Evolución

Marlene Zuk y la improbable historia del grillo que cruzó el océano para no volver a cantar

La bióloga evolutiva norteamericana recibe el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en Ecología y Biología de la Conservación

Marlene Zuk en los Premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, en Bilbao
La improbable historia del grillo que cruzó el océano para no volver a cantarMarlene Zuk en los Premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, en BilbaoFundación BBVA

Marlene Zuk ha dedicado toda su vida a estudiar los insectos y cuando habla de ellos su voz brilla. Para ella no son solo animales, son historias. Narrativas llenas de detalles apasionantes. Cuentos de grillos viajeros con mala fortuna que, tras cruzar el Pacífico, acabaron en una isla de pesadilla. Cuentos de una mosca que navegó miles de kilómetros para arribar a una costa repleta de presas con las que alimentar a sus vástagos. Dos caras de una misma moneda que nos hablan de casualidades, de evolución y de renuncias.

“Toda mi carrera me ha interesado cómo los parásitos y las enfermedades afectan a la ecología, la evolución y el comportamiento de sus hospedadores”, empezó señalando Zuk. Nos encontramos en Bilbao, enclave elegido para la celebración de los Premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA y en la sala, el ambiente invita a contar historias con un té en la mano. "Es difícil interpretar el comportamiento animal sin contaminarlo con nuestros propios sesgos, pero lo intentaremos” advirtió Zuk. “Durante las últimas décadas hemos estudiado una especie de grillo que ha llegado a Hawái desde otras islas del Océano Pacífico y que supone un enorme misteriobiogeográfico”, advertía la bióloga. En la isla, algunos han dejado de cantar porque, aunque con su grillar llamaban a las hembras, también estaban atrayendo a la muerte.

Un banquete desde dentro

En esa isla no solo hay grillos. Zuk ha estado estudiando la relación que guardan otro insecto, una mosca parásita. “Siempre me han interesado las interacciones entre los parásitos y sus hospedadores y cómo afectan a los ecosistemas. En este caso, cuando la mosca encuentra a un grillo, deposita sus larvas él y estas empiezan a devorarlo desde dentro hasta que muere”. Como si fuera un tripulante de la Nostromo, el grillo se convierte en la guardería de su predador y aquí viene el gran problema porque, cuando el grillo canta para atraer posibles parejas, también alerta de su posición. Por un lado, “si atrae hembras podrá pasar sus genes a nuevas generaciones, pero, por otro lado, también está atrayendo a la mosca, que puede matarle poniendo fin a su linaje”. No hay solución sencilla.

“Este tipo de interacción en el que la selección natural y la selección sexual actúan en diferentes direcciones ha interesado a los biólogos desde el mismísimo Darwin”. Para Zuk, está claro que esta historia ha llegado a un punto de conflicto. Más le vale al grillo dar con una solución que le permita optimizar sus posibilidades de sobrevivir a los peligros de esta isla infernal. “Así fue como los grillos empezaron a cambiar. Algunos ejemplares que nacían con un gen mutado lograban evitar a las avispas”. El gen en cuestión estaba relacionado con el canto, por lo que, los individuos mutados, a efectos prácticos, eran mudos “no podían llamar a la hembra, pero tampoco a la mosca parásita”. Y, lo más espectacular de todo es que este cambio apenas había llevado 5 años.

Evolución acelerada

“Fue una evolución muy acelerada, en tan solo 20 generaciones la mayoría de los grillos dejó de cantar”, puntualiza Zuk entusiasmada. “Solemos pensar que la evolución es muy lenta, pero no siempre lo es, sobre todo con organismos que se reproducen rápido, como los insectos”. Bastaron cinco años para cambiar a aquella población de grillos navegantes. Pero ¿de dónde vinieron exactamente? ¿Cómo tuvieron la mala suerte de llegar a una isla tan plagada de peligros? “No sabemos cuándo llegó a Hawái, pero tenemos textos de 1877 que ya hablan sobre él”, contesta Zuk. “Una posibilidad es que llegara en los navíos mercantes que venían de otras partes del mundo. La otra es que llegara con los polinesios cuando colonizaron Hawái hace 500 años”.

En ese momento, la vista de la bióloga se pierde a través del ventanal de la sala y guarda un instante de silencio, como sus grillos. “A veces imagino a los polinesios llegando a Hawái en grandes canoas con plantas, cerdos y otros pequeños animales a través de miles de kilómetros, navegando durante días con las estrellas como único guía. Me pregunto si llevarían consigo pequeñas jaulas con grillos, porque para ellos eran importantes. En el folclore de algunas partes del Pacífico consideran que, cuando cantan los grillos, lo que suena es la voz de sus ancestros”. Inevitablemente, aceptamos su invitación a soñar despiertos con estos navegantes intrépidos que, tal vez, decidían viajar con las voces de sus antepasados.

Un encuentro improbable

"Intenté hacer estudios genéticos para determinar de dónde venían los grillos, pero nunca lo conseguimos. Puede que ahora sacáramos algunas conclusiones, porque ha mejorado la resolución de las técnicas", prosigue. Pero esto no es todo, porque, como todas las buenas historias, puede contarse desde más de una perspectiva. La mosca parásita es la otra cara de la moneda, y no sabemos de dónde llegó.

“Es de una especie que también existe en América del Norte y Centro América, pero es un parásito obligado. Eso significa que no puede sobrevivir sin presas en las que alojar a sus larvas y en Hawái no conocemos ninguna especie nativa que la hubiera permitido sobrevivir”. El grillo habría seguido cantando sin la mosca y la mosca no habría sobrevivido sin el grillo. Son una casualidad entre casualidades, porque no pudieron llegar juntos. “Uno es del pacífico y la otra del Nuevo Mundo”. La mosca tuvo que llegar a la isla adecuada en el momento oportuno en un universo donde el destino no existe.

Podría estar hablando durante horas sobre las historias que ha investigado, pero el tiempo de la entrevista casi ha pasado y Zuk lo sabe. “Las vidas de los insectos son mucho más fascinantes de lo que solemos pensar. Los insectos no solo son polinizadores, son carroñeros y el alimento de otros. Tienen una importancia ecológica enorme en la mayoría de los ecosistemas”. Y, aunque su valor no depende de cuánto nos aportan, no podemos evitar pensar en las historias que perdemos cada vez que desaparece una especie, día tras día, año tras año.

QUE NO SE LA CUELEN:

  • La evolución no siempre es la ley del más fuerte, son muchos los motores evolutivos que entran en juego. La selección natural es uno de ellos, pero también hay catástrofes y selección sexual que, a veces, pueden jugar, aparentemente, en contra de la evolución.

REFERENCIAS (MLA):