
Evolución
Cómo la revolución industrial debilitó nuestros dientes para siempre
Los dientes son las cajas negras de nuestro cuerpo. Gracias a ellos, podemos conocer cómo los seres humanos se han ido transformado para adaptarse a los cambios en su entorno y en su dieta

Los dientes son la parte del cuerpo que más información alberga en su interior. Y además, la más fidedigna. Por eso, el estudio de la dentadura es fundamental en algunos campos, como la paleoantropología. Gracias a su observación, podemos averiguar no sólo el sexo o la edad del sujeto en el momento de su muerte, sino también su dieta, las enfermedades que superó a lo largo de su vida o los usos culturales de su época. Es decir, los dientes nos pueden contar mucho de cómo se vivía en el pasado.

Otra ventaja de la que también gozan nuestros dientes es que las células encargadas de formar la dentina y el esmalte de los dientes -que son los elementos más duros y resistentes de nuestro organismo- también segregan sustancias orgánicas que acaban por mineralizarse. De esta forma, la información contenida en el interior de las piezas se conserve durante mucho más tiempo… aún después de la muerte.
Es decir, los dientes son las cajas negras de nuestro cuerpo. Gracias a ellos, podemos estudiar la historia de nuestra especie y sacar conclusiones muy precisas sobre las vivencias de nuestros antepasados más primitivos. Asimismo, también se puede conocer cómo estos se han ido transformado físicamente para adaptarse a los cambios en su entorno y en su dieta.
Cómo la dieta cambió la dentadura
Con un breve análisis superficial de los dientes de los homínidos más antiguos, podemos identificar cuál fue el cambio más notable en la transformación de nuestra mandíbula a lo largo de nuestra historia: hace unos cuantos cientos de miles de años, tanto los dientes humanos como sus raíces, eran mucho más grandes y robustos que los actuales. Se cree que esta reducción dental se debe a la domesticación del fuego y a su uso a la hora de preparar los alimentos. Esta nueva tecnología permitió que fuese necesaria mucha menos presión para seccionar y triturar la comida.

Sin embargo, cuando hacemos un análisis más minucioso, podemos sacar otras conclusiones tremendamente interesantes sobre cómo la revolución industrial también cambió la estructura y la resistencia de nuestros dientes. En los fósiles que conservamos de nuestros antepasados Homo Sapiens, no se pueden encontrar algunas de las afecciones modernas. Por ejemplo, esos dientes no presentan ningún tipo de apiñamiento o de caries, que son unas de las afecciones dentales más comunes a día de hoy.
En realidad, la dentadura de los primeros hombres era básicamente igual en este sentido a la del resto de vertebrados que podemos encontrar en la naturaleza; que tampoco presentan estos problemas tan comunes en los seres humanos modernos. Pero -a diferencia de todos ellos- nuestra especie experimentó un salto histórico crucial a la hora de cultivar, procesar y consumir sus alimentos:
El enorme desarrollo tecnológico que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVIII, así como la adopción de un sistema económico que -poco a poco- fue involucrando a todo el planeta; dio lugar a una discordancia en el tipo de alimentación que se impuso y aquella para la que está preparada nuestra dentición. Todo esto ha afectado a la fortaleza estructural de nuestros dientes.

Después de varios cientos de años masticando alimentos cada vez más blandos, ácidos y azucarados, nuestros dientes se han hecho más y más débiles. Y han dado lugar a una serie de enfermedades que nos separan del resto de mamíferos y -sobre todo- de aquellos humanos que surgieron hace aproximadamente 300.000 años. Ahora nuestros dientes, a pesar de ser tremendamente resistentes, ni siquiera son capaces de durar una sola vida. Y para mantenerlos en buen estado esnecesario el cuidado constante y exhaustivo... algo que no había sido tan importante en ningún otro momento de la historia.
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