Gamoneda se encuentra consigo mismo
El poeta y escritor publica «La pobreza», segundo volumen de las memorias del Premio Cervantes, una de las voces más personales de la literatura actual
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«La pobreza ha condicionado mi vida y mi obra», afirmaba Antonio Gamoneda en su discurso de agradecimiento al recibir el Premio Cervantes en 2007. No es extraño, pues, que su segundo volumen de memorias lo haya titulado así, «La pobreza» (Galaxia Gutenberg), que viene a ser la culminación de la obra de una de las voces más personales y reconocidas de la literatura actual. Gamoneda hace una mirada retrospectiva que, a la vez que autorretrato, es una crónica de los años duros después de la guerra, años difíciles para él y su madre, un fresco vivo de aquella sociedad atenazada por la miseria moral y material que arranca en 1945 cuando, con apenas catorce años, Gamoneda entra a trabajar como meritorio en el Banco Mercantil de León teniendo que dejar sus estudios para ganarse el sustento y contribuir a la economía familiar. Este momento marca su ingreso prematuro en la edad adulta y le permite conocer de primera mano la realidad laboral. Novela de aprendizaje a la vez que crónica de posguerra, «La pobreza» esconde un diario en el que se incluyen reflexiones sobre poesía y poética, episodios oníricos y vislumbres –a veces hilarantes– sobre la sociedad, el trabajo y de sus viajes.
Dudas y fracaso
En su presentación, Gamoneda comenzó hablando de la primera parte de sus memorias de las que dijo «que en ellas había voluntad, había dudas y hubo fracaso». Y lo explicó: «No se trataba de lograr algo brillante o atractivo, mi patrón mayor a la hora de enfrentarme a ellas tenía que consistir en fueran un encuentro auténtico conmigo mismo. Si lo conseguía, aunque luego mis recuerdos estuvieran intervenidos por olvidos, me parecía que la escritura iba a ser fiable. Y con otro aspecto esencial –señaló–, en ese reencuentro conmigo setenta años atrás, yo también quería saber de mí, tratar de averiguar cosas que ignoraba, algunas de las cuales, latentes, me proporcionaban algo parecido a una situación de vacío existencial que me producía una gran inquietud». En ese enfrentamiento con él mismo se preguntaba: «¿Qué había hecho, que no había hecho o qué me habían hecho? Esta introspección necesaria para recordar y escribir tenía que darse a través de ese reencuentro personal». Y prosiguió, «aquí está mi vida, mis seres cercanos y queridos, pero también mi tiempo, y este se inicia con la posguerra española y en este terreno he querido situar el título del libro, “La pobreza’’, no solo la material que incluye sus aspectos más visibles, como el hambre, sino que es posible que la pobreza significara también el vaciamiento vivencial, aquel vacío vigilado que era nuestra España y que a veces tengo miedo de que siga siéndolo. El libro empieza con la posguerra y a veces me pregunto si ha terminado, no estoy seguro, porque es posible que aquello que esperábamos, no haya sucedido todavía. Con esta voluntad de atender a lo visto y oído y vivido he tratado de hacerlo desde el máximo de realidad», concluyó.