A veces un solo par de ojos es suficiente para que el mundo entero se detenga. Los de la niña afgana de ojos verdes lo hicieron hace justo cuarenta años, cuando un Steve McCurry todavía joven la fotografió en un campo de refugiados en Pakistán. Aquella imagen recorrió el planeta y sigue clavada en la memoria colectiva. Ahora, es también la puerta —la primera mirada— que da acceso a Capturando el alma (ARTIKA Books), el volumen que condensa medio siglo de viajes, emociones y rostros que, si no fuera por la cámara de McCurry, el mundo jamás habría conocido.

En realidad, Sharbat Gula —así se llama aquella niña— es solo la guardiana de este santuario visual. El libro no trata de ella, sino de todos nosotros. Porque si algo ha demostrado McCurry en sus décadas de oficio es que no importa el país, la lengua o el credo: siempre hay un instante donde asoma algo esencial, irrepetible, un destello de humanidad que él ha aprendido a atrapar. Y es eso, precisamente, lo que ahora ha reunido en este libro de artista que se puede adquirir únicamente en la web de ARTIKA.

El instante antes del parpadeo

«Busco el momento desprevenido», dice McCurry. El momento antes del parpadeo, cuando el alma aún no se ha escondido tras la máscara cotidiana. Si en algo es maestro este fotógrafo nacido en Filadelfia en 1950 es en ese arte antiguo de la espera: esperar a que la vida se muestre, a que la emoción cruce el rostro de alguien sin permiso. Y entonces, sí, disparar.

No es casual que McCurry se formara en cinematografía antes de abrazar la fotografía. Cada una de sus imágenes es el fotograma de una película que solo existe en su cabeza, pero que el espectador completa en su imaginación. Un niño cubierto de polvo rojo en la India, un monje solitario en Myanmar, un soldado en Afganistán, una mujer que cose entre escombros… cada uno nos cuenta una historia sin pronunciar palabra.

Y eso es exactamente lo que ofrece Capturando el alma (ARTIKA Books): 40 fotografías que son 40 relatos, 40 formas de comprender el mundo sin necesidad de traducción.

El libro como objeto de memoria

Pero no se equivoquen: este no es un libro de fotografías al uso. Es, más bien, un relicario artesanal, un contenedor de memorias. McCurry ha supervisado cada detalle, desde la selección de las imágenes hasta la calidad del papel, la impresión, la textura. Cada instantánea ha sido impresa mediante láser Fuji sobre papel fotográfico mate, y va protegida con un papel translúcido como si cada una fuera un secreto que se nos permite desvelar.

El estuche, recubierto de metacrilato brillante, exhibe la imagen de la niña afgana como si fuera un icono bizantino. Pero dentro aguardan dos volúmenes: el Libro de Arte, que contiene las imágenes con los textos del propio McCurry, y el Libro de Estudios, que disecciona cada fotografía con un análisis íntimo del autor, la biografía más personal escrita por su hermana Bonnie McCurry, y el estudio minucioso del periodista Antoni Ortí sobre las técnicas, obsesiones y logros del maestro.

Y por si eso fuera poco, todo ha sido elaborado mediante un proceso artesanal minucioso, sello de identidad de ARTIKA, que garantiza que cada ejemplar —numerado y firmado— sea una pieza irrepetible, una obra de arte en sí misma.

El lenguaje secreto de la luz

Hay un lenguaje secreto que solo se habla en imágenes. McCurry lo domina, y Capturando el alma (ARTIKA Books) es su gramática visual definitiva. Cada fotografía es un país, un idioma, una plegaria. Basta mirar esas pupilas detenidas en el papel para sentir que, de alguna forma inexplicable, nos hemos asomado a otra vida sin haberla vivido.

En un mundo de pantallas fugaces, este libro es una invitación a mirar despacio, a detenerse. Porque detenerse también es un acto de rebeldía frente al vértigo.

Un pedazo del alma de McCurry en nuestras manos

Quien quiera poseer no solo un libro, sino un pedazo del alma de McCurry, puede adquirir esta obra exclusivamente en la web de ARTIKA.

A veces basta una mirada para recordar que todos llevamos un mundo dentro. McCurry lo ha capturado. Ahora nos toca a nosotros sostenerlo entre las manos y mirar… sin prisas.

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