Espacio

Vida “precocinada” gracias a los meteoritos

Encuentran los compuestos que faltaban para “formar vida” en los meteoritos

Diseño artístico donde se ven nucleobases flotar en torno a un meteorito que se precipita sobre la Tierra. Todo más lisérgico que riguroso, la verdad
Diseño artístico donde se ven nucleobases flotar en torno a un meteorito que se precipita sobre la Tierra. Todo más lisérgico que riguroso, la verdadNASA Goddard/CI Lab/Dan GallagherCreative Commons

Siempre nos hemos preguntado de dónde venimos y nos hemos contado las historias más peregrinas imaginables. Ya fueran mitos o especulaciones aventuradas, muchos han buscado respuestas a toda costa, aunque por el camino se dejaran el rigor. Hoy en día siguen conviviendo varias hipótesis relativamente cabales y un puñado altamente especulativo. Sin embargo, siempre han tenido una hermana menor que ha pasado desapercibida. Porque, ¿y si la vida no se originó aquí? ¿Y la vida que conocemos llegó de otro lugar del cosmos donde sí se formó? Anaxágoras ya planteaba algo que recordaba remotamente a esto, pero hubo que esperar al siglo XIX para que la comunidad científica formulara una hipótesis medianamente seria. Ahora conocemos esta hipótesis como “panspermia” y, aunque tiene muchos detractores, también recibe cierto apoyo desde dentro de la comunidad científica.

Normalmente escuchamos que la panspermia consiste en la hipótesis de que la vida llegó a la Tierra en meteoritos, aunque no es exactamente cierto. Durante todo este tiempo la panspermia ha tomado distintas formas como hipótesis, algunas más duras y otras más blandas. Podríamos intentar resumirla diciendo que, la panspermia, es la hipótesis de que la vida (o más posiblemente los compuestos básicos de la vida) pueden distribuirse a través un Sistema Solar o, según la panspermia galáctica, incluso de una galaxia a otra. Dentro de este planteamiento, una de las consecuencias, aunque no la principal, sería que estos compuestos orgánicos necesarios para la vida hubieran llegado concretamente a la Tierra desde el espacio, tal vez en meteoritos, puede que empujados por la propia presión de la radiación solar o, quizá en rocas proyectadas por una colisión en otro planeta. Pues bien, unos científicos acaban de descubrir los últimos compuestos prebióticos que faltaban en un meteorito.

La receta de la vida

Cómo decíamos al principio, todavía tenemos dudas razonables sobre cómo surgió exactamente la vida, y aunque conocemos los compuestos que la sustentan, no sabemos las condiciones exactas necesarias para que esa química prebiótica se combinara de la manera adecuada para dar lugar a la vida. En cualquier caso, cuando hablamos de esos compuestos suelen nombrarse tres grandes grupos. Por un lado, los azúcares, por otro los aminoácidos, que son los ladrillos que forman las proteínas, esas moléculas variadísimas que cumplen la mayor parte de funciones vitales en nuestras células. Y, finalmente, las nucleobases, que podríamos comparar con las letras con las que se construye el ADN y, por lo tanto, con las que se “escriben” las instrucciones para realizar diferentes procesos y construir las estructuras que nos forman.

Los expertos ya habían encontrado aminoácidos y, en 2019, hallaron azúcares. Puede que solo fueran un puñado de todos los posibles, pero algo es algo. Ahora bien, de las cinco nucleobases que forman el material genético que se encuentra en los seres vivos terrestres, solo habíamos encontrado dos y eso acaba de cambiar. Para orientarnos, podemos dividir estos compuestos en dos grupos, por un lado, las purinas, cuya estructura está formada por dos anillos de carbonos y nitrógenos unidos. Hay dos purinas en las formas de vida terrestres, la adenina y la guanina, y ambas habían sido detectadas previamente en meteoritos. Sin embargo, faltaba hallar las tres pirimidinas (timina, citosina y uracilo), con un solo anillo.

Menos agresivo

Estas últimas, las pirimidinas, son mucho más frágiles y, por lo tanto, los métodos de extracción pueden dañarlas y hacerlas indetectables. Por eso, la clave para su identificación ha estado en el método de extracción que, en lugar de emplear ácidos como el fórmico, ha consistido en una especie de infusión en agua templada, aplicando ultrasonidos para deshacer la matriz rocosa en la que se encontraban atrapadas las moléculas orgánicas. Gracias a ello, los expertos dieron finalmente con las tres pirimidinas, a pesar del escepticismo que algunos expresaban ante la frágil naturaleza de la citosina.

Es más, no solo completaron esa lista de cinco nucleobases presentes en la vida de nuestro planeta, sino que identificaron tres isómeros de estas moléculas. Un isómero no es otra cosa que un compuesto formado por los mismos elementos en la misma cantidad, pero ordenados de una manera diferente y, por lo tanto, con propiedades diferentes: isocitosina, ácido imidazol-4-carboxílico y 6-metiluracilo. Estas son isómeros, respectivamente, de la citosina, la timina y el uracilo.

Por supuesto, nada de esto confirma que la química prebiótica que dio lugar a la vida haya venido en meteoritos, pero aumenta la plausibilidad de la hipótesis respecto a cuando no sabíamos siquiera si tal proceso sería posible. Aunque, lo realmente interesante no es eso, sino el hecho de que las sustancias químicas complejas que posibilitan la vida tal y como la conocemos, parecen encontrarse en el cosmos y, por lo tanto, podrían ser mucho más frecuentes de lo que pensamos.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • No debemos confundir la panspermia en su sentido más amplio con la pseudopanspermia. Esta última habla sobre la posibilidad de que los compuestos prebióticos surgieran en el espacio, de alguna manera estuvieran en la nebulosa que dio lugar a nuestro sistema solar y que, por lo tanto, se condensaran en los distintos planetas que lo forman, entre ellos, nosotros.

REFERENCIAS (MLA):