Biología

¿Están vivos los virus?

La respuesta no está del todo clara, por mucho que haya extremistas a uno y otro lado

Virus de Orf visto al microscopio electrónico (Graham Beards)
Virus de Orf visto al microscopio electrónico (Graham Beards)Graham BeardsCreative Commons

Si quieres sembrar el caos durante una reunión de biólogos, solo tienes que acercarte y lanzar al aire la pregunta de la discordia: ¿los virus están vivos? Sus caras mudarán rápidamente y en ellas podrás ver una mezcla de emociones: inquietud ante la discusión que se avecina, seguridad respecto a su punto de vista y, por qué negarlo, cierto hastío propio de cualquier eterno retorno. Y es que las discusiones sobre este tema son relativamente frecuentes entre los aficionados a la ciencia y, sobre todo, los amantes de la biología. ¿Qué es la vida? Posiblemente se trate de una de las preguntas más complejas a las que podemos enfrentarnos y, de esta dificultad surgen algunas implicaciones inquietantes. ¿Podemos siquiera definirla? ¿Es algo que admite graduaciones? ¿Puede algo estar más o menos vivo? ¿Cómo pasamos de lo inerte a lo vivo?

Pero… ¿es realmente competencia de la biología? ¿O la respuesta ha de venir de otra disciplina? Este tipo de cuestiones, en realidad, van algo más allá, se hacen preguntas fundamentales y abstractas que requieren definiciones finas y una serie de nociones más propias de la filosofía (la buena filosofía), que de las ciencias. Por supuesto, al final solo podemos abordar estos temas desde un enfoque común, desde la filosofía de la biología, una filosofía informada por la ciencia (concretamente las ciencias de la vida). Porque, por si todavía no había quedado claro: definir ser vivo como aquel individuo que nace, crece, se reproduce y muere es el equivalente biológico de creer en los reyes Magos, es una fantasía que puede ser interesante mantener durante la infancia pero que, llegado un momento, más nos vale abandonar si no queremos hacer el ridículo.

Así es la vida…

Posiblemente, la mejor forma de aproximarnos a esta pregunta es recreando uno de los desarrollos más frecuentes de este debate. Por un lado, tendremos a algún defensor a ultranza de la vitalidad de los virus y dirá, posiblemente, algo así como que son entidades que evolucionan y con material genético, dos características muy propias de la vida y que no representan muy bien objetos inertes como, por ejemplo, una piedra o una zapatilla. Al otro lado del cuadrilátero, se alzará una voz opuesta, indicando que, en realidad, no podemos considerarlos vivos bajo ninguna circunstancia porque no son autosuficientes y para “reproducirse” (seamos tolerantes con esa palabra) necesitan parasitar a células con las herramientas capaces de duplicar su material genético.

El problema es que, si queremos ir más allá, ya necesitaremos ciertos conocimientos filosóficos, no solo biológicos, y dado que vivimos en una sociedad donde ciencias y letras se nos presentan como enemigas mortales, es muy frecuente que la formación filosófica esté ausente. El resultado serán argumentos aparentemente filosóficos pero que, en realidad, son lo que suele llamarse “filosofía espontánea”, condenada a repetir los errores e incoherencias que ya han dicho otros antes y que, si tuviéramos formación en filosofía, podríamos esquivar.

¿Pero están vivos o no?

Me temo que, desde la filosofía de la biología, todavía no tenemos una respuesta clara, pero prácticamente todas las definiciones incluyen las características antes nombradas: ha de ser un organismo capaz de autorreplicarse y evolucionar de forma abierta. Otras definiciones incluyen que han de poseer un metabolismo (una serie de procesos químicos capaces de producir y utilizar sustancias para mantenerse con vida). Si somos estrictos, los virus no cumplirían a rajatabla estas características y tampoco sus versiones más precisas, donde se utilizan términos complejos y muy específicos. No obstante, tampoco lo serían algunos parásitos que damos por vivos pero que, para reproducirse, necesitan introducirse en el organismo de otra especie, como puede ser el plasmodio que produce la malaria, un miembro del reino de los protistas, como las algas pardas o las amebas.

Por ahora es una pregunta abierta y, aunque pueda parecer frustrante pensar que nos vamos de este artículo con las manos vacías, lo cierto es que no es así. Nos vamos sabiendo que las definiciones no están tan claras y que conviene atar corta la sensación de seguridad cuando hablamos de cuestiones tan fundamentales como la vida y, por lo tanto, sobre qué está vivo y qué no lo está.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Puede parecer que, en realidad, la discusión es puramente semántica, pero nada más lejos de la realidad. Imaginemos que fuera así y la discusión sobre qué es vida y qué no es una cuestión de definiciones, sin más. En ese caso, estaríamos aceptando que no hay un límite claro entre lo que está vivo y lo que no y, en ese caso, si la limitación proviene de la propia naturaleza y no de nuestra incapacidad, entonces se abre una nueva discusión ontológica, sobre lo que es y deja de ser en sí mismo, independientemente de lo que nosotros lleguemos a conocer sobre ello. ¿Es la vida algo acaso? ¿Es algo gradual o dicotómico? O, dicho de otra manera: ¿existe una escala de grises de lo que está vivo o solo admite blancos y negros? Esa discusión sería inevitable por lo que, no, en ningún caso estamos solamente ante un problema de definiciones.

REFERENCIAS (MLA):