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Un iceberg, cinco veces más grande que Madrid, a la deriva
Su nombre es A23a y no solo es el de mayor tamaño, también uno de los más antiguos del planeta.
Si bien a finales del año pasado ya se había hablado de su movimiento, la realidad es que todo comenzó en 1986, cuando el glaciar A23a (el más grande del planeta y uno de los más antiguos) se desprendió de la costa antártica y comenzó su deriva natural mar abierto. Esta no duró mucho, ya que su tamaño (casi 4.000 km cuadrados) y su espesor de 400 metros, lo anclaron al fondo del mar y se convirtió en una isla de hielo. Una que ahora ha vuelto a ponerse en movimiento.
A23a finalmente se ha liberado y ha comenzado a desplazarse a través del Mar de Weddell y, con la ayuda de vientos y corrientes, ha alcanzado una velocidad de 5 km diarios. De acuerdo con el glaciólogo británico Oliver Marsh, los científicos están perplejos en cuanto a la razón exacta por la que este iceberg, que también se cree que es uno de los más antiguos del mundo, está desplazándose actualmente.
"Con el tiempo, probablemente se ha liberado de parte de su masa y ha adquirido ese poco de flotabilidad extra que le ha permitido levantarse del fondo del océano y ser empujado por las corrientes oceánicas", explica Marsh como posible teoría.
También se ha hablado del cambio climático como una posible explicación. Es obvio y evidente que la Antártida está experimentando cambios dramáticos debido al calentamiento global, lo que ha provocado caídas récord en la capa de hielo marino, pero según declaraciones de Andrew Fleming, del Estudio Antártico Británico, no hay un vínculo claro entre el reciente movimiento del iceberg y las aguas más cálidas impulsadas por el cambio climático, de hecho su comportamiento se asemeja al ciclo de vida normal de un iceberg. Pese a ello, hay que tener en cuenta que está claro que los icebergs se están desprendiendo de la Antártida a un ritmo más rápido que el que la nieve añade masa al hielo, "lo que significa que el cambio climático está provocando que la capa de hielo de la Antártida pierda masa a un ritmo significativo”, añade Fleming.
Si A23a representa un peligro para los humanos, a corto plazo la respuesta es que no: la mayoría de los icebergs que se rompen en el Mar de Weddell terminan flotando hasta que finalmente se derriten en el "callejón de los icebergs" del Atlántico Sur.
Sí podría convertirse en un problema para la fauna, como los pingüinos o las focas, si encalla en sus zonas de alimentación o reproducción en el Océano Austral. También hay que tener en cuenta que los icebergs desempeñan un papel fundamental al sembrar el océano con nutrientes vitales.
Pero no todo es blanco o negro. "La Antártida solía ser vista como un gigante dormido; no pasaba nada – concluye Gail Whiteman, profesora de sostenibilidad de la Universidad de Exeter -. Era simplemente grande y muy frío; esa es mi forma no científica de decirlo. Y ahora, basándose en el hielo marino, está claro que en realidad es desestabilizador".
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