Opinión
Pija y de los jesuitas
En mi colegio aprendí a rozar la excelencia; y no me refiero a lo académico, que también, sino a lo humano
Nada como recurrir a las etiquetas y a los eufemismos para pintar la realidad del color que cada uno prefiera, la verdad. A mí me tachan de “pija”, y en tono despectivo, y el apellido lo pone una servidora, de los jesuitas. De mi ciudad natal, Alicante, añado, y a mucha honra.
No sé si por suerte o por desgracia, según se mire, todo es más profundo. Y hay maneras de estar en el mundo y maneras de estar en el mundo. Y en mi colegio aprendí a rozar la excelencia; y no me refiero a lo académico, que también, sino a lo humano. A caminar por la vida siendo una persona íntegra, bonita palabra, y socialmente comprometida; algo casi utópico en tiempos de individualismo atroz y de soledad ctan atroz como el individualismo. Y de vez en cuando un chute de realidad me saca de mi sota, caballo y rey. Hace unos días mi hijo Joan, de 9 años, me pidió un favor
- Mamá, ¿me llevas a las Mil Viviendas? Un niño de mi colegio vive allí y estoy preocupado
Ese barrio, uno de los más degradados de Alicante, ya no se llama Mil Viviendas; ahora es Virgen del Carmen. Qué fácil sería borrar el estigma de un soplido, léase con un eufemismo. Aprovecho y le doy una vuelta por allí y de paso una lección de vida, de esas que sólo te da la vida. Él de copiloto y una servidora al volante; le cuento que no todas las personas tienen la fortuna de tener una vivienda digna y muchas ni tan siquiera tienen para llenar la nevera. De los videojuegos ni hablamos; estamos en la supervivencia.
Eso sí, en ningún momento nos sentimos inseguros, pero la realidad se impone y las Mil Viviendas siguen siendo las Mil Viviendas.
- Mamá, ¡menos mal que mi amigo del cole tiene un pitbull!
Pues eso, que sí, que sí, que pija y de los jesuitas pero comprometida siempre con la realidad que está más allá de mis cuatro paredes y que pone ojos y cara a la vulnerabilidad del ser humano.
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