
Actualidad
“Es el proyecto más deprimente en el que he participado”: El fraude científico no deja de crecer
Un nuevo estudio augura la pérdida de confianza popular en la ciencia y las publicaciones científicas no cambian radicalmente

“Según la ciencia” es, posiblemente, el sintagma más infame del periodismo científico. Y, sin embargo, todos acabamos recurriendo a esas palabras con la esperanza de que se entienda que no nos hemos inventado nada y que, las afirmaciones contenidas en el artículo son el resultado de la investigación rigurosa y sesuda de otros. Y es que, aunque “la ciencia” no goce de la incuestionable autoridad que tenía hace 50 años, sigue generando mucha más confianza que el periodismo. Ahora bien… ¿durante cuánto tiempo seguirá siendo así?
Porque, a pesar del efecto que causa encabezar una frase con “hay un estudio científico que dice que…”, siendo francos, se trata de un galardón cada vez menos fiable. El conocimiento científico ha de ser publicado en revistas indexadas para que sea reconocido como tal, en parte, porque se espera que dichas revistas se aseguren del rigor de las investigaciones que publican. Sin embargo, el negocio de las publicaciones científicas ofrece un margen de beneficios tan suculento que han atraído a verdaderos empresarios que no dudan en pervertir el sistema con tal de aumentar sus ganancias. Hoy, la revista PLOS ONE ha publicado una investigación que destapa algunas de estas prácticas y que su autor ha calificado como “el proyecto más deprimente en el que he participado”. ¿Está la ciencia condenada?
Vamos a peor
Luís A. N. Amaral es experto en sistemas sociales complejos, profesor en Northwestern’s McCormick School of Engineering y autor del estudio en cuestión: “Las entidades que posibilitan el fraude científico a gran escala son grandes, resilientes y están creciendo rápidamente”. Entidades que Amaral no duda en calificar como “organizaciones criminales”. Según el estudio de Amaral y Richardson, estas entidades ofrecen una gran cantidad de actividades fraudulentas para los investigadores menos escrupulosos que no dudan en comprar los méritos que el sistema les pide para acceder a una plaza o conseguir una beca.
Desde la fabricación de datos, la manipulación o el robo de imágenes hasta el plagio más descarado; pasando por la venta de autorías y citas para inflar artificialmente el impacto de los artículos. Ofrecen también revisiones falsas para asegurar la aceptación del artículo por parte de la revista; la mediación para facilitar publicaciones masivas en determinadas revistas; y, finalmente, la usurpación de revistas extintas, reaprovechando sus dominios caducados para dar apariencia de legitimidad a miles de artículos fraudulentos. Con estas prácticas extendiéndose sin freno, uno se pregunta: ¿seguiremos pudiendo fiarnos de lo que “dice la ciencia”? Los autores se preguntan esto mismo, pero añaden una preocupación más. Pues si ya tenemos dudas de cómo enfrentarnos al fraude científico… ¿qué haremos cuando las IAs generativas inunden el sistema de publicaciones con artículos falsos?
Un problema presente
Los artículos hechos con IA son una realidad y, cada pocos meses, alguno especialmente abominable se abre paso hasta la opinión pública, ese fue el caso de aquella investigación que ilustró a un ratón con genitales imposibles, tan descomunales que desbordaban el margen de la propia imagen. Sin embargo, estos casos son solo la punta del iceberg, aquellos tan descabellados que no pueden pasar inadvertidos. Ese es el panorama que han revelado los investigadores de este estudio, porque ya sea a través de la IA o de fraudes más “tradicionales”, parece que las publicaciones científicas fraudulentas no solo están creciendo, signo que lo hacen a un ritmo superior a las rigurosas.
La urgencia de la situación exige, según Amaral y Richardson, un enfoque de múltiples frentes (mejorar los procesos editoriales, implantar sistemas automáticos de detección de fraude, redefinir los incentivos académicos y fomentar la cooperación internacional entre agencias de financiación, universidades y editores), antes de que la confianza del público se siga deteriorando. Además, subrayan la necesidad de campañas de alfabetización científica dirigidas a periodistas y al público general (para que aprendan a distinguir un estudio sólido de los que sólo buscan el beneficio rápido) y la creación de registros de integridad académica que permitan rastrear y sancionar a quienes socavan el sistema desde dentro.
El reto al que nos enfrentamos no es solo técnico o administrativo, sino también ético y cultural: si la ciencia deja de verse como un bien colectivo basado en la honestidad y la transparencia, perderá buena parte del músculo que tiene para repercutir en la sociedad. Y esa reflexión, advierten los autores, debe empezarse antes de que la siguiente ola de publicaciones agrave esta tendencia. Porque, llegado ese momento, la pregunta dejará de ser si podemos fiarnos de lo que “dice la ciencia” y pasará a ser cómo recuperar la credibilidad que tanto costó construir.
QUE NO TE LA CUELEN:
- A pesar de los movimientos conspiranoicos y antivacunas, la ciencia es una de las instituciones que más confianza despierta en la población. Sus beneficios sociales son evidentes y, negarlos, requiere de un ejercicio que, por suerte, no todo el mundo está dispuesto a hacer. Sin embargo, no todas las disciplinas científicas cuentan con la misma imagen y estas tendencias podrían arrastrar a aquellas ciencias que gozan de mejor estatus social.
REFERENCIAS (MLA):
- Richardson, Reese, y Luís A. N. Amaral. “The entities enabling scientific fraud at scale are large, resilient and growing rapidly.” Proceedings of the National Academy of Sciences, 4 Aug. 2025, doi:10.1073/pnas.2420092122.
✕
Accede a tu cuenta para comentar