Genética
Ya podemos leer el primer genoma completo de un antiguo egipcio y fue artesano hace 4,5 milenios
Un nuevo estudio publicado en Nature desvela la identidad del primer genoma completamente analizado de un antiguo egipcio
Las técnicas de paleogenética han hecho posible leer el ADN de neandertales e, incluso, mamuts de decenas de miles de años de antigüedad. Un logro excepcional que hizo ganar el Nobel de Fisiología o Medicina a Svante Pääbo en 2022. Sin embargo, a este mismo mago de la paleogenética se le ha resistido un logro aparentemente mucho más sencillo. Y es que, hace 40 años, el sueco intentó recuperar el genoma completo de un antiguo egipcio. Individuos que murieron hace poco más de 4 milenios y cuyo ADN ha tenido mucho menos tiempo para deteriorarse que el de neandertales y mamuts de más de 40.000 años. Sin embargo, cuando hablamos de la preservación del ADN el ambiente es clave, y no se conserva igual en latitudes frías que en el abrasador Egipto.
Casi medio siglo de intentos fallidos que terminan hoy, porque la revista Nature acaba de publicar un artículo anunciando la primera secuenciación completa del genoma de un antiguo egipcio. Un estudio de esos que hará historia y que ha requerido de la colaboración de varias instituciones, como el Francis Crick Institute, la Liverpool John Moores University, la University of Aberdeen, el World Museum Liverpool, la University of Liverpool y el Egyptian Antiquities Service. El individuo analizado ha resultado tener entre 4500 y 4800 años, situándolo a finales del Periodo dinástico temprano o durante la primera mitad del Reino Antiguo (entre la segunda dinastía y la quinta). Pero las pesquisas no terminaron aquí, porque gracias a la ciencia los investigadores han podido deducir otras características de este egipcio antiguo.
Todos sus muertos
Evidentemente, si tenemos el ADN de un individuo, podemos sacar conclusiones sobre sus antepasados, aquellos a quien pertenecían algunas de esas secuencias genéticas antes de que las tuviera él. A través de técnicas estadísticas bastante conocidas aplicadas a dinámica de poblaciones, los investigadores pudieron concluir que, en un 80%, sus antepasados provenían del Norte de África, como cabría esperar. Sin embargo, el otro 20% confirmó una hipótesis que, hasta ahora, solo habíamos podido deducir por algunos objetos que habían llegado a Egipto a través del comercio. Y es que, una cuarta parte de su ADN provenía de antepasados de Asia occidental, concretamente de Mesopotamia.
Esto confirma que, aquellas rutas comerciales, efectivamente, contribuyeron a la mezcla genética de las poblaciones. Y, contar con pruebas genéticas que confirman especulaciones menos fiables siempre es una gran noticia. En cualquier caso, conocemos algo más sobre el origen de este individuo, algo que no nos ha revelado la genética, sino sus dientes. Tras deducir la dieta con la que lidiaron sus muelas y detectar algunas señales reveladoras, los investigadores pudieron concluir que había pasado su infancia en Egipto. Ahora bien… ¿quién llegó a ser? Porque los orígenes acotan un contexto, pero no agotan toda la historia.
¿Y quién es él?
Aparte de por sus dientes, los investigadores pudieron reconstruir aspectos clave de su estilo de vida a partir de las marcas visibles en sus huesos. Por ejemplo, los signos de hipertrofia en ciertos músculos, junto con los desgastes en las vértebras y las articulaciones, sugieren que esta persona pasó gran parte de su vida realizando tareas físicas repetitivas. Especialmente reveladores fueron los signos encontrados en su pelvis, brazos y pies, que apuntan a una posición sentada con las extremidades extendidas, así como a un uso constante del pie derecho. Todo esto ha llevado a los investigadores a plantear que podría haber trabajado con un torno, como alfarero, o al menos en un oficio similar que exigiera movimientos repetitivos y prolongados en posturas específicas.
La hipótesis encaja también con el momento histórico porque es en esta misma época cuando se documenta la introducción del torno de alfarero en Egipto, una tecnología importada desde Asia occidental que podría explicar tanto los gestos físicos del trabajo como la ascendencia parcial mesopotámica del individuo. Las conexiones entre los objetos, las técnicas y las personas cobran así una nueva dimensión. Aun así, hay un detalle que todavía intriga a los investigadores: su entierro. Porque, a pesar de los signos de trabajo físico intenso, el individuo fue enterrado en una tumba de cierto prestigio, dentro de una vasija cerámica, en el interior de una sepultura excavada en una ladera, un tipo de enterramiento más propio de clases altas. ¿Cómo reconciliar esa aparente contradicción?
Una posibilidad es que este posible artesano hubiera alcanzado un estatus social inesperado para alguien de su oficio. Tal vez su habilidad excepcional le ganó un lugar especial en su comunidad. O quizás el estatus social no estaba tan estrictamente vinculado al tipo de trabajo manual que realizaba, sino a alguna cuestión personal desconocida para nosotros. En cualquier caso, este hallazgo no solo representa una hazaña técnica (haber conseguido por fin secuenciar un genoma completo en un entorno tan hostil para el ADN como Egipto), sino que también aporta una pieza clave para reconstruir las dinámicas demográficas de una civilización que, pese a su prolija documentación arqueológica y escrita, no había podido hablar hasta ahora desde sus propios genes.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aunque todo apunta a que, efectivamente, estamos ante los restos de un egipcio de hace 4500 años con algunos antepasados mesopotámicos, criado en la tierra de los faraones y que se ganó la vida como alfarero, hay todavía un margen para la incertidumbre que, con suerte, futuros estudios estrecharán.
REFERENCIAS (MLA):
- Morez Jacobs, Adeline, et al. Whole-genome ancestry of an Old Kingdom Egyptian. Nature, vol. 625, 2025, doi:10.1038/s41586-025-09195-5.