Constantino Martínez-Orts en concierto con la Film Symphony Orchestra

“No hace falta entender la música para emocionarse”

Constantino Martínez, fundador y director de la Film Symphony Orchestra

Constantino Martínez-Orts (Madrid, 1977) no es un director de orquesta al uso. Desde hace una década y frente a más de medio millón de espectadores en total, sube al escenario con una levita inspirada en el Neo de Matrix, y durante dos horas y media, la Film Symphony Orchestra (FSO) interpreta las mejores bandas sonoras de la historia del cine.

Para la entrevista, viste una camiseta de la orquesta. Recto y enérgico, mueve las manos al hablar, como si dirigiera también sus propias palabras. Aunque nació en Madrid “casi por accidente”, ha vivido siempre en València. Vuelve ahora a la capital con la FSO y el espectáculo “Krypton”, con un programa donde los superhéroes son los protagonistas, que se podrá disfrutar el 1 de octubre y el 18 de febrero en el Palacio de Congresos.

Criado en la Comunidad Valenciana, lo más común es haber empezado con la música en una banda. ¿Es tu caso?

No. Como se diría en biología, llegué por generación espontánea. Mi padre era empresario en la industria del mueble y mi madre ama de casa. Además, mi instrumento es el piano, que no es muy de banda.

¿Cómo llegaste entonces a la música?

Por la película E.T. La vi en el cine Oeste, con mis padres, en las escaleras de servicio porque la sala estaba hasta arriba. Era el estreno, y me enamoré de ese sonido sinfónico de John Williams. Ahí empezó a despertar mi inquietud por la música clásica. No tenía ni idea de quién era Williams, claro, pero sí que sabía lo que me gustaba. Escuchaba sobre todo barroco, que es más fácil para los oídos: los concertos grossos de Vivaldi, los conciertos de Brandeburgo de Bach... Y luego ese sonido de Williams, más heredado del posromanticismo, con metales épicos, de valquiria.

¿Qué tiene John Williams que lo hace especial?

En esencia, creo que todas las fuentes en la música de cine beben de Richard Wagner. Cuando él vivió no existía aún el cine, pero sus sucesores, como Mahler o Strauss, son coetáneos de compositores de bandas sonoras. La herencia de las óperas monumentales de Wagner, las orquestas enormes, los clichés para representar musicalmente a dioses o diosas, el leit motiv... Seguimos identificando a los héroes con el viento metal, por ejemplo. Williams hereda todo esto en los años ochenta, y lo entremezcla con su conocimiento del lenguaje del jazz y con una capacidad enorme de crear melodías pegadizas. En esencia, es un gran conocedor de la historia de la música: parafrasea a Wagner, pero también a Stravinski o a Korngold, y sabe utilizar cada lenguaje en los momentos adecuados. De los compositores vivos, es el más completo: lo considero un cineasta.

Además de director eres compositor. ¿Cómo se compone una banda sonora?

En muchos casos los directores utilizan músicas de referencia: obras que ya existen y que le pasan al compositor junto con la escena para que se pueda hacer una idea de cómo quiere que suene. A veces el director se tiene que adecuar mucho a las músicas de referencia, y eso explica los paralelismos que hay a veces entre unos y otros. En la industria cinematográfica, además, el compositor tiene muchos “ayudantes” que crean la orquestación, las contra melodías...

¿Es un campo compositivo denostado?

Cada vez hay más consciencia de la importancia de una buena banda sonora en las producciones. Se destinan mayores presupuestos que, con todo, a veces siguen resultando insuficientes, sobre todo en las producciones españolas. Poco a poco ha ido cambiando la educación musical respecto a las bandas sonoras, pero hay quien la sigue considerando un género de segundo orden: hay auditorios donde inexplicablemente nunca tienen sitio para nosotros, pero son poquísimos comparados con los que sí.

¿Cómo nace la idea de la Film Symphony Orchestra?

Después de estudiar fuera unos años, volví a España y vi un vacío en torno a las bandas sonoras en concierto. Había visto como las trataban en Inglaterra y Estados Unidos y decidí crear una orquesta especializada en bandas sonoras. Nuestro primer concierto fue un homenaje a James Bond y su compositor, John Barry.

Vuestros conciertos son más que un concierto.

Sí, me gusta decir que son un espectáculo. Queremos que el espectador se sumerja en una experiencia inmersiva. Yo, además de dirigir las obras, las presento, las comento, hago bromas... Nos quisimos deshacer desde el principio de esa herencia clásica, anacrónica, propia del s. XIX: no hace falta llevar un frac para ser elegante.

¿Las bandas sonoras pueden ser el bote salvavidas para la música clásica hoy en día?

Bueno, tal vez esa expresión sea un tanto dramática, pero es una forma de explicarlo. El cine es un género de masas, que entretiene a mucha gente y que desde luego da visibilidad a cualquiera que tenga la fortuna de verse involucrado en una producción cinematográfica. La música que aparece en estas producciones tiene en general más visibilidad que cualquier otra música sinfónica. Cuando creamos la FSO, quisimos llegar al público joven e infantil, romper esa cuarta pared y democratizar la música clásica: no hace falta entender la música para emocionarse. Nuestro objetivo es que la gente salga del concierto diciendo: “Qué bien me lo he pasado”.

Habéis hecho algún concierto de la banda sonora de una película competa, mientras la proyectabais. ¿Cómo se prepara un espectáculo de estas características?

Lo explico con un símil: dirigir una sinfonía es como nadar en una piscina, donde los elementos de peligro son mínimos. En un concierto para solista y orquesta, estás nadando en el Mediterráneo: normalmente no pasa nada, pero te puedes llevar algún susto. Dirigir ópera sería nadar en el Atlántico: tienes la orquesta, los solistas, el coro... Dirigir una banda sonora mientras proyectas la película es un paso más: la flexibilidad se pierde, porque tienes que sincronizarte con la imagen, y la música no está pensada para ser tocada así, sino para ser grabada. Cuando sale, la satisfacción es enorme.

“Krypton” es diferente.

Sí, es un viaje por las músicas de lo mejor del cine de superhéroes y una experiencia que va más allá de un concierto. Hemos querido rendir un homenaje a la bondad en el mundo, a los héroes cotidianos e invisibles: un amigo que te escucha, que te da un abrazo... Con esta filosofía, traemos lo mejor de Marvel, DC, y de los clásicos: Spiderman, Iron Man, Thor, Los Vengadores, Lawrence de Arabia, Capitana Marvel, El Cid o Los Increíbles. Además, entre los espectadores de la gira hacemos un sorteo de un viaje a Hollywood entre quienes consigan acertar de qué película son diez bandas sonoras que tocamos en cien segundos.