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Jesús Carrasco: «No pido cien Oscar, sino escribir historias que me gustan»

Irrumpió en la literatura con «Intemperie», novela que Benito Zambrano lleva ahora al cine. Asegura que «sus sueños son muy básicos»
© Gonzalo Pérez MataLa Razón

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Jesús Carrasco es un hombre con suerte: sus sueños se cumplen. Cuando era un escritor desconocido envío su novela a Seix Barral y no solo se la publicaron, sino que su apuesta se convirtió en uno de los fenómenos literarios de 2013. Su segundo deseo era que uno de sus libros se convirtiera en una película y Luis Tosar protagoniza la adaptación de «Intemperie». «No he participado en la película, pero acudí al rodaje. Vi algunas escenas grabadas y solo la calidad de la fotografía me impresionó».
–¿Todavía le quedan sueños por cumplir?
–Sí, pero más básicos. El principal para mí es en lo profesional y consiste en continuar escribiendo. Yo trabajo para que sea así y que me surjan buenas historias. No pido cien Oscar, sino escribir cosas que gusten .
–¿Qué es lo más difícil de una buena historia?
–A veces me cuestan. Depende del formato y del momento. Con el formato breve me manejo mejor. La novela es un proyecto más ambicioso. Hay que mantener la tensión y la cabeza fría. En mi caso la escritura genera escritura. A medida que escribo un libro, descubro lo que quiero contar, pero mi peligro es que me voy por los afluentes y genero una novela dentro de ella. Lo demás es encontrar historias. Para eso hay que ser un buen observador. Depende de cómo mires, surgirá la chispa de un relato.
–¿Es relevante para usted la observación?
–-Básico. Las historias están ahí, flotan en el aire. Hay que estar atentos. En la última película de Ken Loach se hablaba del trabajo precario de ahora. A partir de ese instante hablaba del tiempo en el que vivimos. Lo hace a través de una persona que reparte comida en bicicleta. Una imagen cotidiana lo puede resumir todo. La mirada para eso es fundamental. Es la herramienta básica, aparte de la escritura.
–¿De qué imagen surgió «Intemperie»?
–De algo que observé cerca de mí uno años atrás. Vi a un matrimonio, no recuerdo dónde, con dos niños. Uno era reprendido por todo lo que hacía y el otro, en cambio, muy elogiado. Pensé entonces en ese niño regañado, en cómo apreciaría esa desigualdad y viviría dicho desafecto dentro de la casa.
–Saltó del anonimato a la fama. ¿Cómo lo ha vivido?
–Diferenciaría entre fama y prestigio. Esta última es una dimensión que uno se labra con el trabajo y es más sólida y pesada que la fama, que es más voluble. Yo experimento la fama con desapego, distancia, porque me incomoda ser el centro de cualquier cosa, aunque lo llevo con naturalidad. Con cuarenta años me llegó este tsunami y me lo tomé con más calma y mesura. Lo veo como un regalo. Sé que he tenido suerte porque hay muchos libros buenos en los cajones.
–Ha dicho «calma y mesura».
–La naturaleza de la literatura es sosegada. Un libro no se lee en diez minutos. Escribir uno requiere meses, hasta años, porque están determinados por la mecánica y la historia. En este sentido, la literatura es particularmente lenta. Y en este momento esa lentitud resulta casi contracultural. Ver a alguien en el metro, dedicándose a recibir esa información y paladeando las palabras, cuando alrededor hay un montón de personas mirando el móvil, es algo reseñable. Sí, puede decirse que leer es un acto contracultural.
–El escritor trabaja solo y lejos de los focos; en el cine, en equipo y con alfombra roja.
–Los actores y directores necesitan proyectar su imagen; en cambio, el novelista, después de escribir el libro, no pinta nada, aunque últimamente se le está empezando a llamar para que participe en la promoción de su obra de una manera profesional. Se nos pide que ayudemos, pero en principio no tengo que dar la cara. Los actores, sí. Una cosa que ha llamado la atención, y que me ha gustado mucho, es cómo se trabaja en el cine: es en equipo, de una manera colectiva. Uno no puede hacer una película solo en casa. Yo, muchas mañanas, me gustaría tener un compañero cerca y quejarme, y tomar una cerveza tras una jornada de concentración. Pero la profesión que he elegido es otra.
–¿Cómo le influye el cine en la escritura?
–Influye notablemente. El cine es accesible y un enorme acerbo cultural. Crecí viendo pelis en la 2: Buster Keaton y Harold Lloyd, John Ford. Hoy, los chicos de 12 años no los conocen, pero nuestra cultura audiovisual se fundamenta en parte en ellos. El cine está presente en mi manera de narrar, aunque por otra parte existe algo envidiable en la escritura y la palabra. Cuando veo una película, al igual que cuando leo, me fijo en los mecanismos, veo las construcciones, cómo están hechos los personajes, cómo crean la tensión. Lo observo porque el cine es un mecanismo narrativo muy eficaz. Intento aprender de él. Yo también escribo con un ojo puesto en el cine y en las imágenes en movimiento.