Maider Fernández: “Quería retratar a una persona creyente en una crisis de fe"

Maider Fernández Iriarte debuta en el largometraje con su ópera prima, «Las letras de Jordi». Narrada desde una perspectiva eminentemente documental, la historia se centra un hombre con parálisis cerebral que, aunque necesita una tabla alfanumérica para comunicarse, tiene mucho que decir sobre la vida, la fe y cómo son las relaciones humanas.

Al principio iba a hacer una película observacional sobre el santuario de Lourdes, pero investigando en Barcelona, conocí a un grupo de peregrinos entre los que estaba Jordi. Todo cambió ahí. Me llamó mucho la atención, es un tío que vive con mucha autenticidad la fe. Le pregunté si quería participar en algo que al principio no sabía muy bien qué era, pero acabó convirtiéndose en esta película.

–Sí, para entrar en el máster tenía que aplicar con un proyecto, que en principio fue el documental sobre Lourdes. Una vez accedí tuve que ponerme a trabajar en ello y fue entonces cuando le conocí y las cosas afortunadamente se tornaron. Siempre he hecho cortometrajes que tratan temas que me tocan de cerca o que tienen que ver conmigo de alguna forma y conocer a Jordi resonó en mi interior.

–Algo muy agradable, pequeño e íntimo. La mayor parte es en su habitación de la residencia. Él y yo solos. Fue maravilloso.

–Fue algo que me llamó mucho la atención y es esencial en la película. Todo comienza con dos personas desconocidas y acaba con una amistad que sucede gracias a su tabla con letras y números. Aprendimos poco a poco a entendernos y con ello a conocernos. Ese juego es interesante porque los espectadores se sienten tan perdidos como yo al principio, pero van aprendiendo conmigo, o como Jordi que se siente frustrado porque no me entero de lo que me quiere decir.

–Fue algo que fui ideando en las tutorías del máster y sucede de manera intencional. Tenía una serie de preguntas, las primeras eran las más superficiales, casi como si fueran datos, y poco a poco entrábamos en temas más profundos y complicados para él. Las primeras cuestiones decidí hacerlas en planos cerrados de sus manos porque también había un riesgo, que la gente tuviera prejuicios antes de conocerlo. Que por la imagen de su cuerpo se hicieran una idea antes de saber cómo es. Mi intención es que el espectador no pueda verle hasta que no lo conoce. Su forma de pensar y expresarse trasciende a su cuerpo. Cuando el plano se abre sientes que ya lo conoces. Jordi es una persona muy expresiva, quiere ser escuchado. Al principio nos comunicábamos con la tabla, pero al final hasta dejamos de utilizarla. Es bonito verle hablar con su madre, con ella no hay tabla, a través de los gestos son capaces de entenderse. Eso es muy importante para él, no anhela poder andar o nadar, cosas que quizá pensamos que querría, concentra todo su deseo en expresarse.

–Una mezcla de todo. Me llamaba la atención el propio lugar. Hay algo que no termino de comprender cómo sucede, que un lugar tan masificado sea al mismo tiempo un sitio al que la gente acude a encontrase con algo tan espiritual y personal. Me resultaba sorprendente que alguien conecte con dios y con la virgen en una condición así. Quería responder a esa duda a través de la primera película que me planteé, pero al conocer a Jordi, decidí hacerlo a través de una persona y no a través del espacio. Retratar a una persona creyente en una crisis de fe.

–Estoy realizando un proyecto con varios compañeros cineastas, talleres en colaboración con diferentes institutos sobre la representación en el cine de los jóvenes y el paso a la vida adulta. Además de un corto sobre Lourdes.

–(Risas) en este caso fue un descubrimiento que hice en medio de la película. Existe un comité de médicos que se dedica a constatar si las curaciones que se realizan en el santuario son un milagro o se puede explicar a través de la ciencia.