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Cultura

El “Museo del Silencio” que no figura en las guías turísticas de Valencia

Rafael Solaz dirige visitas guiadas al Cementerio General de Valencia

Rafael Solaz dirige visitas guiadas al Cementerio General de Valencia La Razón

No figura en las guías de las rutas y recorridos turísticos de la ciudad de Valencia ni está entre los monumentos, parques ni campanarios más visitados de la capital del Turia. Sin embargo, existir, existe. “El Museo del Silencio” es una visita guiada con carácter mensual, excepto durante la rigurosa canícula veraniega, que recorre calles y avenidas del Cementerio Municipal de Valencia.

"En varias ocasiones hemos llegado a reunir a más de cien personas en un día, nos dice su creador y cicerone. entre cipreses, gatos tumbados sobre lápidas al sol, tumbas y panteones". Se trata del investigador, bibliógrafo y documentalista, Rafael Solaz, nacido en Valencia en 1950, quien dirige la iniciativa sin interés económico.

El recorrido es gratuito, comienza a las once de la mañana de un sábado al mes y viene a durar entre una hora y media o dos, en función del rigor climático de cada momento. Los visitantes van siguiendo al ilustrado guía que les va dando explicaciones y detalles sobre el camposanto y alguno de sus próceres moradores, con mucha información, detalles históricos y con paradas delante de algunos de los fallecidos más ilustres y reconocibles: Vicente Blasco Ibáñez, Joaquín Sorolla, el Periodista Félix Azzati, el torero valenciano Manuel Granero, muerto por el toro Pocapena.

en 1922; el pintor Genaro Lahuerta; el autor de la letra del Himno Regional valenciano, Maximiliano Thous o la visita más solicitada de todas; la del nicho de Nino Bravo, mucho más sencillo de lo que la gente espera y en el que nunca faltan flores. El nombre que figura es el suyo propio, Luis Manuel Ferri Llopis.

Entre las mujeres ilustres destacan varias. Una de ellas, la legendaria cantante de ópera, Lucrecia Bori o Amparo Meliá, viuda del fundador del PSOE, Pablo Iglesias, que pasa totalmente desapercibida.

En contra de lo que pueda parecer, que nadie crea que ese recorrido está cargado de tristeza o recogimiento. Al contrario. Rafael o Rafa Solaz, que es Hijo Predilecto de Valencia desde 2023, le da un carácter didáctico y nada solemne, leyendo epitafios e incluyendo bromas, como cuando aconseja que al venir en coche, mejor que no se ponga el GPS porque al llegar se oirán aquello de “Hemos llegado a su destino”. En medio del silencio “sepulcral” de un recinto en el que apenas te cruzas con nadie y en donde a cambio son cientos de gatos quienes se enseñorean de lápida en lápida, Rafa explica los detalles con absoluta naturalidad y mucha cercanía. Sin afectación, lo que se agradece, dado el carácter lúdico e informativo de la visita.

El Cementerio General de Valencia se inauguró en 1808 para unificar todos los 13 o más pequeños cementerios que rodeaban la ciudad en conventos, capillas, iglesias y parroquias dentro y fuera y en la huerta. Su estilo formal es neoclásico pero en su interior “conviven” mausoleos y panteones, que reflejan la arquitectura de diferentes épocas y estilos, incluyendo el neogótico. Destacan los panteones más suntuosos y recargados; obras de arte arquitectónicas por encargo de familias ilustres y pudientes y que con el paso de los años se van deteriorando y abandonando.

En ese laberinto de largas calles y grandes dimensiones lo más sencillo es perderse. En sus más de ocho millones y medio de hectáreas y dos millones y medio de “residentes” resultaría imposible localizar a los difuntos si no fuera por el servicio de buscador on line o en la oficina de cementerios. Pero si lo que apetece es hacer un recorrido paseando por sus calles mientras se recibe mucha información, anécdotas e historias relacionadas con los moradores, no cabe duda de que la alternativa es atreverse con el Museo del Silencio. Por cierto, la visita comienza y termina en la entrada principal del Cementerio, en donde Solaz da la bienvenida y despide a los visitantes delante del sarcófago que Mariano Benlliure realizó en 1935 para el descanso eterno de Vicente Blasco Ibáñez, aunque el escritor y político nunca llegó a ocuparlo, pero esa es otra historia que daría para otro relato muy interesante, con la Guerra Civil de por medio, que quizás alguno de estos días les contemos.