ese “perdóname, Federico, perdóname”.

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