Sonidos del Turia
Huerta y de Solaun: complicidad al servicio de Beethoven
El ciclo Cambra al Palau busca explorar las obras más relevantes del repertorio clásico
La Sala Rodrigo del Palau de la Música, con su atmósfera cálida y acogedora, se convirtió en un refugio perfecto en estos fríos días de invierno, invitando a los asistentes a olvidarse, aunque sea momentáneamente, de los preparativos navideños. La Rodrigo se llenó casi por completo para presenciar el cuarto concierto de Cambra a Palau. Este ciclo dedicado a la música de cámara busca explorar las obras más relevantes del repertorio clásico, ofreciendo una experiencia íntima y cercana con la audiencia.
En esta ocasión, Vicente Huerta y Josu de Solaun asumieron el desafío de interpretar la primera parte de la integral de las sonatas para violín y piano de Ludwig van Beethoven, una de las cumbres del repertorio camerístico. El programa transitó desde la introspección de la Sonata n.º 10 en Sol mayor, op. 96, hasta la vitalidad de la Sonata n.º 8 en Sol mayor, op. 30 n.º 3, con un dramático intermedio prerromántico protagonizado por la Sonata n.º 4 en La menor, op. 23.
El concierto se inició con un emotivo y solemne minuto de silencio en memoria de las víctimas de la tragedia ocasionada por la DANA. Este gesto de profundo respeto creó un ambiente de recogimiento que predispuso al público a escuchar con serenidad y atención, estableciendo una conexión especial con el repertorio que se desarrollaría a lo largo de la velada.
La interpretación de la Sonata n.º 10, que abrió el programa, fue magníficamente ejecutada por los músicos, en una conversación donde el violín y el piano se entrelazaron con una sensibilidad y precisión admirables, logrando captar la esencia expresiva de la obra. Las dificultades visuales que padecía de Solaun y algún que otro desequilibrio inicial en el Allegro moderato, donde el piano pudo eclipsar en varios momentos al violín de Huerta, no impidieron disfrutar de este primer movimiento. Prosiguió el Adagio espressivo, que continuaría con ese diálogo cómodo entre los intérpretes, destacando, sin duda, el refinamiento melódico del violín en esta pieza respaldado por el vibrato lírico de Vicente Huerta. Por su parte, el tercer movimiento, Scherzo: Allegro, si bien no alcanzó el nivel de brillantez esperado, invitó a que los asistentes no dejáramos de prestar atención al juego entre instrumentos construido por el compositor alemán. El Poco allegretto final fue el punto más logrado de esta primera parte, con una ejecución convincente de las variaciones que culminaron con una vibrante coda.
Tras la pausa, la complicidad entre Huerta y de Solaun se hizo mucho más palpable, manifestándose en gestos sutiles, como sonrisas intercambiadas durante pasajes complejos, respiraciones al unísono y en un intercambio melódico más fluido y natural. La comunicación entre ambos pareció reforzarse, especialmente en los momentos más reflexivos y en los crescendos dramáticos, donde el equilibrio entre el violín y el piano finalmente se hizo notar.
La segunda parte comenzó con la Sonata n.º 4, que mostró desde su primer movimiento, Presto, un considerable entendimiento entre los valencianos a través del contraste expresivo entre distintas secciones de la pieza. Cabe resaltar el Andante scherzoso più allegretto, cuya delicadeza y carácter amable recordaba sin duda a la técnica compositiva mozartiana. La sonata finalizó con un intenso Allegro molto que provocaría los primeros aplausos espontáneos y alabanzas de la noche.
El programa cerró con una radiante interpretación de la Sonata n.º 8, que se erigió como el momento cumbre del concierto. Podemos llegar a pensar que la elección final de esta obra no fue casualidad, pues se palpaba la preparación y disfrute de los músicos en el escenario. El Allegro assai se abrió al espíritu de Haydn, destacando los alegres picados del violín. Por su parte, el segundo movimiento, Tempo di minuetto, ma molto moderato e grazioso, con su estilo danzante, permitió a los intérpretes desplegar una elegancia serena y un correcto control técnico. El Allegro vivace final fue una demostración de poderío virtuoso que dejó al público visiblemente entusiasmado.
El recorrido propuesto permitió un viaje variado por la creación beethoveniana. Cada sonata ofreció un registro único. Aunque la primera parte del concierto dejó algunas sombras en la interpretación, la segunda compensó con creces, dejando una impronta positiva en una audiencia que, en pie, reconoció con entusiasmados aplausos la entrega de Huerta y de Solaun.
El próximo 19 de febrero de 2025 el ciclo Cambra al Palau continuará con la segunda parte de esta integral, en la que los músicos abordarán, entre otras obras, la célebre Sonata a Kreutzer y la conocida como Sonata Primavera. Sin duda, una cita imperdible para los amantes de Beethoven.
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