Ciencia
El animal que podría oler por los dientes: el narval
Entre todas las ballenas una de las más extrañas es el narval, con su gigantesco colmillo de dos metros de largo que ha inspirado leyendas e hipótesis apasionantes, pero cuya verdadera utilidad seguimos sin conocer.
Érase una vez un niño ciego que había sido criado en los hielos del norte. Su madre era cruel con él hasta el punto de negarle el alimento, lo cual nutriendo así su ansia de venganza. Sin embargo, su ceguera le hacía vulnerable, no podía enfrentarse a ella, al menos hasta que se obró el milagro. Un día, una gavia le tomó entre sus garras y le hundió en el helado mar, una y otra vez hasta que sus ojos recuperaron la vista. Aquello cambió la forma en que su madre le trataba, pero no amainó la ira del niño, que esperó pacientemente a tener su oportunidad. Fue durante una cacería. Atrapados en una polinia había dos bestias marinas. Un adulto y una cría retorciéndose en aquel agujero en el hielo. La madre ató el arpón con una cuerda y rodeó con ella su cintura. Acto seguido le pidió a su hijo que clavara el arpón en la cría, demasiado débil como para arrastrarla a ella hasta las profundidades. El hijo vio clara la jugada y hundió el arpón en el lomo del adulto, que desapareció en las profundidades la polinia llevándose a su madre con él, cumpliendo su venganza. Pero la historia no acaba aquí, porque durante el descenso la madre fue castigada, transformándose en otra bestia como aquellas a las que había tratado de cazar, solo que con una diferencia. El moño que adornaba su cabeza creció, retorciéndose cada vez más hasta formar una larga púa. Se había transformado en un narval.
Por supuesto, se trata de una ficción, pero una ficción que comparten numerosas tribus del círculo polar ártico para explicar por qué algunos narvales (Monodon monoceros) tienen ese extraño colmillo y otros no. Cada clan tiene sus variantes, pero el boca a boca ha hecho que el mito se extendiera como la pólvora. A fin de cuentas, buscaban dar explicación a algo realmente extraño. El unicornio del mar, una ballena única que hoy en día nos sigue haciendo preguntar ¿para qué vale el dichoso colmillo?
Narvales y unicornios
Es curioso que, a pesar de lo fantasioso del mito, el narval mate a la madre hundiéndose en el agua y no de otro modo. Los narvales son conocidos por tolerar muy bien las grandes profundidades, siendo el cuarto mamífero que más consigue descender, tras los cachalotes, los zifios y los elefantes marinos. Esto hace sospechar que, pese a lo imaginativo de la historia, es posible que algún cazador muriera en una situación parecida. Sobre todo, teniendo en cuenta la gran cantidad de narvales que han sido exterminados con fines comerciales. Por un lado, su consumo alimenticio ha contribuido al diezmo de sus poblaciones, pero el comercio de sus colmillos se remonta a la misma edad media. Los vikingos los cazaban y cortaban su colmillo para venderlo en el centro y sur de Europa a precios desorbitados. Sus supuestas propiedades medicinales hacían que se pagaran verdaderas fortunas por ellos, alcanzando el equivalente a varios millones de euros.
Todo esto se ha sumado a la contaminación de las aguas por metales pesados, los cuales se acumulan a lo largo de la cadena alimenticia, a medida que unos predadores consumen a otros ya intoxicados, añadiendo cada vez más metales a su dieta. Paradójicamente, uno de los usos que se les daba a sus colmillos era el de construir cálices con la falsa propiedad de neutralizar cualquier tóxico. Lo cierto es que los peligros a los que se enfrentan los narvales no son pocos y su población ha descendido bastante. Sin embargo, todavía no se encuentra en riesgo, lo cual no quiere decir que no debamos de cuidar su estado, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de estimaciones y no sabemos con certeza el número de ejemplares que hay en libertad. Los narvales están cargados de misterios, pero el mayor de ellos es, sin duda, su cuerno.
¡Desenvaina!
Desde los tiempos del mito ha ido surgiendo una gran variedad de hipótesis tratando de explicar su función. Estamos hablando de un colmillo de cerca de dos metros y diez kilos en un animal de poco más de cuatro metros de largo. No parece tratarse de un adorno sin importancia. El hecho de que solo los machos muestren este rasgo hace sospechar que podría servir para presentar batalla, como si se tratara de caballeros medievales en plena justa. Durante mucho tiempo esta fue la hipótesis mayoritaria, entre otras cosas porque, a pesar de lo que parece, el colmillo no es tan frágil y rígido como podemos pensar y su punta bien podría soportar una embestida. Sin embargo, no se ha visto a ningún narval luchando de este modo, lo cual ha hecho que esta especulación pase a un segundo plano en ventaja de una mucho menos intuitiva, porque, ¿y si el narval huele por los dientes?
En concreto hablaremos de “el diente” porque esa enorme pica es lo único que tiene. Durante mucho tiempo los científicos han sospechado que podría funcionar como un sensor, entre otras cosas por que hay tejido nervioso en su interior conectado con el cerebro y porque, en lugar de estar cubierto por una superficie de esmalte, como en un diente al uso, este está sembrado de pequeños canales que podrían dejar pasar los fluidos de su entorno hasta algunos receptores químicos, como los que pueblan nuestra nariz o nuestra lengua.
Para comprobarlo se ha llegado a colocar una especie de fundas cubriendo los colmillos de algunos narvales. Cambiando la concentración de sales en estos capuchones los científicos vieron que el ritmo cardíaco de los animales cambiaba de forma acompasada. A mayores concentraciones más latidos y viceversa. Por supuesto, esto no es todo. Los científicos sospechan que del mismo modo que pueden detectar variaciones en la concentración de sales, estos órganos con propiedades sensitivas podrían ser empleados para seguir el rastro de presas o de una potencial pareja. Lo cierto es que esta hipótesis cautiva, pero no es tan perfecta como parece.
¿Por qué no todos?
Supongamos que efectivamente el colmillo de los narvales es una extraña adaptación de los dientes para detectar cualquier cosa (llamémosla "X") que beneficie su supervivencia. De repente, aceptando esto, surge un problema. Si ha sido beneficiosa para los machos ¿por qué no para las hembras? Los dimorfismos sexuales suelen verse acompañados por una diferencia de roles entre machos y hembras, pero en el caso de los narvales no parece que su comportamiento cambie demasiado y mucho menos que justifique un colmillo casi tan grande como medio animal.
No se trata de una crítica menor, de hecho, tiene suficiente peso como para poner el freno de mano a la carrera especulativa y devolver la discusión a cauces más tradicionales, como que dicho órgano pudiera ser un atributo sexual. Otros ejemplos serían la cola del pavo real o la melena del león, que no han sido seleccionados tanto por sus ventajas como por el atractivo que despierta entre las hembras. Aunque claro, eso sugiere algunas preguntas más: ¿acaso puede una narval fijarse en si el colmillo tiene esmalte o no? ¿Pueden notar la diferencia entre un diente sólido y el trabeculado colmillo de sus machos? ¿Cómo ha conseguido un diseño tan imperceptiblemente extraño si ha sido seleccionado por las apetencias de sus congéneres?
Algunas hipótesis minoritarias plantean usos todavía más extraños, pero ninguna ha conseguido reunir la suficiente evidencia. Algo tan evidente como un colmillo de dos metros en una ballena. Ese es el tipo de misterios que se nos siguen resistiendo en nuestro avanzado siglo XXI, y no se trata de una crítica a la ciencia ni al progreso, todo lo contrario. Con lo que hemos avanzado y lo que hemos conseguido, es refrescante pensar que la naturaleza siga deparándonos sorpresas ocultas a simple vista. Quién sabe, tal vez en unos años veremos las especulaciones del diente con olfato del mismo modo que ahora vemos el mito del niño ciego.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Por mucho que se traduzca del inglés “horn”, lo que tienen los narvales machos en la cabeza no es un cuerno, es un colmillo como los nuestros. Un diente que se ha retorcido hacia delante y en espiral proyectándose hasta dos metros fuera de la mandíbula.
- Hay vídeos de narvales pescando peces a los que aturden con un golpe de colmillo, pero que puedan usarlo para eso no significa que sea su principal función. La evolución suele resolver estos problemas de formas mucho más económicas y, de hecho, existen varias especies de cetáceos que pescan de un modo similar sin necesidad un mega-colmillo.
REFERENCIAS:
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