Gastronomía
Regreso a «Roquetatown», gastronomía china con asteriscos en Valencia
Donde los paladares tienen la posibilidad de ejercitarse coloreando los agujeros negros del desconocimiento sobre la gastronomía china
Sin ignorar el dónde y el porqué, hay sobremesas que nacen solas. La celebración del nuevo año chino ayuda mucho al brillo y la notoriedad de la jornada que nos lleva a vivir un pasacalle gastronómico por la cocina milenaria oriental, mientras observamos la llegada del tiempo del dragón que inunda el barrio valenciano de La Roqueta del rojo de la felicidad. Ya saben la gastronomía y, en general la hostelería, son una forma natural de comunicación. Y la sobremesa el paradigma conversacional de lo vivido.
Vivimos un «gastro reality» en varios restaurantes de la calle Pelayo, lo que algunos llaman la zona cero de «Roquetatown». Las circunstancias son extremadamente antojadizas para regresar a la calle Pelayo y adyacentes. El amor irrefrenable por la restauración china de nuestros anfitriones nos invita a recorrer diferentes establecimientos.
Nos dejamos guiar por nuestros «gastrosherpas» orientales. A todos nos mueve la querencia curiosa. Desde la puerta tienen animosa empatía, espantan los silencios y las dudas de los clientes curiosos mientras afrontan con garantía cualquier pregunta. De entrada observamos que la tensión generada por la supuesta cocina china, no resuelta en pretéritas visitas, ha desaparecido. Este circuito de restauración china está compuesto por singulares aproximaciones a la auténtica cocina milenaria, sin olvidar cuestionables acercamientos.
La aventura comienza a sorprendernos al probar los «jiaozi», una especie de empanadillas de masa fina rellenas de carne picada o verduras acompañadas de la fiel salsa de soja. Otros se decantan por el «chow mein», los omnipresentes fideos fritos, carne, repollo y otras verduras. Observamos un singular «chun kun», o rollo de primavera pero con un tamaño reducido. Contundente la versión china de los raviolis italianos: los «wonton». Mientras unos se decantan por los «hot-pots» (fondue en caldo), otros siguen abrazados a los «dumplings», una especie de empanadillas chinas. El remate final son las rodajas de un pato laqueado, donde la piel cruje en nuestra boca. La comida se convierte en una revancha. Esto parece otra cosa que nos introduce lentamente y con cautela, sin caer en la adicción literal.
En plena agitación de la celebración recibimos pruebas palpables de que algo está cambiando. Por lo visto y oído no hay división de opiniones. La frase más comúnmente extendida «nos vamos al chino del barrio» debe comenzar a ser desterrada. Hoy esta escena cobra doble sentido. El paisaje urbano lleno de réplicas de pagodas y lacados omnipresentes ha dado paso de manera general a bares y restaurantes abiertos donde se ofrece auténtica cocina china como El Frenazo(Pelayo, 23).
El cliente es cada vez más exigente y conocedor de esta gastronomía. El aprendizaje de las diferentes cocinas chinas continúa siendo uno de los pilares más poderosos en los que se afianza la cultura gastrónoma.
Aunque generalizar es un ataque a la inteligencia comensal, hoy en día, ya no es una prioridad buscar con detenimiento un restaurante de auténtica cocina china. Afortunadamente su presencia comienza a ser el signo mayoritario de nuestros días como el restaurante Min Dou (Pelayo, 31).
Más allá de todo cálculo hostelero y de toda presunción culinaria algo ha cambiado. Aunque hay que reconocer que ha sido necesaria la incomprensión comensal de algunos y una obligada rebeldía de otros para que todo comience a transformarse y generar afectos gustativos populares, entre todos los públicos.
La celebración ayuda a confirmar algunos de los postulados habituales. Nos damos cuenta que conocemos mucho menos de lo que imaginamos. Lo peor de los prejuicios gastronómicos es que uno no sabe que los tiene. Por eso los paladares deben ejercitarse coloreando los agujeros negros del desconocimiento sobre esta cocina.
La restauración china en este barrio coge velocidad y el acelerón cotidiano es evidente. Dice un refrán chino que la puerta mejor cerrada es aquella que puede dejarse abierta. El amplio espectro de consideraciones sobre la experiencia vivida sirve para plantear un principio que suena a «autoprofecía» cumplida. Regreso a «Roquetatown», gastronomía china con asteriscos.
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