
Evolución
Descubren al fin cómo pudo empezar la vida sin ayuda de un creador
Una nueva investigación publicada en Nature Chemistry ha encontrado un mecanismo clave para explicar el origen de la vida como la conocemos

En 1858, Darwin publicó el Origen de las especies. No era la primera vez que un pensador nos proponía como descendientes de otros animales, pero Darwin hacía algo más. Entre sus interminables ejemplos naturales, el británico presentaba un mecanismo que permitía que unas especies dieran lugar a otras por acumulación de pequeños cambios, generación tras generación. Bajo el nombre de selección natural, Darwin sugirió que se reproducen más los individuos más adaptados para superar los desafíos que presenta su entorno (predadores, búsqueda de alimento, condiciones climáticas) y, por lo tanto, la siguiente generación se parecerá más a ellos.Un camino que nos llevó de la célula al mono y del mono hasta aquí.
La comunidad científica tardó en aceptarlo y, en parte, con razón. Nada sabía Darwin sobre el ADN pero, con el tiempo, el darwinismo iría evolucionando también en teorías más modernas y completas, como el neodarwinismo. Ahora el consenso científico es abrumador y, sin embargo, algunas voces se empeñan en hacernos creer lo contrario. No nos referimos a creacionistas al uso, sino apologetas como John Lennox o Jonathan McLatchie que envenenan el debate con ataques más sofisticados. Sin embargo, una nueva investigación recientemente publicada en la revista Nature Chemistry y realizada por el University College de Londres amenaza con desbaratar sus argumentos.
Una complejidad no tan irreducible
Darwin puso en jaque la cosmovisión religiosa de su tiempo y muchos creyentes prefirieron agarrarse a una imposible literalidad del Génesis en lugar de buscar la forma de conciliar su fe con las pruebas científicas. Así nace el argumento de la complejidad irreductible que, en su momento, llevó a los detractores de la evolución a decir que era incapaz de explicar la formación del ojo a través de pequeños pasos generación tras generación. Para ellos la complejidad del ojo no podía reducirse a los mecanismos de la evolución, necesitaba de un creador, era un “diseño inteligente”.
Por suerte, ahora sabemos bastante bien cómo pudimos pasar de un par de oscuros lunares sobre la “piel” a ojos con retinas, cristalinos y córneas como los nuestros, pero en lugar de aceptar la evidencia con elegancia, las voces críticas han movido la portería y señalan otros procesos o estructuras biológicas ciertamente complejas cuyo pasado la ciencia todavía no ha podido aclarar. Porque aparte de un marco teórico riguroso y fértil, para que los científicos deduzcan la historia evolutiva de algo, necesitan tiempo y financiación, dos recursos limitados que hacen imposible comprender miles de millones de años en apenas 170.
Un poquito más atrás
Nadie niega que las grandes preguntas de la ciencia siguen sin respuesta porque, precisamente, son grandes debido a su complejidad y trascendencia. Puede que comprendamos cómo se ha diversificado la vida a partir de un único organismo originario, pero… ¿y ese organismo cómo surgió? ¿Cómo pasamos de lo no-vivo a lo vivo? La pregunta no es sencilla, pero existen hipótesis científicas interesantes y hemos encontrado en pleno cosmos algunos compuestos químicos complejos muy vinculados con la vida. Sin embargo, el argumento que esgrimen los apologetas más finos sugiere que, sea como fuere, el sistema por el cual se copia la molécula de ADN tiene una complejidad imposible de reducir y que, en lugar de evolucionar por pasos, ese primer paso de la vida en la Tierra tendría que haber aparecido de golpe y, por lo tanto, por obra de una inteligencai.
Ahora bien, sabemos que la enorme eficiencia del mecanismo por el que se copia nuestro ADN es un proceso que se ha ido desarrollando durante miles de millones de años y tenemos ejemplos de sistemas similares menos complejos y, por lo tanto, más falibles. Podemos argumentar que, de hecho, ni siquiera era ADN el primer material genético que se copió en esos sistemas inmediatamente anteriores a la vida, sino ARN. Podemos suponer que la ciencia dará con la solución a esta cuestión como ha dado con tantas otras, pero la pregunta se plantea ahora y cabe cuestionarse cuánto podemos reducir su complejidad en este momento. Pues bien, el estudio que acaban de publicar en Nature Chemistry ha dado un golpe en la mesa y sugiere que, efectivamente, en las condiciones adecuadas, para copiar ARN solo necesitamos una cosa: ARN.
El estudio
El experimento logró recrear un entorno que bien podría parecerse al de la Tierra primitiva: una solución acuosa con sales de magnesio, pH moderadamente alcalino y temperaturas relativamente suaves, que permiten cierta estabilidad en las moléculas de ARN sin destruirlas. No se recurrió a enzimas ni tecnología moderna, sino únicamente a moléculas precursoras del mismo ARN ligeramente modificadas para ser más reactivas (nucleótidos activados), como se cree que podrían haber existido antes de la aparición de la vida. Lo crucial fue observar cómo estos nucleótidos se iban ensamblando guiados por una cadena de ARN ya existente, dando lugar a una nueva hebra. Sin enzimas, sin ADN, sin células.
Así pues, este entorno aporta pruebas interesantes contra la supuestamente irreductible complejidad de estos pasos clave para el origen de la vida. El sistema se autorregula en cierta medida y, aunque aún lejísimos de la precisión que exhiben los organismos actuales, permite imaginar una etapa intermedia entre lo inerte y lo biológico. En otras palabras, lo que han hecho los investigadores ha sido bajar el listón de complejidad necesario para arrancar la vida: han demostrado que, en condiciones realistas y plausibles, el ARN puede hacer lo suyo sin necesidad de que alguien o algo lo haya diseñado todo de antemano.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Todavía quedan muchas cuestiones abiertas en biología evolutiva, pero eso no significa que la teoría haya fallado. Acumula a sus espaldas una buena lista de éxitos y ha logrado predecir incluso ciertos procesos biológicos actuales. Ahora mismo no existe disenso entre los expertos y no hay motivo para que exista. Sin embargo, incluso si pudiéramos comprobar que el origen de la vida y la evolución de los humanos ha sido un proceso natural y materialista, esto no sería incompatible con la existencia de un creador. En todo caso, haría más razonable sospechar que lo sobrenatural y lo inmaterial no tienen cabida en este universo, pero “solo” eso.
REFERENCIAS (MLA):
- Attwater, James, et al. "Chemists Recreate How RNA Might Have Reproduced for First Time." Nature Chemistry, vol. 16, 2025, doi:10.1038/s41557-025-01830-y
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