Biología

El estudio que el machismo no quiere que leas

Un estudio publicado en la revista PNAS anuncia que el machismo de nuestra sociedades no es tan biológico como a algunos les gustaría pensar

Dos babuinos chacma en una pelea, el macho a la derecha atacando a una hembra. En esta especie, los machos son el doble de grandes que las hembras y son dominantes sobre ellas.
Dos babuinos chacma en una pelea, el macho a la derecha atacando a una hembra. En esta especie, los machos son el doble de grandes que las hembras y son dominantes sobre ellas.Alecia CarterEurekalert

Parece que las injusticias lo son un poquito menos cuando tienen un origen biológico. ¿Verdad? El machismo es un gran problema, pero si podemos justificar que surgiera por diferencias biológicas entre machos y hembras algunos duermen más tranquilos. Lo cierto es que la falacia naturalista de David Hume no ha calado mucho y nos sigue costando entender que no podemos deducir cómo deberíamos comportarnos solo a partir de cómo son las cosas en la naturaleza. Pasar de lo que es a lo que debe ser es complejo y si dormimos en camas y merendamos helado el argumento naturalista pierde el poco sentido que pudiera tener, el machismo es igual de problemático se base o no en diferencias biológicas.

Sin embargo, dejemos estas cuestiones éticas a un lado, porque, incluso si ignoramos a Hume, resulta que un nuevo estudio ha encontrado pruebas de que la mayoría de las especies de primate no viven en sociedades patriarcales y que, de hecho, nuestras características no encajan con las pocas que sí lo hacen. Si están en lo cierto, el origen de las desigualdades sociales entre hombres y mujeres podría ser menos biológica de lo que pensábamos y, por lo tanto, más cultural de lo que algunos quieren reconocer. El estudio ha sido publicado en la prestigiosa revista PNAS y se basa en un estudio realizado por varias instituciones científicas, entre ellas, la Universidad de Montpellier, el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y el Centro Alemán de Primates.

¿Igual de pendencieros?

El mundo es demasiado vasto para que ya lo hayamos descrito en su totalidad. Hay incontables detalles que podrían parecer triviales, pero para los que, sencillamente, no hemos tenido tiempo. Algunos por falta de relevancia y, otros, por la multitud de sesgos que llevamos en nuestra mochila. Por ejemplo, hasta hace poco considerábamos que las dinámicas de poder en las comunidades de primates debían estar escoradas hacia los machos. Pensábamos que el “matriarcado” de los bonobos y los lémures de cola anillada eran honrosas excepciones. Y, como suele ocurrir en la ciencia: la realidad ha resultado ser más compleja de lo que pensábamos.

El estudio ha analizado los enfrentamientos entre machos y hembras de 253 poblaciones diferentes de 121 especies distintas de primates. La primera sorpresa fue que estos enfrentamientos entre sexos resultaron mucho más frecuentes de lo esperado. De hecho, casi el 50% de las interacciones agresivas fueron entre machos y hembras. En palabras de Dieter Lukas: “La observación de que, en la mayoría de las poblaciones, cualquier individuo tiene más probabilidades de estar involucrado en una pelea contra otro del sexo opuesto que del mismo sexo resalta que la batalla de los sexos es común en otros animales”.

Hablando en porcentajes

Ahora bien… ¿es cierto que los machos tienden a imponerse siempre, como tantas veces se ha asumido? Según los datos obtenidos, la respuesta es un rotundo "depende". El dominio claro de los machos (que ganen más del 90% de las peleas) solo se observa en 25 de las 151 poblaciones en las que se cuenta con datos cuantitativos fiables. Por otro lado, las hembras parecen imponerse con la misma claridad en 16 poblaciones. Es decir, solo alrededor del 27% de las poblaciones muestran un claro sesgo hacia un sexo u otro. El resto vive en sociedades donde el poder está más repartido o directamente no hay una asimetría clara.

Pero hay más, porque cabría preguntarnos si, biológicamente, nos parecemos más a las poblaciones de primates regidas por machos o por hembras. Resulta que, en las poblaciones estudiadas, la dominancia masculina aparece más frecuentemente en especies terrestres, donde los machos tienen cuerpos más grandes, armas físicas más potentes o un mayor número de parejas sexuales. Y, según los investigadores, “los humanos no comparten todos los rasgos que caracterizan a las especies donde los machos dominan estrictamente a las hembras. En cambio, el conjunto de rasgos humanos los sitúa más cerca de especies que muestran relaciones más matizadas, donde individuos de cualquiera de los sexos pueden volverse dominantes”.

Así, la idea de que el patriarcado humano tiene raíces biológicas profundas se debilita conforme sustituimos las intuiciones por datos. Por supuesto, la cultura, la historia y la economía han jugado un papel crucial en moldear las estructuras sociales que nos rodean, pero la biología, esa excusa tan tentadora, no parece sostener el edificio con tanta firmeza como algunos esperaban. Si el machismo es un problema (y lo es), entonces es un problema que no podemos colgarle exclusivamente a nuestros genes.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Que no podamos fundamentar nuestra ética en qué es natural y qué deja de serlo no significa que carezcan de importancia estos estudios. Precisamente, si queremos sobreponernos a una injusticia anclada en nuestra historia evolutiva, conocer su origen es un paso clave para enfrentarnos a ella.

REFERENCIAS (MLA):

  • Lukas, Dieter, Peter Kappeler, Élise Huchard, et al. The Evolution of Male-Female Dominance Relations in Primate Societies. Proceedings of the National Academy of Sciences, 7 July 2025, doi:10.1073/pnas.2500405122.