Historia

Balmis, el héroe español de la primera campaña de vacunación mundial

Encabezó la expedición para erradicar la viruela en todo el mundo. Una inspiración en estos días de lucha contra el coronavirus

Retrado de Francisco Javier Balmis
Retrado de Francisco Javier BalmisR C

Era militar, pero no portaba armas. Nació en 1753 en Alicante, pero pronto daría la vuelta al mundo. La segunda gran circunnavegación de un español. Tan importante como la primera, la de Magallanes y Elcano. Pero esta vez no estaba destinada a abrir rutas comerciales. Ni a descubrir territorios. Tampoco para conquistarlos. Su misión era más excéntrica. Para entonces y también para hoy: era nada menos que filantrópica. Su objetivo, erradicar la viruela. Hoy ya no existe. El último caso se dio en África, en 1977. No ha vuelto a aparecer. A lo largo de la historia, la enfermedad le ha costado la vida a 300 millones de personas. Ha sido, junto al sarampión y la peste bubónica, una de las infecciones más letales de la historia.

En el siglo XVIII todavía era un azote. Hasta que llegó Edward Jenner. Su nombre les dirá poco. Es probable que pocos lo conozcan, pero es un héroe. Uno de los grandes. Más que Nelson o el capitán James Cook. A él se debe la palabra «vacuna». Y también la idea de vacunar. Descubrió que las mujeres en contacto con vacas no contraían esta enfermedad o solo presentaban síntomas leves. Estudió el caso. Reflexionó en silencio. Se la jugó. Tomó una prueba de pus. La cogió de una mujer afectada y la inoculó en un crío. Cayó levemente enfermo, pero nunca grave. Se recuperó pronto y no tuvo secuelas. Un éxito. James Philips, de 8 años de edad, se había convertido en el primer niño en ser vacunado en la historia. Con él comenzaba una etapa nueva de la medicina a nivel global.

Edward Jenner vacuna por primera vez a un niño contra la viruela
Edward Jenner vacuna por primera vez a un niño contra la viruelaR C

La noticia se extendió. También llegó a España. Y ahí estaba. Francisco Javier Balmis. Cirujano, hijo de Cirujano, procedente de familia de cirujanos. Sus raíces estaban en Francia, pero su asiento estaba ahora en España. Con diecisiete años comenzó estudios de medicina en el Hospital Real Militar de Alicante. Una carrera brillante. Acompañado por los mejores doctores. El título de cirujano lo obtiene en 1778 en la Universidad de Alicante. Era un hombre decidido, con voluntad, resuelto a sacar sus propósitos. De los que no ceden ante la pereza ni se deja llevar por la holgazanería. Al año de acabar, ingresa en el ejército. A su determinación le suma ahora la disciplina castrense. En 1781 es nombrado cirujano jefe. Un ascenso rápido que da cuenta de su talento. Entonces viaja a La Habana y México. Se relaciona por primera vez con las latitudes americanas. Entonces la Corona española poseía dos costas en el Atlántico: la de España y la de América. En su estancia se familiariza con los males de Venus. El castigo de los ejércitos. Las enfermedades venéreas. Escribe algunos tratados y regresa a su país.

A su vuelta es cuando en realidad comienza su gesta y el viaje de partida. Es nombrado médico de Carlos IV y es él quien le convence de la necesidad de vacunar contra la viruela, de organizar la primera campaña mundial de vacunación. No importaban los territorios. Ni a quiénes pertenecieran. La salud estaba por encima de las banderas y las fronteras. Una idea. Y un ejemplo. Y de un militar español. El monarca prestó atención. Su hija, la infanta María Teresa, había muerto por esta lacra. La pérdida le hizo comprensivo y concedió el permiso.

La expedición salió de La Coruña, pero la dificultad no era el mar, ni las tempestades. Había una pregunta que nadie había respondido. ¿Cómo transportar una vacuna hasta América? La ciencia no era tan avanzada en el Siglo de las Luces. Había pensadores, había científicos, pero no había tecnología. Solo contaban con la modernidad que aportaba aquella época. Y no bastaba. Había que improvisar. Y la improvisación es uno de los talento de los españoles, junto a la envidia, claro. Balmis tuvo una idea. Convertir a los hombres en portadores de la vacuna. Elegirían veintidós niños. Todos expósitos. Siete tenían menos de tres años. El plan era sencillo. Ninguno de los muchachos tenía que haber pasado la viruela. Los tendrían separados (ahora diríamos confinados) en diferentes estancias del barco. Se les inocularía la enfermedad primero a uno y después a otro. De esta manera llegarían a América con infectados y de ellos podrían extraer la vacuna.

Dibujo del navío María Pita realizado por Francisco Pérez. A bordo iban los miembros de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna
Dibujo del navío María Pita realizado por Francisco Pérez. A bordo iban los miembros de la Real Expedición Filantrópica de la VacunaFrancisco Pérez

En 1803, a bordo de «María Pita», acompañado del doctor José Salvany, que moriría durante la expedición después de haber vacunado a más de 22.000 personas, y de Isabel Zendal, que es consideraba la primera enfermera de la historia, Balmis parte hacia el Nuevo Continente. Durante la travesía pierde a uno de los críos que va con ellos. Pero alcanzan puerto. Comienzan la misión. A partir de ese momento van inyectando la vacuna a unos y a otros. Hacen una cadena humana. Siempre llevan consigo a alguien que les ayude a llegar a un punto más lejano. En una ocasión, compran unas mujeres que vendían como esclavas para poder seguir. Ellas aceptan la proposición que reciben de ese hombre y por fin Conocen la costa del Pacífico. Pero no es suficiente. Todavía queda medio mundo. Saltan a Filipinas. Piden permiso para ir a China, a Macao, a Canton. Lo consiguen. Regresan a España en 1806. Han soportado reticencias de gobernadores, adversidades climatológicas, renuencias de aldeanos y sospechas de poderosos, y, por supuesto, los reveses inherentes de cualquier viaje. Atrás quedaron, eso sí, aquellos primeros veintidós niños. Se saben sus nombres. Se sabe que quedaron a buen recaudo, pero no qué fue de ellos. Su aventura, como la de los médicos, fue una gesta. Humboldt lo reconoció. El mundo, también. En nuestro país cayó en el olvido. Hasta ahora. Cuando el Ministerio de Defensa denominó a su despliegue en la lucha contra el coronavirus «Operación Balmis».

Quizá también le interese:

Charles de Lorme, el hombre que diseñó el traje contra las epidemias

Bibliografía

-A flor de piel (Seix Barral), de Javier Moro

-De la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y del sacrificio brazo a brazo (Desperta Ferro)