Historia

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1939, el año en que Polonia eligió luchar

Alemania deseaba recuperar la parte de Prusia occidental que fue dada a su país vecino, que no la entregó sin batallar

Un niño polaco entre las ruinas de Varsovia tras el ataque de los nazis
Un niño polaco entre las ruinas de Varsovia tras el ataque de los nazislarazon

Alemania deseaba recuperar la parte de Prusia occidental que fue dada a su país vecino, que no la entregó sin batallar

El martes 22 de agosto (día D - 4 para el ataque), mientras Von Ribbentrop preparaba su viaje al Kremlin para firmar el Pacto de no agresión con la URSS, Hitler reunía a medio centenar de militares en el Berghof, su cuartel general alpino. Acudieron los jefes de los estados mayores, los mandos superiores de todas las armas y de los tres grupos de Ejércitos de la campaña de Polonia, los jefes de Ejército y de las divisiones Panzer.

Les anunció que el ataque para la madrugada del 26 (se retrasaría al 1º de septiembre) y justificó la prisa aduciendo que el Eje tenía dos jefes de Estado extraordinariamente capaces y en plena forma mientras los británicos y franceses eran mediocres; militarmente se hallaban en la posición más ventajosa: si esperaban, tanto París como Londres acortarían la ventaja: habían incrementado sus presupuestos militares y los británicos solo contaban con 400.000 hombres pero acababan de restablecer el servicio militar obligatorio y en un año tendría tres veces más. A continuación les soltó la gran noticia: al día siguiente se firmaría el Pacto de no agresión con la URSS, de modo que no solo evitarían combatir en dos frentes, sino que, además, dispondrían de cuantos suministros alimenticios, minerales y energéticos precisaran. «He arrebatado de las manos occidentales el arma que les habría podido dar la ayuda soviética. Hoy se nos brinda la posibilidad de asestar un golpe en el corazón de Polonia. Según la previsión humana, la vía militar está expedita» (...)

A esas alturas todos los presentes sabían que el «corredor polaco» y la ciudad de Dánzig constituían un magnífico pretexto, pero lo que Hitler quería era Polonia, con sus recursos agrícolas, minerales, industriales y humanos. ¿Cómo se había llegado a esta situación?

La Conferencia de paz de Versalles, 1919, entregó a Polonia parte de Prusia Occidental y Silesia, internacionalizó la ciudad de Danzig y abrió un corredor por el que Polonia podía acceder al mar Báltico. Para Alemania era muy grave: perdía 53.800 km cuadrados de territorio y cinco millones de personas.

El «corredor Polaco» que era fundamental para Polonia, porque constituía su única salida al mar, resultaba especialmente lesivo para Alemania porque desgajaba de ella Prusia Oriental, que quedaría incomunicada, sólo a expensas del tráfico marítimo. Y en esa cesión existía además una intención aviesa franco-británica: «el corredor polaco» hubiera podido abrirse al este de Prusia Oriental, sin mayor daño que el territorial pues no desgajaba Prusia de Alemania.

Su recuperación estuvo siempre en el ideario nazi, pero Hitler dosificó sus objetivos cuando llegó al poder: remilitarización, Sudetes, Checoslovaquia, Anchluss, Memel... Disimuló la llaga polaca bajo un Pacto de no agresión (1934), pero después de la recuperación de los Sudetes el ministro Ribbentrop hizo saber al embajador polaco en Berlín que deseaba la renuncia polaca a sus derechos sobre Danzig y permiso para construir una carretera y una vía férrea hasta Prusia Oriental a través de la Pomerania polaca, a cambio de ventajas en materia económica.

A punta de bayoneta

En noviembre de 1938, el embajador comunicó al ministro que deseaban la paz y la colaboración con Alemania, pero Polonia no cedería Danzig. La anexión violenta de Dánzig al III Reich conduci­ría a la guerra. No se tocó el tema hasta el 26 de marzo de 1939: días después de haber convertido Bohemia/Moravia en protectorado alemán, Ribbentrop olvidó el lenguaje diplomático con el embajador polaco:

- «Toda agresión polaca contra Danzig será considerada como una agre­sión contra el Reich».

Polonia no se arredró: su ministro de exteriores, Josef Beck, llamó al embajador alemán en Varsovia para comunicarle:

«Toda intervención alemana para cambiar el statu quo de Danzig será considerada como una agresión contra Polonia».

El embajador replicó: «¡Deseáis negociar a punta de bayoneta!»

Y el polaco cerró la entrevista: «Ese es vuestro sistema».

La firmeza polaca descansaba sobre sus acuerdos: desde 1921 tenía uno de Defensa Mutua con Francia desde y el 31 de marzo último disponía de otro similar con el Reino Unido.

Eso ya era pasado cuando se produjo la reunión del 22 de agosto de Hitler con sus generales en el Berghof. Despreciaba las garantías que respaldaban a Varsovia y exhibió ante sus militares la brutalidad e inmoralidad de su pensamiento: «Al vencedor no le preguntarán después si dijo o no la verdad. Cuando se inicia una guerra lo que importa no es tener razón, sino ganarla. Cerrad el corazón a la piedad. Actuad brutalmente. Hay ochenta millones de personas que deben conseguir lo que tienen derecho a tener. Hay que garantizar su existencia. El más fuerte tiene la razón. El más implacable».