Espacio

Encuentran el eslabón perdido de la astrofísica

Un nuevo estudio ha hallado lo que parece ser un paso intermedio entre las galaxias formadoras de estrellas y los cuásares.

Recreación artística de GNz7q
Recreación artística de GNz7qESA/Hubble, N.BartmanCreative Commons

El espacio es tan misterioso como complejo. Hubo un tiempo donde podían seguirse sus descubrimientos con más facilidad. Los expertos hablaban, como mucho, de planetas, estrellas, lunas, asteroides… Todos nos hacemos una idea de lo que son, no son conceptos que puedan pillarnos inadvertidos. Sin embargo, ahora, enfrentarse a la frontera del conocimiento astronómico implica manejar términos algo más confusos, como cuásar, magnetar, o agujero negro de Kerr. Por suerte, más allá de sus amenazantes nombres, hay conceptos relativamente sencillos de intuir. Puede que no de comprender a fondo, pero sí de captar superficialmente. Por ejemplo: podríamos decir que un nuevo estudio ha encontrado un agujero negro de rápido crecimiento que parece ser la fase intermedia entre las galaxias de rápido crecimiento y los quásares.

Solo con eso ya podemos ir intuyendo en qué consiste todo, pero hace falta profundizar un poco más. Una galaxia, como nuestra vía láctea, es un enorme conjunto de materia muy variada “unida” gravitatoriamente entre sí y, por lo tanto, con una forma más o menos definida (de disco, espiral, lenteja, etc.) Algunas de estas galaxias forman nuevas estrellas a gran velocidad, condensándolas a partir del polvo que hay en ellas. En este caso, las galaxias de crecimiento rápido pueden formar una cantidad de estrellas equivalente a unas 1.600 masas solares. Un agujero negro es una región del espacio tiempo cuya densidad (y gravedad) es tan alta, que ni siquiera la luz puede escapar de su periferia. No obstante, agujeros negros los hay de muchos tipos y, cuando hablamos de los más grandes (los supermasivos) surgen dudas acerca de cómo pudieron aparecer. Una hipótesis es que pueden formarse en el interior de las galaxias de crecimiento rápido, antes de convertirse en quásares. Finalmente, un quásar es, en este caso, un agujero negro que, desde el centro de una galaxia, emite una gigantesca cantidad de energía como dos chorros perpendiculares al disco. Pues bien, ahora vayamos al meollo.

Hubble

Este objeto ha sido identificado gracias al telescopio espacial Hubble, que a pesar de lo que digan los titulares, no será exactamente sustituido por el James Webb, sino que sobrevivirá como otra herramienta perfectamente válida para analizar el espacio profundo. Hasta ahora se habían detectadogalaxias de crecimiento rápido y quásares como el que hemos descrito, todos ellos hundidos en la negrura del espacio. En cualquier caso, por mucho que tuviéramos a ambos, faltaba el paso intermedio, ese agujero negro de crecimiento rápido que pudiera explicar los agujeros negros supermasivos. La clave ha estado en que, el objeto encontrado por la Cámara Avanzada para Sondeos, parece coincidir con las características predichas por los modelos matemáticos. O, dicho de otro modo, cuando los expertos intentaban usar sus ecuaciones para calcular cómo debía de ser ese agujero negro de crecimiento rápido, los números dibujaban un objeto sorprendentemente parecido a lo que acaban de encontrar, y eso es un buen marcador de éxito.

Si queremos concretar algunas de esas características, podemos fijarnos en la radiación que emite la galaxia y su centro. Al parecer, hay poca radiación de rayos X y una cantidad mayor de ultravioleta. Otra pista consiste en que, al parecer, la galaxia en cuyo centro podemos encontrar el agujero negro, emite una gran alta cantidad de radiación infrarroja, todo ello pistas de que nos encontramos ante un agujero negro de crecimiento rápido. El agujero negro en cuestión ha sido bautizado: GNz7q y parece haber ocurrido tan solo 750 millones de años tras la expansión inicial del universo. Y, aunque todavía es pronto para aceptar estos resultados más allá de toda duda, lo cierto es que parecen prometedores. Con ellos ampliamos nuestra forma de comprender el cosmos y alargamos la lista de bestias que lo pueblan. Con un poco de suerte,se espera que las características del telescopio espacial James Webb nos ayuden a detectar nuevos objetos como este y que, gracias a ellos, confirmemos o rechacemos esta hipótesis sobre el origen de los agujeros negros supermasivos.

Finalmente, cabe destacar que, a pesar de la simplificación antes arrojada en estas líneas, el Hubble no ha sido, ni mucho menos, el único artilugio implicado en el estudio. De hecho, si hay podido detectar un objeto que hasta ahora permanecía invisible en una de las zonas del cielo más estudiadas, es porque se han valido de una gran cantidad de datos de diferentes telescopios, concretamente un sondeo astronómico denominado GOODS-Norte. Veremos qué sucede cuando a esta marejada de información se sumen los datos recogidos por el telescopio espacial James Webb, el más caro de la historia.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Hay muchas formas de clasificar los agujeros negros, en función de su tamaño, su origen o sus propiedades, no obstante, a veces es difícil separar cuánto de esas clasificaciones forman parte de la evidencia y cuánto pertenece a las especulaciones matemáticas.

REFERENCIAS (MLA):

  • Seiji Fujimoto et al. “A dusty compact object bridging galaxies and quasars at cosmic dawn”. Nature, 2022