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Ecología

¿Qué fue del agujero en la capa de ozono? Tenemos buenas noticias

Un estudio del MIT demuestra, que la recuperación del agujero de ozono en la Antártida es consecuencia de la reducción de los CFCs

Una imagen de la capa de ozono tomada en 2006 larazon

Leer una noticia optimista solo hace la mitad de ilusión que escribirla. Es cierto que el panorama medioambiental no es muy halagüeño, pero entre las muchas crisis con las que estamos haciendo malabares, parece que hay una que hemos sabido enfrentar. ¿Te has preguntado últimamente qué fue del insigne agujero en la capa de ozono? Hace unas décadas era incluso más popular que el cambio climático y, de repente, parece que ya no hablamos sobre él. El motivo no es que hayamos olvidado el problema, es que lo hemos resuelto (o, al menos, estamos en ello). Si todo sigue según lo previsto, puede que en 25 años escribamos un titular celebrando que la capa de ozono se ha reparado por completo.

Y, aunque todavía hay agujero por el que se cuelan las radiaciones cancerígenas del Sol, parece que se está encogiendo. En realidad, la noticia no es nueva, en 2020 alcanzó un mínimo y se ha observado una tendencia descendente. Sin embargo, es ahora, con un artículo científico publicado en la revista Nature cuando podemos afirmar, con un 95% de confianza estadística, que la recuperación se debe a menor uso del uso de aerosoles con clorofluorocarbonos, más conocidos como CFCs. Un viaje que empezó en 1987, con el protocolo de Montreal, que logró concienciarnos de que estos gases de nuestros aerosoles eran los principales causantes de que la capa de ozono se estuviera abriendo sobre nuestras cabezas.

Podemos cambiar

En la propia nota de prensa celebran el artículo con estas palabras: “el nuevo estudio es el primero en demostrar, con alta confianza estadística, que esta recuperación se debe principalmente a la reducción de sustancias destructoras del ozono, en lugar de otros factores como la variabilidad natural del clima o el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero en la estratósfera” En palabras de Susan Solomon, una de las autoras del estudio: “Eso es increíble. Y demuestra que realmente podemos resolver problemas ambientales”.

Porque, aunque debemos cuidar el medio ambiente sin reparar en los beneficios que pueda reportarnos, en este caso es evidente que estamos ante una buena noticia para nuestra salud. El ozono es una molécula compuesta por tres átomos de oxígeno, uno más que la molécula de oxígeno que respiramos. Esa diferencia aparentemente menor es clave para explicar sus propiedades y, su concentración en la atmósfera ayuda a apantallar la radiación ultravioleta que emite nuestro Sol. De hecho, la vida existe en la Tierra gracias a la capa de ozono, que nos protege de las mutaciones que esta radiación puede causar en nuestro ADN. Por supuesto, las consecuencias de dañar la capa de ozono son muchas más, pero solo con evitar esta ya deberíamos de estar bastante satisfechos como sociedad.

No tan rápido

En 1986, las investigaciones de Susan Solomon contribuyeron a descubrir que el agujero se debía a la emisión de gases conocidos como CFCs, presentes en la refrigeración, el aire acondicionado, el aislamiento y los aerosoles en general. Al ascender a la estratosfera, estas sustancias podían encontrarse con moléculas de ozono y degradarlas, haciendo que perdieran su capacidad de actuar como escudo de la radiación ultravioleta. Ahora, su última investigación ha confirmado que la reducción del agujero también se debe al cambio en nuestras emisiones de CFCs. Para ello, han utilizado un método conocido como “fingerprinting”, que permite identificar cuánto influyen por separado determinados factores climáticos a las condiciones meteorológicas.

Al crear tres modelos computacionales de la evolución de la capa de ozono (uno teniendo en cuenta el aumento de gases de efecto invernadero, otro para el descenso de los CFCs y otro que no tenía en cuenta ninguno de estos factores) pudieron ver cómo el modelo donde tenían en cuenta la reducción de CFCs evolucionaba de forma paralela a las mediciones, reduciendo su agujero en la capa de ozono a un ritmo similar al que hemos experimentado.

Y las buenas noticias siguen. Porque si bien ya hemos indicado que, a este ritmo, es probable que el agujero se cierre del todo para mediados de este siglo, según la doctora Solomon, en el 2035 se habrá reducido tanto que algunos años ni siquiera se abrirá, siendo cada vez más frecuente que permanezca cerrado durante todo el año hasta que alcancemos ese aciago momento en torno al 2050.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque la noticia es muy positiva, no debemos dormirnos en los laureles. Hay muchas otras crisis medioambientales que lidiar y que no están relacionadas con el agujero en la capa de ozono. Lo bueno es que este estudio nos sirve de ejemplo de cómo, cuando tomamos medidas y nos comprometemos con ellas, podemos revertir (o, al menos) frenar algunas de estas crisis.

REFERENCIAS (MLA):

  • Wang, Peidong, et al. “Fingerprinting the Recovery of Antarctic Ozone.”Nature, 2025, doi:10.1038/s41586-025-08640-9.