Sociedad

Futuro

¿Traerá Elon Musk la telepatía?: El futuro de Neuralink

Elon Musk ha hecho muchas promesas sobre su interfaz cerebro-máquina, pero ¿cuánto hay de cierto en ellas? ¿Podremos comunicarnos con la “mente”?

Elon Musk
Elon MuskJae C. HongAP

El futuro se construye en el presente y esa es la filosofía que empuja a las empresas de Elon Musk. En unos años, el magnate se ha vuelto una de las figuras más mediáticas del mundo y no tanto por su fortuna, sino por lo que hace con ella. El dinero mueve montañas y difumina la línea entre lo real y la ficción, convirtiendo a Elon Musk en lo que perfectamente podría ser un personaje de cómic. Según quien lo mire verá en él al héroe o al supervillano, pero no hay mucho que discutir en cuanto a que, con su dinero, Elon ha levantado un imperio de tecnologías de frontera, de estas que desafían lo que creíamos alcanzable en nuestro tiempo.

La popularización del coche eléctrico, cohetes que aterrizan para ser reutilizados, viajes a Marte o dispositivos con los que ampliar las capacidades de tu cerebro. Todo esto es lo que se asocia a la figura de Elon Musk, solo hay un problema, y es que de los cuatro logros enumerados solo los dos primeros han tenido éxito (por ahora). Puede parecer confuso, porque si Elon Musk tiene una habilidad es la de vender sus proyectos como si estuviera todo hecho y llegar a la meta fuera cuestión de poco tiempo. Tal vez por eso convenga coger con cuidado algunas afirmaciones, como las relacionadas con Neuralink, una empresa que propone desarrollar un dispositivo capaz de ampliar nuestra memoria, conectarnos a la nube y permitirnos hablar entre nosotros con una suerte de telepatía tecnológica. Lo cierto es que la ampliación de memoria y la conexión a la nube son por ahora retos que no sabemos ni siquiera por dónde abordar, ni tecnológica ni teóricamente, pero la telepatía es otro cantar. Así pues ¿es posible que Neuralink la haga realidad?

Los límites de nuestra mente

Convendría empezar explicando por qué la telepatía “al natural” es simplemente imposible. Cierto es que nuestro cerebro funciona gracias a una combinación de señales eléctricas y químicas. Las primeras asocian pequeños campos electromagnéticos que, en teoría, podrían darnos pistas sobre lo que está ocurriendo en las redes de neuronas, cómo y en qué orden se activan, qué significan realmente sus disparos eléctricos, etc. De hecho, ese es más o menos el funcionamiento de un aparato de encefalografía.

El problema es que la electricidad que producen las neuronas es realmente débil y, para desgracia de los telépatas, se ve tremendamente amortiguada por nuestro cráneo. Es más, si los aparatos de electroencefalografía detectan la actividad cerebral es porque sus sensores están pegados al cráneo y rellenos de un gel que reduce la barrera entre la piel y el electrodo. Incluso en estas condiciones, lo único que detectamos es la suma de actividad de muchas neuronas, no es nada preciso, podríamos compararlo a leer braille con las zarpas de un oso: detectaremos si hay muchos puntos juntos, pero no cada uno de ellos de forma individual.

Precisamente por estos motivos, no tiene demasiado sentido pensar en una telepatía “desnuda”, como quien dice. Simplemente nuestros cerebros no están preparados para ello, la telepatía como popularmente se entiende sería entonces pura magia. Por suerte, ya decía Arthur C. Clarke que cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia, y lo cierto es que no sería descabellado que con la ayuda de la ingeniería pudiéramos crear sistemas de telepatía rudimentarios.

Ciborgs

En este aspecto, lo que plantea Elon Musk no es tan complejo, o al menos no en su versión más fundamental. No hablamos de máquinas capaces de transformar nuestros pensamientos uno por uno, enviarlos a otro cerebro y convertirlos en actividad eléctrica interpretable para que decodifique cada uno de esos pensamientos individuales. Algo más humilde y alcanzable sería transmitir emociones, advertencias, puede que incluso pistas para orientarse en un lugar desconocido, pero no estaríamos hablando de enviar palabras de un cerebro a otro por el mismo motivo que no parece cabal prometer ampliar la memoria o conectarnos a la nube: porque todavía no sabemos ni por dónde empezar.

Lo que Elon propone, de hecho, sería compatible con este sistema de telepatía rudimentario, pues consiste en una serie de diminutos electrodos, suficientemente precisos como para captar la actividad de pocas neuronas, dando una mayor capacidad de control y sensibilidad. Los electrodos desarrollados por Neuralink son sorprendentemente delgados, lo cual favorece todo esto, alcanzando un grosor apenas 20 veces menor al de un cabello humano. En su momento eran el último grito y aunque pocos meses después han aparecido alternativas aún más finas, el trabajo de miniaturización de la empresa de Musk sigue siendo muy reseñable.

Es más, para ser precisos ya se ha hecho algo parecido y no una, sino varias veces. El caso más conocido es, posiblemente el del experimento realizado por el equipo de Miguel Pais-Vieira. La investigación fue publicada en 2013 en Scientific Reports, y en ella se hablaba de una transferencia de información a tiempo real entre dos ratas que llevaban un interfaz cerebro-máquina. Las ratas estaban aisladas y tenían que hacer una elección. La rata receptora aprendió a tomar las mismas decisiones que la otra. El resultado es realmente espectacular, porque nos habla de dos cerebros que han aprendido a trabajar juntos incluso sin ser conscientes de la existencia del otro, casi como si trabajaran como un todo.

Sin embargo, hay una pega relativamente importante. Para muchos investigadores lo que este estudio demuestra es que puede entrenarse a una rata para interpretar los distintos estímulos en su cerebro del mismo modo que puede entrenársela para obedecer a sonidos diferentes. Sería simplemente un condicionamiento y no que la rata perciba algo que intuitivamente comprenda como información sobre la decisión que ha de tomar. Para estos investigadores bien podría haberse hecho lo mismo mediante descargas eléctricas en la cola. Cierto es, precisamente por eso es importante insistir en cuán perdidos estamos en cuanto a la implementación de funciones realmente complejas en los interfaces cerebro-máquina. Sin embargo, a efectos prácticos es un paso interesante que nos permite alcanzar funciones rudimentarias que, en un futuro, tras desarrollarse un poco más, podrían significar un cambio radical en la forma en que nos comunicamos, no solo entre nosotros, sino con otros dispositivos.

Un futuro inescrutable

Hubo un tiempo en que este presente era el futuro, aunque no el futuro que imaginábamos. Predecir qué tecnologías se potenciarán y qué otras caerán en el olvido no es tan fácil, en su momento los disquetes eran el último grito para almacenar información y, si hubiéramos tratado de estimar su futuro, posiblemente hubiéramos pensado en que los disquetes se acabarían volviendo más manejables, puede que transparentes por eso de la estética futurista y, desde luego, con mayor capacidad de almacenaje. Lo que no podíamos imaginar es que aparecerían sistemas diminutos que nada tienen que ver con aquellos antiguos disquetes. ¿Quién habría pensado que aquellos ubicuos aparatos se acabarían quedando relegados a ser tan solo el símbolo de guardar? Y es que incluso quienes vaticinaban el aumento de su memoria no se acercaban siquiera a la magnitud de este cambio, pensaban en 5 o 10 veces más capacidad, tal vez 50, pero no que fuera a multiplicarse por más de 4000, pasando de un disquete de 240 megabyte a un fino disco duro 1 terabyte.

Las tabletas electrónicas solo triunfaron en su segundo intento de abordar el mercado y son otro gran ejemplo de lo imponderable que es el futuro. No avanzamos hacia un progreso tecnológico necesario, estamos más bien embarcados en un monociclo sin rumbo, dando tumbos contingentes a través de la historia. Bastante tenemos con no caernos como para poder predecir hacia dónde vamos.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Es conflictivo hablar sobre telepatía según cómo definamos el término, por ese motivo vale la pena puntualizar que muchos de los estudios hechos empleando tecnología aparentemente telepática, pueden explicarse mediante procesos más sencillos que no implican la consciencia que normalmente asociamos a la telepatía que vemos en la cultura popular.

REFERENCIAS (MLA):

  • Obaid, Abdulmalik et al. “Massively Parallel Microwire Arrays Integrated With CMOS Chips For Neural Recording”. Science Advances, vol 6, no. 12, 2020, p. eaay2789. American Association For The Advancement Of Science (AAAS), doi:10.1126/sciadv.aay2789. Accessed 4 Sept 2020.
  • Penaloza, Christian I., and Shuichi Nishio. “BMI Control Of A Third Arm For Multitasking”. Science Robotics, vol 3, no. 20, 2018, p. eaat1228. American Association For The Advancement Of Science (AAAS), doi:10.1126/scirobotics.aat1228. Accessed 4 Sept 2020.
  • Ryan, Jackson. “Elon Musk’s Neuralink Brain-Computer: Watch ‘Working’ Demo Replay”. CNET, 2020,
  • Pais-Vieira, Miguel et al. “A Brain-To-Brain Interface For Real-Time Sharing Of Sensorimotor Information”. Scientific Reports, vol 3, no. 1, 2013. Springer Science And Business Media LLC, doi:10.1038/srep01319. Accessed 26 May 2021.