Mey Zamora: “Isa Solá encontró a Dios en los escombros”
La escritora descubre en «Lo que no se da se pierde» la fascinante vida de entrega y servicio a los más pobres de la misionera española asesinada en Haití
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«Queridos todos, si leéis esto es porque se me acabaron los días en este mundo... no estéis tristes. Si me voy demasiado pronto para vosotros..., ha tenido cuando tenía que pasar. Dios lo sabe y es lo que importa». Así comienza el testamento que Isa Solá escribió cinco meses antes de su muerte. El 3 de septiembre de 2016, esta misionera española fue brutalmente asesinada en Haití. Se fue con lo puesto.
Su vocación siempre fue la de entregarse a los más pobres y vivir como una más, pese a que lo pudo tener todo. Ahí precisamente está su grandeza, porque esta barcelonesa se crió en el seno de una familia acomodada. Enfermera de formación aterrizó por primera vez como misionera en Guinea Ecuatorial, en medio de una sociedad muy machista que intentó combatir a través de la educación. Si África le impactó, cuando le trasladaron a Hiatí y vivió en primera persona el terrible terremoto DE 2010, le temblaron hasta sus cimientos como persona y como católica. Una amiga de la infancia, Mey Zamora, ha ido tejiendo la historia de esta bella mujer en el libro «Lo que no se da se pierde» (Plataforma Testimonio) el lema de su vida.
–Llama la atención que cinco meses antes de su asesinato escribiese un testamento como si intuyera que algo malo le iba a pasar ¿Qué motivos reales hubo detrás de su muerte?
–No sé si algún día lo llegaremos a saber. Ella había expresado a varias personas de viva voz que igual le podía pasar algo. Más que buscar un perseguimiento a su persona, que es verdad que en algunos momentos pudo ser incómoda porque buscaba formalizar un terreno para un colegio y era muy combativa con las instituciones, creo que fue fruto de la miseria y la violencia que azotaban al país. Su asesinato no fue algo excepcional.
–Conocía a la misionera de niña. ¿La ha redescubierto tejiendo su historia?
–Coincidimos en el colegio y a lo largo de nuestra adolescencia tuvimos una buena relación. Luego ya de adultas nos vimos muy pocas veces. Lo que he descubierto al escribir el libro es un agigantamiento del personaje. Lo que en su juventud se veían unos destellos de generosidad, de entrega a los demás, de una faceta artística muy importante, en la madurez de su vida eso se eleva a la máxima potencia.
–Isa perteneció a una familia acomodada de Barcelona, ¿cree que fue difícil para ella desprenderse de las comodidades para dedicarse a servir a los demás?
–Curiosamente fue lo contrario. Para ella lo difícil era vivir en el entorno que le había tocado. Era la pequeña de una familia de seis hermanos, con muy buenas condiciones económicas y acceso a una buena educación. Sin embargo, siempre buscó vivir de otra manera. Cuando en verano se iba de voluntariados, luego le costaba volver a su casa. Ella se desprendió muy rápidamente y esto sí que sorprende, que desde muy joven buscara una vida de entrega a los demás.
–¿Es así como se da cuenta de su vocación?
–Cuando sale de casa, más allá de las actividades de la parroquia, ve otras realidades y se empieza sentir incomoda. Es una incomodidad tan honesta y real, que nunca más a lo largo de su vida buscó ningún tipo de acomodamiento. Tanto en Guinea como en Haití. De hecho, cuando murió y abrieron su armario, apenas tenía nada, cuatro prendas de ropa, pero no había atesorado nada.
–Tanto su físico como su forma de relacionarse con los demás, no coindide con la imagen esterotipada de una monja...
–Era una persona que se comunicaba muy bien cantando y también escribiendo. Una persona muy directa que rompe los estereotipos que se tienen sobre los religiosos, místicos y elevados. Isa era de espiritualidad terrenal y que interpela mucho.
–Y por lo que cuenta de carácter fuerte... Le costaba asumir ciertas tradiciones culturales en los países de misión.
–En Guinea primero, y después en Haití se encontró unas realidades muy diferentes. Culturas arraigadas en lo ancestral , en la brujería, en el budú... Isa se revelaba contra eso, pero al final no le quedó más remedio que convivir y se dio cuenta de que en esas tierras las personas eran capaces de combinar el catolicismo con esa tradición y que no lo iba a poder combatir.
–¿Esa mentalidad fue la que le ayudó a reconciliarse con Dios tras el terremoto de Haití?
–Lo del terremoto no nos podemos hacer a la idea de lo que supuso, incluso revisando vídeos y cifras de muertes, de damnificados... Isa lo dijo claramente, que no le salía ni rezar porque no entendía cómo había podido pasar algo así. Pero luego, a posteriori, creo que se contagió de ese espíritu de la gente que no tiene nada. Contaba cómo los haitianos, en medio de esa miseria, daban las gracias a Dios por estar vivos y que aprendió mucho de eso, que buscaba a Dios en las alturas pero que lo encontró en los escombros.