Neurociencias

Este es el primer país que legisla la intimidad mental. Y el próximo será España

Se trata de "proteger constitucionalmente los neuroderechos, prohibiendo la manipulación no consentida de la actividad cerebral", señala la ley.

Normalmente el cerebro se salta a los oídos probando equipos nuevos
Cascos que miden tus ondas cerebralesInfobae

En los últimos años, los avances en neurotecnología han alcanzado un punto de inflexión. Empresas como Neuralink ya realizan ensayos clínicos con interfaces cerebro-ordenador en humanos, mientras dispositivos no invasivos como los auriculares de EEG desarrollados por Muse o Neurable que permiten “leer” estados básicos de concentración o estrés.

Este progreso plantea una pregunta crucial: ¿dónde terminar nuestra intimidad mental? En 2021 Chile se convirtió en el primer país del mundo en proteger constitucionalmente los neuroderechos, prohibiendo expresamente la manipulación no consentida de la actividad cerebral. Su modelo, la ley 21.383, fue desarrollado con científicos internacionales y se está usando como referencia para la Unión Europea, donde se debate incluir estas garantías en la futura Ley de Inteligencia Artificial.

Sin embargo, la polémica está servida. Por un lado, organizaciones de derechos digitales denuncian que las grandes tecnológicas podrían comercializar nuestros patrones cerebrales como nuevos “datos biométricos”, creando el mercado más invasivo de la historia. Casos como trabajadores chinos monitorizados con gorras de EEG en fábricas ya muestran el lado oscuro de estas tecnologías.

Al mismo tiempo, algunos neurocientíficos argumentan que una regulación demasiado estricta podría frenar los avances médicos cruciales, como interfaces que permiten comunicar a personas con parálisis total.

Los beneficios potenciales son innegables. Las neurotecnologías prometen revolucionar el tratamiento de enfermedades como el Alzheimer, la depresión o el Parkinson, permitiendo una estimulación cerebral precisa y personalizada. En el ámbito laboral, los dispositivos seguros y éticos podrían ayudar a prevenir el estrés crónico o mejorar la seguridad en trabajos de alto riesgo. Incluso en educación, los sistemas que detectan dificultades de aprendizaje en tiempo real podrían transformar las aulas.

El desafío actual es encontrar el equilibrio entre innovación y protección. Mientras la UE prepara su marco legal, España podría posicionarse como líder en neuroética gracias a centros pioneros como el Centro de Neuroderechos de Barcelona.

Así, en la próxima década, probablemente tendremos que redefinir conceptos tan básicos como qué consideramos “pensamiento privado” o hasta dónde puede llegar la mejora cognitiva artificial sin crear desigualdades insalvables. La conversación sobre neuroderechos acaba de comenzar, y su desarrollo marcará el rumbo de la convivencia entre humanos y tecnología.

La mayor dificultad legal de los neuroderechos es definir qué es “intimidad mental” en un mundo donde la tecnología avanza más rápido que la ley.

¿Dónde trazar la línea?: ¿Es un EEG de 20€ igual de “privado” que un chip intracortical? La ley necesita categorías claras, pero la tecnología es un espectro. En Chile, por ejemplo, la ley protege “datos neuronales”, pero no especifica si incluye señales cerebrales indirectas (como el ritmo cardíaco vinculado a emociones).

También es muy complejo confirmar que un usuario realmente entiende los riesgos de compartir sus datos cerebrales, por ejemplo: en 2023, una aplicación de meditación vendió datos anónimos de ondas cerebrales a anunciantes.

También hay que tener en cuenta que existe un vacío legal: mientras la UE debate regulaciones, empresas con sede en paraísos digitales (como algunos de wearables EEG) extraen datos cerebrales de europeos sin control. ¿Cómo aplicar sanciones a una empresa china que vende este tipo de dispositivos en Amazon?

La UE tendrá su primer borrador de Neuroderechos en 2025, pero con vacíos: no cubrirá, por ejemplo, datos cerebrales indirectos (como IA que adivine tus pensamientos por el movimiento ocular).

El punto de no retorno será entre el 2030 y el 2040. Si la legislación resulta efectiva, se conseguirá proteger la privacidad mental, y las neurotecnologías se usan solo para medicina, de lo contrario puede que comencemos a ver empresas que exijan chips cerebrales para puestos de alta responsabilidad.

En 1995 internet ya existía, pero nadie previó Facebook y las leyes quedaron por detrás de la tecnología. Ahora, todavía, estamos a tiempo.