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Berlín, contra la pena de muerte

El festival otorga el Oso de Oro al iraní Rassoulof, que tiene prohibido salir del país, por la estimable «The Is No evil», un galardón que no pudo recoger su director

Baran Rassolulof sostiene el Oso de Oro a la mejor película que el director no pudo recoger ayer en la Berlinale
Baran Rassolulof sostiene el Oso de Oro a la mejor película que el director no pudo recoger ayer en la BerlinaleMICHELE TANTUSSIREUTERS

Carlo Chatrian ha logrado lavarle la cara a la Berlinale en una sola, y decisiva, edición. No había más que ver el palmarés de la nueva sección del certamen, «Encuentros», liderado por una película de 477 minutos («Works and Days (of Tayoko Shiojiri in the Shiotani Basin») y por la que, de momento, es la obra más radical de uno de los maestros del cine rumano («Malmkrog», de Cristi Puiu), para advertir de que las cosas han cambiado. ¿Se ha convertido la Berlinale en el nuevo Locarno, el festival del que dirigió Chatrian hasta 2018? Tal vez es demasiado pronto para decirlo, pero el palmarés de la sección oficial se ofrecía como una mezcla de lo que fue y de lo que quiere ser este festival en plena mutación.

Por un lado, el Oso de Oro a la iraní «There is No Evil», de Mohammad Rassoulof, es la prueba de que la Berlinale aún no está preparada para romper con su identidad de certamen marcadamente político, forjada bajo el mandato de Dieter Kosslick. Por otro, el Gran Premio del Jurado a la magnífica «Never Rarely Sometimes Always» y, sobre todo, el Oso de Plata al mejor director para el coreano Hong Sang-soo por la deliciosa «The Woman Who Ran», podrían ser perfectos emblemas de esta nueva etapa. Echamos de menos, por supuesto, que dos de las mejores películas de una dignísima competición –«Poor Cow», de Kelly Reichardt y «Days», de Tsai Ming Liang– hayan sido ignoradas en el palmarés, pero el mundo no se arregla en dos días.

Lo dijo Jeremy Irons en la rueda de Prensa de presentación del jurado: tendría especial interés por las películas que nos hablan de temas que nos preocupan, que son relevantes ideológica, social o políticamente. Así hay que entender el so de Oro al estimable filme de Rassoulof, aunque en eso el jurado no haya sido especialmente original, por mucho que Irons haya dictado su veredicto como si estuviera recitando «Macbeth», dándose una importancia acaso un tanto sobreactuada.

Sin miedo al peligro

En la Berlinale se ha premiado en dos ocasiones a Jafar Panahi («Closed Curtain» y «Taxi Teherán»), compañero de cárcel y arresto domiciliario de Rassoulof desde el año 2010. Rassoulof, que tiene prohibido salir del país, ha hecho un feroz alegato contra la pena de muerte sin miedo a ponerse en peligro, a él y a su equipo: tal vez por eso todos lloraban, conmovidos, desde la platea del Berlinale Palast. Así hay que entender también el premio que se ha dado a la película de Eliza Hittman, que se acerca al tema del aborto con extrema sensibilidad. Así habría que entender el sorprendente y saludable premio del 70 aniversario a «Effacer l’historique», la única comedia a competición, hilarante análisis de nuestra adicción a la tecnología. Si fuéramos malpensados, diríamos que resulta del todo exagerado que las dos películas italianas a concurso («Volevo Nascondermi» y «Fabolazzi») se llevaran premio (respectivamente, el de mejor actor para Elio Germano y el de mejor guion). ¿Tal vez sea porque Chatrian es italiano y ha barrido para casa?